—Esto da miedo —musitó la chica.

—¡Luna, pensé que jamás saldrías de ahí! Ya sabes... una chica llorando siempre es mala señal.

—¿Qué es todo eso? —Luna señaló las mochilas—. ¿Iremos a la guerra?

—Las granadas de portal las diseñé cuando estábamos en Londres —le explicó Chase—. No quiero gastar ninguna ahorita. Démosle las gracias a Aurora y su mano, que en realidad era Pandora, ya que su ADN sirvió bastante para diseñar estas cosas.

—¿Las balas azules?

—Con las propiedades con las que Owen sacó a la vieja loca de tu cuerpo. Podremos enfrentar a los Pasajeros de Tinieblas y a Pandora en persona con un par de disparos.

—¿Y los lentes?

—Pensé que se vería bastante cool, combinando todo esto con nuestro atuendo —sonrió el novato, guardando otro par de granadas en una quinta mochila—. No, no es eso. Sino que... bueno, James mencionó que mataron, o eso creyeron, a un Pasajero de Tinieblas, en el Market Diecisiete, allá en Fort Lauderdale.

—Así es.

—Bueno, y luego reapareció, como si nada hubiese pasado.

—Sí.

—Supongo que... su cuerpo de Tinieblas logra escapar. Verás... si rompes una escultura de arena, en plena ráfaga de viento, en realidad la escultura sólo pierde su forma, y sus arenas se esparcen por el aire. ¡Puede volverse a formar! ¿Qué si sucede lo mismo con estos hombres?

—Entonces con estos lentes, ¿podremos ver las Tinieblas al momento en el que se deshagan?

—Eso quiero pensar —dijo Chase—. Las he usado para armar las balas, y deja muchas partículas de extraños componentes en el aire. Será sencillo usar todo esto en el campo de batalla.

Era inminente. El final estaba próximo, y sin duda alguna, sería algo garrafal. Algo de grandes proporciones. Ellos eran los refuerzos de James, Dylan y el resto de los Pasajeros en la Isla.

—¿Qué hay de los materiales que nos solicitó James? Para armar la bomba... y esas cosas.

—Ya están en el avión —terció Chase—. La MI6 pudo conseguirnos un jet privado, con todo lo que solicité. Creo que será el último asalto, así que pedí uno de lujo. Prometo retirarme después.

—¡Sólo tienes como treinta años!

—¡Y tú ni veinte! —le espetó Chase—. ¡Ni creas que voy a dejar que vengas con nosotros! 

—Luna...

Cooper estaba detrás de ella, en el rellano de la puerta. Había dejado el pudín de chocolate, y ahora se mostraba más serio de lo normal. El tono de su voz implicaba alguna charla motivacional donde, sin duda alguna, le darían las explicaciones de porqué no iría la chica con ellos.

—Escucha, por algo James hizo las cosas —dijo Cooper.

—No quiero hablar de eso en este momento —le cortó Luna—. Tengo que ayudar. Todos somos piezas fundamentales en este viaje.

—Nos vamos a enfrentar a Ben y a sus secuaces en la máxima extensión de la palabra —indicó Chase—. Pandora, mercenarios... ¡habrá de todo! Puede que muchos no sobrevivan.

—Correré el riesgo —le atajó Luna, mirando primero a Chase, y luego regresando su mirada hacia Cooper—. Es tu mejor amigo, y aunque las leyes dimensionales digan lo contrario, también es mi hermano. Nos va a necesitar allá. A todos. No pudimos tener ayuda del ejército, pero contamos con las líneas de defensa de la Isla.

—¿Venados furiosos? —farfulló Cooper.

—Los raptores, hay un megalodonte...

—¿Un megalodonte vivo? —saltó Chase.

—Tigres, leones... —Luna no le hizo caso—. El Triángulo no nos dejará sin nada. Además... me tienen a mí.

Tanto Chase como Cooper la miraron sin decir nada. En cualquier otra situación, se hubiesen reído, y proseguido la conversación, sin ella participando, pero ambos sabían que Luna no era nadie normal. Al menos no poseía habilidades normales. 

—No sé con exactitud qué quiso decir Owen con que yo puedo resultar ser un arma, pero... en el American Sea... tomé a Ben desprevenido. Lo derroté con un simple bote de madera —murmuró Luna—. Las discípulas de Pandora no pueden hacerme daño, y las únicas armas que... posiblemente puedan están en el mundo real. No vamos a enfrentar al mundo real. Sino a las Tinieblas. Déjenme ir. Tengo que ir. James me necesita.

Cooper comenzó a negar con la cabeza.

—No, Luna... ¿sabes cómo reaccionaría James si algo te llega a suceder en pleno campo de batalla? ¡Peor aún! ¿Sabes cómo me sentiría yo, sabiendo que dejé ir a la hermana de mi mejor amigo, a su inminente muerte?

—Creo que estás exagerando, amigo —se bufó Chase.

—No sé si sea conveniente...

—Va a salir bien —terció Luna—. Además, Owen irá con nosotros.

—¡Owen está en China! —farfulló Chase.

—Entonces —soltó Luna, un poco harta—. ¿Quién va a hablar por la radio?

Un instante después, casi como un chasquido, uno de los monitores de Chase vibró, y la radio que tenía a sus espaldas comenzó a sonar.

¿Quién sigue en tierra? —Luna sonrió al escuchar la voz de Owen—. Aquí el hermosísimo, bello y único Atlantic Tres dieciséis, desde China hasta San Francisco... ¡tardé mucho en darle la vuelta al mundo por medio de portales que su amigo Gabriel abrió para mí! ¿Van a subir a bordo, o qué?

Paralelo [Pasajeros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora