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Creo que su hámster está a punto de desfallecer asfixiado entre sus dedos.

—Dy-Dylan, Tatón está... —Al oír aquel gracioso nombre con el bautizó a su adorable roedor es que parece volver en sí. Afortunadamente nota a tiempo que comprimía con fuerza a su preciada mascota, por lo que, luego de acariciarlo con suma delicadeza mientras le pedía mil perdones, adjudicándome de paso la culpabilidad por haberlo torturado de esa forma; es que, finalmente, lo devuelve, sano y salvo, a su gigantesca jaula.

Una vez se asegura de que el pequeño animal tiene alimento y agua suficiente, regresa y toma su puesto en su cama, a mi lado.

—No puedo creer que hayas sido tan desconsiderada con él.­­­­

―Tú estabas asfixiándolo, no yo ―evado.

―As, parece que tu cuello quiere tomar el lugar de Tatón en mis manos ―murmura sin expresión en el rostro.­­­­­­

Diablos, no puedo contra este chico.

―Dylan ―siseo en tono cansino―, ¿podríamos cambiar de tema?, ya me he reprochado bastante por lo que hice estos últimos días, creo que con eso tengo suficiente.

―Oh, no, señorita, deja ya de evitar tus culpas y asume tu error.

—¡Rayos, Dylan!, ¡estaban peleando delante de mí! —vocifero, alterada—. ¿Crees que era mejor quedarme de brazos cruzados, eh? No me arrepiento de haberle dicho lo que le dije, entiéndelo, Theo estaba descontrolado y las personas ya comenzaban a mirarle con horror, así que entre impedir que él saliese perjudicado o que Alan recibiera una lección pues preferí lo primero. —Esquivo su mirada. Froto, posteriormente, mi frente con la yema de mis dedos con exaspero­­­―. Créeme que lamento mucho si lo lastimé, pero no tuve idea alguna de cómo frenarlo y en mi desespero no hallé otra forma de detenerlo que diciéndole aquello.

―Oh, As, claro que te entiendo, pero... ¿quieres que te diga lo que pienso?

Asiento.

—¡Tan sólo debiste dejar que lo moliera a golpes! —agrega, desidioso.

—No estás comprendiendo la gravedad del asunto, Dylan. —Expongo ya rendida pues comprendo que el haberle omitido algunos detalles al relatarle lo sucedido solo lo volvió menos transigente, aunque sé que de haberle contado todo sólo habría sido mucho peor—. Además, Theo no tenía por qué reaccionar de esa forma y tampoco estaba en la obligación de defenderme, no le correspondía hacerlo, no tenía motivos para...

—La que no está entendiendo ahora eres tú, tontita. —Dylan sonríe como si hubiera llegado a una conclusión que para mí sería difícil alcanzar, luego refriega su mano bruscamente sobre la parte superior de mi cabeza como si estuviera tratando con un perro juguetón, despeinándome por ello en el acto—. Sin duda te he dejado en buenas manos.

El llanto de una Azucena© | Actualizaciones lentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora