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«Cuando no tengo para brindar, no tengo nada que perder, por que era así yo lo terminé perdiendo todo pensando que tenía algo que ofrecer, pude haber tomado otras decisiones por supuesto que ya no eran las correctas, sino otras. Existe ciertas grietas que salen de uno, sin autorización, golpes que deja marcas, heridas de no se cierran, y la marca permanece para siempre, pero que caso tenía volver a torturarme nuevamente, consiguiendo mi número telefónico y enviando mensajes anónimos, cuando ya sabías que eras tú.»

...

No todos están para vernos como queremos que no vean, algunos nos ven de igual o peor que los demás, existen otros que nos miran como queremos, pero no saben como hacerlo, y para que decirlo, que chiste tiene, decirlo, si ni siquiera se fijan en lo verdadero y no ponen ni el más mínimo empeño, entonces es, cuando la probabilidad pequeña de encontrar a uno que sea adecuada a esas posibilidad resulta ser doloroso la caída, de que sufre las mismas condiciones peores que tú. 

Se me agolpan los pensamientos en mi cabeza cada vez que entro a mi habitación y encuentro en armario semi abierto, las paredes blancas que la recorren, no es nada fácil, ya no existe manera, la cama cada vez es más espaciosa para una joven como yo. Momentos donde el otro lado de ella quería seguir drogándose con cada caricia falsa que le erizaba la piel. Como cada mañana ya era costumbre despertar y clavar su mirada en la puerta, mientras los pensamientos vagaban sin rumbo fijo. 

Y todavía siente la maldita sensación, de embriagarse en las barras que en las casa de sus amigos, no correría el riesgo de que alguien tan estúpida como ella, sea abusada como intentaron hacerlo meses atrás. 

—¿Eun Hye?—llamó su primo tocando la puerta de su habitación, quizás no estaba tan adentrados en sus pensamientos, de todas formas logró escucharlo a Jin  y susurrar un «adelante»

—¿Qué sucede, Jin? —preguntó desde su cama siendo abrazada por las inmensas sábanas blancas que la mantenían calientita. 

—Hoy vendrán los chicos, ¿Estás ocupada? —preguntó acercándose directamente hacía ella y sonriendo ladinamente.

—No. 

—¿Me ayudas, arreglando la casa?—entonces ella esbozó una sonrisa socarrona, así que para eso la buscaba...

Sonreí malvadamente.

—No. —bromeó, pero al ver la cara de su primo, negó rápidamente con su cabeza.—Sí primito, claro que te ayudaría.

No obstante, mientras se disponía a bañarse y secar su cabello, habían pasado un par de horas desde que había desayunado e incluso les alcanzó el tiempo para poderse a ver una serie en la inmensa Tv. Y esos chicos ya se encontraban en la casa haciendo de las suyas, de nada sirvió arreglar la casa. Reían por cualquier tonterías que decían. La verdad era que a Hye le gustaba pasar tiempo con ellos eran muy divertidos. 

—Jin, ¡tengo hambre!—gritó JungKook achinando sus ojos y pegando al mueble como niño pequeño.

—También tengo hambre.— decía Hoseok lanzándose hacía atrás del sofá.

—Dejemos que Eun Hye nos prepare algo, a ver si no quema la cocina.—bromeó YoonGi.

—Vete al diablo, YoonGi. —respondió ella lanzandole una almohada.

—¡Yo soy el diablo, querida!—todos comenzaron a reír, mientras ella disponía a sacar su precioso dedo corazón. —¡Amargada! —exclamó él con un tono de sátira. 

—¡No la llames así! —contraatacó Jin poniéndose a favor de su querida y adorable prima 

Ella inconscientemente se burló.

(1) Hasta Aquí © | Jung Hoseok ➵En edición.Where stories live. Discover now