1. Una pequeña historia

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Me quedé despierto hasta tarde la noche anterior al día en que mi vida cambiaría.

No soy alguien muy comunicativo, más después de lo que e vivido, pero para contar esta historia, lo haré desde el principio, nací en Cenobia, una ciudad marginal dentro de los limites de Konoha, el reino de la oscuridad, luego le seguían otros 7 reinos, Tesara de viento, Tahiun de agua, Solaris de la luz, Micenas del rayo, Onua de tierra, Co-coro de hielo y Pyrus de fuego, se dice que estos reinos estuvieron en guerra durante mucho tiempo, pero que después volvió la paz, aunque se cree que la guerra continua, aún a pesar de que en esos días habían pasado unos 154 años desde que Konoha dejó sus puertas cerradas, tienen las fronteras vigiladas día y noche, durante toda la semana, o al menos así lo veía desde que tenía 7 años, dijeron que tendría problemas de la vista, pero mis problemas no fueron los más convencionales, a la edad recién mencionada, me tropecé en las escaleras, rodé bastante hasta que casi me golpeo con una cornisa de una estructura donde mi madre solía plantar unas flores a las cuales ella decía que apreciaba demasiado, dicen que cuando iba a golpear mi cabeza contra la cornisa, aparecí al lado de las escaleras, empecé a llorar sangre y me llevaron rápidamente al hospital, el doctor que nos atendió no pudo explicar como pasó, pero mi ojo izquierdo se convirtió en un ojo de sangre con tres espigas, un ojo maldito, por lo que no se podía hacer nada más que darme unas gotas por el caso que me doliera y un monóculo con el lente oscuro para que no se viera mi ojo, no mejoró lo que vendría después, mis padres cambiaron su relación conmigo drásticamente, si antes costaba que me notaran, ahora decían que era adoptado o a veces decían que no existía, así pasó hasta que cumplí los 11 años, ya que si mi vida era casi una completa basura en mi casa, con la escuela se convertía en una basura completa, recibía burlas y sufría de abusos constantes de parte de mis compañeros y profesores, era una tortura, pero aprendí a llevarlo, pero no era suficiente, nunca lo era...

Tenía varios acosadores de los cuales sólo recuerdo a una, era una chica, se llamaba Mari Shimada, era una mal nacida que disfrutaba de hacer sentir mal a las personas por diversión y porque quería desquitar la soledad que sentía, su padre se fue y nunca volvió y no miraba a su madre ya que era coordinadora de la escuela, pero eso le daba más por presumir su estatus y su procedencia de Solaris y como si eso fuera poco, le encantaba humillar a quienes fueran directamente de Konoha, pero ni a ellos los trataba como me trataba a mi, era como su juguete personal, por lo que trataba de alejarme todo lo que pudiera a donde sabía, al igual que todos los demás, que ella odiaba estar, o sea en los lugares donde había vegetación, por lo que siempre aprovechaba eso e iba a los jardines de la escuela, pero estos espacios se iban limitando hasta el punto de que sólo quedó un área a la cual nadie se acercaba, un viejo roble el cual se encontraba en área desértica, de algún modo sobrevivía estando allí.

Debido a que ningún estudiante se acercaba, decidí hacer de ese roble mi lugar pacífico, aunque sentía miedo de perderlo también, pasé mucho tiempo estando en ese árbol, era muy grande para ser un roble y contaba también con una sombra muy agradable a pesar de estar en un área desértica.

Siempre me dirigía a ese lugar para cualquier cosa, hasta para dibujar en la arena que casi cubría las raíces, fue mi mejor momento de paz pero, cómo era habitual, Mari intentó quitarme el único lugar vacío que tenía.

— ¡ Oye ! — gritó — larga te, no perteneces aquí.

Su voz me sacó de mis pensamientos y enfocarme en la realidad, era la hora de descanso, yo estaba bajo el roble con mi cuaderno de dibujo en las piernas, al parecer me había quedado dormido.

— ¿ No escuchas te ? — preguntó Mari de modo sarcástico — ¡ largo de aquí !

Era desesperante escucharla, cuando levanté la cabeza miré que unas chicas iban con Mari, recordé entonces quienes eran, eran hermanas gemelas, sus nombres eran Virgo y Midna, eran las hijas de la misteriosa enfermera de la escuela, de quien apenas se sabía nada, sólo que su nombre es Luna Stunade, Mari, Virgo y Midna se conocían desde pequeñas, eran muy buenas amigas, a decir verdad las envidiaba por eso, ya que yo estaba completamente solo, pero a diferencia de Mari, las gemelas eran buenas personas y eran exageradamente populares, demasiado para estar en 4to grado.

— ¡¿ A caso estas sordo tuerto mal nacido ?! — volvió a gritar Mari sacando me de mis pensamientos.

— Mari, ya para — dijo Virgo.

— Nadie lo molesta en este sitio — siguió Midna — da le al menos un tiempo de tranquilidad.

Sabía que lo hacían por lástima, por lo que me puse a escribir en la tibia arena desértica donde se encontraban las raíces del roble, le escribía al viento.

— No suelo pelear con ustedes por cosas como esta, esta bien, vámonos — dijo Mari.

Entonces dieron media vuelta y se fueron, para ese momento ya había terminado mi poema que decía:
A quien corre libre por la llanura, corre también por en el cielo sin atadura, viendo la luna en la noche oscura, pero siempre viendo al mundo a veces sin su cordura... ”

Luego de eso Mari regresó a donde estaba y pasó su pie en cima de la arena donde había escrito el poema, se burló de lo que hice y se fue.

Luego de un tiempo decidí ir a la cafetería a comprar algo para comer ya que no había comido nada en todo ese tiempo, ya que la cafetería estaba al aire libre fue fácil llegar, pero a pesar de su ubicación, para mi el aire no estaba para nada libre.

— ¿ Qué tal tuerto ? —

— ¿ Donde dejaste tu otro ojo ?, jajajaja —

Era lo típico, pero ya no pude soportarlo y exploté, literalmente, sólo sentí que algo dentro de mí estallaba y cuando abrí los ojos toda el área al rededor de mí estaba hecha un desastre y los compañeros a mi alrededor se levantaban aturdidos del suelo, no soporté el miedo y la vergüenza, por lo que decidí salir de allí.

De algún modo logré escapar de la escuela y me dirigí a mi casa lo más rápido que mis piernas me lo permitieron y cuando llegué a mi casa vi que el auto de la enfermera de la escuela estaba estacionado en frente de mi casa pero ¿ qué estaba haciendo ella aquí ?...

El Caballero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora