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Capítulo diez. 
Sentimiento contagioso. 




El gato verde se encontraba durmiendo sobre la cama de Katsuki, pues no tenía nada mejor que hacer ya que no había nadie en casa y por lo tanto, no había nada interesante que hacer, más que dormir.

Sin embargo, su siesta se vio interrumpida por unos dolores en el cuerpo que aparecieron de la nada. Se puso a la alerta, buscando a su alrededor aquello que causó esos malestares que le invadieron tan repentinamente.

Bajó de la cama y comenzó a caminar por toda la casa un poco angustiado, no tenía la menor idea de porque había aparecido esos dolores en él, se sentía algo asustado, tenía un presentimiento muy malo y eso le causaba cierta inquietud, temía porque algo malo le hubiese sucedido a Katsuki, ya que, si no había ningún factor que causara ese repentino dolor, debía de ser consecuencia de algo que sucedió con el joven de ojos carmín y analizando la intensificación del dolor, no significaba nada bueno.

Continuó con su paseo, intentando distraerse de aquel malestar que lo invadía y sobretodo de esa inquietud que gobernaba su cuerpo. Aunque con los minutos el dolor había disminuido considerablemente, pero eso no quería decir que todo estaba bien.

Decidió descansar un poco, tanta paranoia le iba a volver loco, además, puede que sólo fuese una exageración suya y en verdad nada malo estaba sucediendo. Con aquella idea se dirigió al sofá, ahí intentaría relajarse.

Pero momentos después escuchó voces no tan lejos de la casa, alzó la cabeza y miró la puerta, curioso por aquel ruido que estaba fuera, hasta que, la puerta principal se abrió de un golpe, dejando ver a Katsuki que venía junto con su madre, que parecía estar sumamente enfadada.

Izuku miró sorprendido al menor de los Bakugou, pues, para empezar todo su uniforme estaba empapado a tal punto de que aún goteaba demasiado, por un momento pensó que había una tormenta, pero jamás escuchó las gotas de agua chocar contra el tejado, además, el día se veía soleado, no había indicios de que llovería o que hubiese llovido anteriormente, pudo tratarse de una ligera llovizna, pero eso no podía ocasionar que estuviese en tal condición. Su rostro y brazos tenían leves moretones, uno que otro rasguño y sobre la camisa del uniforme blanco estaba manchado con unas cuantas gotas de sangre que se escaparon de su nariz, la cual ahora había un tapón de papel que impedía que se escapara más de aquel líquido rojizo.

Mitsuki cerró la puerta con un golpe más, cruzándose de brazos mientras fijaba su mirada en su hijo, el cual tenía una mueca y la mirada en el suelo.

—No puedo creer que me hayan tenido que hablar del trabajo únicamente porque te metiste en otra pelea. –Se escuchó un nuevo reproche por parte de la mayor hacia Katsuki, algo que en verdad le tenía sumamente molesta, pues desde hace ya unos meses su hijo no se había metido en problemas, creyó que la llegada de su mascota había apaciguado con esa agresividad que se cargaba, pero viendo como estaban las cosas ahora, supuso que no era para nada así. —Haber golpeado a un compañero sin que él te hubiera agredido. ¡Mira cómo estás! Haberse tirado a la fuente del instituto, dios mío. –Soltó un suspiro con pesadez a la vez que llevaba sus manos a su cintura. —Ya no eres un niño pequeño como para que te metas en este tipo de problemas. –Katsuki realizó una mueca con mayor fastidiado por las palabras de su madre, era el mismo reproche de siempre, por ello mismo ni se molestaba en decir algo, no tenía caso.

Por otro lado, Deku estaba sorprendido, fuera de las condiciones en cómo estaba su dueño, la molestia de Mitsuki era un poco diferente a la de costumbre, pues podía notar esa ligera preocupación de una madre, pero escondida detrás de ese rostro fruncido.

Enséñame a no estar solo.Where stories live. Discover now