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Pasar aquella noche en un hotel, en Madrid, fue quizá la mejor idea que tuvo Han en mucho tiempo, y honestamente, ¿a quién no le haría bien algo de descanso? No había nada que pudieran hacer en esos momentos. Según las últimas palabras de Owen, Aurora transportaría a su grupo hasta tierra firme, en América. Después, regresaría a la Isla Opuesta para reunirse con Dylan y Bill, y hacer un viaje directo a la Isla. Sonaba a un buen plan, sobretodo porque se reencontrarían al día siguiente.

—Nuestro vuelo a Fort Lauderdale sale a las 11 de la mañana —indicó Chase, en cuanto entraron a sus habitaciones compartidas—. Debemos estar despiertos a las siete, a más tardar.

—Son 4 horas de sueño —dijo James—. Suficiente para mí.

Todos se despidieron tan solo con señas. James y Luna durmieron en la primer habitación, mientras que Allori se apropió de una cama para ella sola, dejando a Han y a Chase compartiendo la otra.

Sin embargo, aquella noche, James no pudo dormir. En cuanto se recostó, las dudas comenzaron a brotar, quitándole el sueño, y provocándole ganas de gritar a los cuatro vientos, para ver si alguien en aquél mundo pudiera responderle.

Unas horas antes, había sido testigo de cómo Luna había calmado a aquél hombre que estaba bajo el control de Pandora con tal solo tocarlo. Aquello era sobrenatural. Era único. No era algo que pudiera denominarse como normal. Era una completa anomalía. Era... el Triángulo.

Luna se lo había comentado.

—El Triángulo me lo hizo saber —había respondido ella—. Siento sus palabras en mi interior.

¿Eso significaba que también la había dotado de dones espectaculares? Había sobrevivido al zarpazo mortal de una discípula de Pandora, y luego, había logrado mantener cuerdo a un hombre herido. Sin mencionar que, del mismo modo, ella había soportado a Pandora en su interior.

¿Quién era Luna en verdad?

—James, deja de rechinar los dientes —la voz de su hermana lo regresó al hotel.

Estaba recostado en una de las dos camas individuales de la habitación, de espaldas a la cama de su hermana, y no se había dado cuenta de que estaba apretando mucho la mandíbula.

—Lo siento —musitó él.

Muchas cosas habían estado sucediendo en los últimos días. Si James pensaba en los dos meses anteriores, tomando en cuenta de que el tiempo en la Isla era diferente al de cualquier otra dimensión, todo lo que había vivido era increíble. Anormal. Fantástico. Pero eran los acontecimientos recientes los cuales ponían al Pasajero en un estado de confusión.

En primer lugar, Dylan y Owen. Aquél par de personas que, tanto en la Isla como en el mundo real, le habían enseñado tanto del Triángulo, así como de la vida misma. Owen tomaba todo a la ligera, pero a la hora de regañar, o hablar en un tono más serio, era el maestro; Dylan, en cambio, se veía demasiado maduro para tener tan sólo veintitrés, o veinticuatro años, y verse de tan solo veintidós. ¿Cuántos años podía vivir alguien en la Isla? Si los comentarios eran ciertos, el modo de vivir ahí cambiaba mucho. No había enfermedad. Los aires de la Isla eran diferentes. Todo era diferente.

—¿Estás bien?

Luna estaba de nuevo ahí. Preocupándose por él. Preocupándose por cualquier cosa que tuviera que ver con su hermano.

Cuando la vio por primera vez, en Londres, todo dio un cambio. Ya no le interesaba tanto el terminar los problemas, o dar con el tal Blackwood que los estaba persiguiendo. No. Ahora quería saber dónde estaban, y la razón exacta de porqué estaban ahí. Dimensiones, viajes entre líneas que separaban galaxias... su hermana estaba viva.

Paralelo [Pasajeros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora