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Max tiró la radio al suelo en cuanto vio a Luna saliendo de la jungla, y no le importó si el mismísimo fin del mundo estaba sucediendo por encima de ellos. En cuanto llegó a ella, los dos abrieron los brazos y no se soltaron durante varios segundos.

James pudo notar la presencia de su hermana, pero sabía que aún era muy pronto para que pudiera pedirle perdón. Ya se daría la ocasión más adelante, y el Pasajero esperaba que aquello sucediera antes de que activara la bomba y pusiera fin, no sólo a la maldad y la oscuridad, sino a su vida también.

—Sigan dándose amor, que lo que necesitamos hoy en día es que la gente no se odie... más de lo que ya se odia —Owen apareció por detrás de Luna y le dio una palmada a Max en la espalda—. ¿Dónde están los demás?

James estaba del otro lado de la playa, junto con Chase, revisando los últimos detalles. El motor del submarino había cambiado totalmente. Los tubos que, en algún momento, lo conectaban con todo el mecanismo y la estructura del vehículo marino habían desaparecido, y ahora había varias cajas de pequeño tamaño sobre la arena. Dianne ayudaba al novato de la MI6 a sacar de ellas los explosivos, y él, con lentitud y con un traje especializado, los tubos de plutonio en el interior del motor.

—La verdadera pregunta es cómo vamos a meter esta cosa —señaló James— a la Pirámide Invertida.

—Hemos vivido de lo imposible —terció Owen—. Resultará.

—Pensé que estarías con los Pasajeros, mientras entraban al Atlantic —murmuró Dianne.

—Kevin Smith está al tanto de la situación. Creo que les abriré camino hasta el corazón de la Ciudadela, y a partir de ahí, ustedes se las arreglarán solos.

—¿Nos vas a dejar?

—Tengo a cuatro mil personas que no saben defenderse ni de un pollo en la Isla Opuesta —explicó Owen—. Es fundamental que ellos sean los primeros en sobrevivir. El Atlantic de esta dimensión debe cruzar el Triángulo.

—¿Por qué? —preguntó Chase.

—Sólo así se borrarán sus recuerdos —el acto de presencia de Jeremías ya no espantó a James, ni a Dianne, pero Chase soltó un grito lo bastante agudo al mismo tiempo que caía de espaldas sobre la arena—. No podemos permitir que conserven todo lo que han visto. Sería una tortura demasiado grave para ellos.

—Ya hicimos lo mismo con los Pasajeros de la Dimensión Uno —Gabriel emergió de la nada, a espaldas de Chase, quién volvió a gritar y se movió con suma velocidad en el suelo hasta llegar a Owen—. Se encuentran en el avión que trajimos de China. Están en una especie de coma. Despertarán al cruzar el Triángulo.

—¿Quiénes demon...? —chilló Chase.

—¿No pueden estar los Salvadores cuidándolos? ¿Ustedes? —preguntó James, dirigiéndose a Jeremías—. Necesitamos a Owen aquí.

Pero para sorpresa del Pasajero, fue Owen mismo quién caminó hasta él, y colocó su mano sobre su hombro.

—James... tienes a estos finos y elegantes caballeros de tu lado —no era sarcasmo, sino una gota de humor sobre un comentario serio—. Estarán bien. Les abriré camino hasta la Ciudadela a quiénes avanzarán por tierra.

—Algunos iremos en el CHASE YC-122 —dijo Dianne—. ¿Por qué iría alguien por tierra?

—Porque necesitamos recuperar el Ladrillo de la Pirámide —Allori salió de la jungla, cargando un par de mochilas con rifles sobresaliendo de sus cierres, al igual que una escopeta—. Sólo así, la Pirámide recuperará su dominio.

—Y la Isla se moverá —añadió Owen—. Es nuestro seguro de vida. Si no destruimos esa cosa, al menos habremos salvado al Triángulo, y a la existencia misma... otra vez.

Paralelo [Pasajeros #4]Where stories live. Discover now