22° Amistades que valen

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En el recreo no me sorprende  verlo rodeado de sus amigos, quienes lo consuelan como si uno de sus padres hubiera muerto

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En el recreo no me sorprende verlo rodeado de sus amigos, quienes lo consuelan como si uno de sus padres hubiera muerto. A mí nadie me consuela, nadie me pregunta siquiera qué sucedió. Eso hasta la salida cuando Laura e Isabel se me acercan.

—¿Qué pasó? —preguntan como si no supieran nada.

—Terminé con Arturo, imagino que ya lo saben, estuvieron hablando de eso a mis espaldas todo el día.

—Bueno, no te enojes, pero él tiene razón, esa fotos nada que ver —dice Laura.

—No voy a darles explicaciones a ustedes tampoco, obviamente están de su lado. —Me retiro dejándolas con ganas de chismear. Sé que no van a entenderlo tampoco, ni les interesa, solo quieren que les diga mi versión de los hechos para saciar su morbosa curiosidad y tener más material para el chisme. Si sus intenciones fueran sinceras, me habrían venido a preguntar lo sucedido antes de aislarse con él o decirme que tiene razón.

Rosa apenas me saluda cuando llego a casa y le rechazo una merienda. Me siento mal, mal anémicamente. Esto no debería afectarme, es una tontería, pero igual empiezo a llorar. No sé por qué, pero la primera persona en quien pienso es en Nicole y la llamo desde mi cuarto.

—Terminé con Arturo —le cuento.

—¡Por fin! —exclama, suena tan feliz que me hace sonreír un poco—. ¿Cómo te sientes? ¿quieres que vaya?

—No es necesario, es que me molestó mucho y no debería tomármelo en serio, pero ya sabes...

No sé cómo lo hace pero empieza a hablarme y me hace sentir mejor. Le cuento lo ocurrido, lo de las fotos y le pregunto si está de acuerdo en que tomarme fotos con Matías es inapropiado teniendo novio. Tal vez yo y mis grandes aptitudes sociales no nos damos cuenta que estamos muy equivocados. Sin embargo, se pone de mi lado de inmediato, ella piensa como yo, no hice nada malo y él no tiene derecho a decirme qué hacer.

—¿No es que le hayas puesto los cuernos verdad?

—No, bueno, te confieso que si lo besé, pero estaba drogada, no sé si cuenta y no tuvo nada que ver con las fotos. —Espero que con esto no cambie de opinión respecto a mí.

—¡¿De verdad?! ¿Cómo que drogados?

—Es una larga historia.

—Me la cuentas mañana, a mí y a la Ale, tengo que irme a clases. Si necesitas hablar a la noche o que nos veamos yo me tele transporto si es necesario. Chau nena, y no llores por ese imbécil, después de las que te hizo se merecía más que una cachetada.

Me despido de ella con un cambio radical en mi humor. Al colgar me doy cuenta que es jamás tengo conversaciones de este tipo con otra chica. No solucionó mis problemas, simplemente me hizo sentir mejor y es lo que necesitaba.

Por tu amor al ArteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora