Nadie podía decir que no comía sano... De vez en cuando... Una vez al mes.

Cuando terminé mi desayuno, cepillé mis dientes y pasé por la habitación de mi hermano para despedirme, tomé todas mis cosas y partí hacia la oficina.

Era curioso, porque sentía como si debiera estar devastada. Pero... estaba llevándolo extrañamente bien. No lágrimas, no histeria, no deseos de matar a alguien... solo... bien. A pesar del dolor que habitaba en mi interior.

Esperaba que Ian lo estuviera llevando de la misma forma, porque de lo contrario, estaría dándole el placer a Miranda de haber conseguido su cometido. No estaba dispuesta a hacer algo como eso, nunca.

Entré en la empresa con una sonrisa en el rostro, cruzándome casualmente con Linda, quien me sonrió extensamente.

―Cindy, ¿Cómo estás? ―me preguntó Linda con su suave y cantarina voz. A veces Linda me recordaba a un conejito. Lindo y adorable.

―Bien, muy bien, gracias, ¿y tú? ―respondí con una sonrisa, apretando el botón del ascensor. Detrás de nosotras lentamente comenzaba a congregarse una buena cantidad de personas esperando por el ascensor. La mayoría de ellos no repararon en nuestra presencia porque estaban demasiado ocupados en sus móviles.

―Un poco cansada, ya sabes, el trabajo y mi hermana pequeña consumen todo mi tiempo ―se encogió de hombros y subió la montura de sus gafas― pero estoy bien.

―¿Tienes una hermana pequeña? ―solté extrañada sin poder evitarlo. Linda nunca había hablado sobre una hermana pequeña ni nada que se le pareciera.

―Sí, tiene cinco años y mucha energía ―rió, su nariz arrugándose como cada vez que lo hacía― cuando termino aquí la busco en la guardería y la cuido hasta que mamá vuelve del trabajo. Pero no es tan sencillo como suena. Kendall es un huracán y la mayor parte del tiempo se...

Exhalé bruscamente al sentir una fuerte patada y llevé por instinto mis manos a mi abdomen. Luego una sonrisa se dibujó en mi rostro, confundiendo a la preocupada Linda, la cual tenía sus ojos abiertos como platos y miraba ansiosamente entre mi abdomen y mi rostro.

―¿Estás bien?

―Sí, no te preocupes, es solo que se movió y aun no me acostumbró a la sensación.

Linda abrió aún más sus ojos.

―Yo... esto... ―balbuceó― puedo... ―apunto hacia mi abdomen insegura, a lo que yo rodé los ojos y con una sonrisa atraje su mano a mí. Cuando Erick pateó, Linda dio un pequeño salto y llevó su mano a su boca impresionada― Eso fue... ¡Genial! Cuando mamá estaba embarazada de Kendall, ella nunca se movió, por lo que nunca pude sentirla moverse. Pero es... Wow, debe sentirse aún mejor si eres tu quien lo lleva.

―Es genial. Un poco extraño, y siento cosquillas, pero es genial ―concordé sintiendo como Erick se movía en mi interior.

Cuando nos montamos en el ascensor, las personas, como siempre, formaron un círculo a mi alrededor y procuraron no tocarme.

Era gracioso, pero no me quejaba.

Cuando fue el turno de Linda de bajarse, me dio tímida una sonrisa, mirando de reojo mi cada vez más abultado estómago y salió del ascensor.

Bajé en mi piso cuando ya no quedaban demasiadas personas, pero siempre se agradecía el poder respirar algo más que perfumes costosos y ciertos... expelentes del cuerpo humano llamados comúnmente como gases.

Era una maravillosa mezcla que revolvía mi estómago mucho más que las náuseas de los primeros meses.

Alisé las arrugas de mi falda y emprendí camino hacia la oficina de mi jefe.

My Complement. MADLY IN LOVE #1Where stories live. Discover now