Capítulo 24

22.6K 2.9K 387
                                    

Ocho en punto de la mañana. Esa era la hora exacta en la que Giorgiana se presentaba frente al hermoso palacio donde residía el presidente de Francia. Ese día, Giorgiana tenía dos metas. La primera: conocer al presidente y acercarse a él lo máximo posible; Y la segunda: Molestar incesantemente a la lady Quilet.

-¿Es usted madeimoselle Charpentier? - preguntó un hombre con una hermosa cara estilo francesa, lamentablemente era demasiado mayor como para no tener arrugas y bastante serio como para tentar a cualquier doncella.

-Sí.

-Pase, su excelencia la espera en el jardín para tomar el desayuno- indicó el hombre comenzando a caminar.

-¿Toma el desayuno siempre en el jardín? - preguntó la joven con curiosidad.

-Sí, le encantan sus flores señorita, las hizo poner en el palacio casi en cuanto tomó el cargo.

-No me lo esperaba de un hombre tan serio como él- sonrió la joven.

-Creo que la seriedad no impide a un hombre tener contacto con la naturaleza madeimoselle Charpentier.

La voz inesperada de Asher hizo dar un pequeño brinco a la joven dama que se vio obligada a volverse hacia la voz. Por un segundo creyó ver un atisbo de sonrisa familiar y devolvió el gesto.

-Tiene usted razón- aceptó la joven.

-Creo que, así como una mujer puede enamorarse de su trabajo, un hombre puede tener un gusto exquisito para las flores. Aunque lo diga yo mismo- Giorgiana bajó la mirada con una sonrisa en sus labios y negó, intentando centrarse.

Estaba a punto de contestar cuando otro par de pisadas se adelantó por el enorme corredor con baldosas de mármol. Giorgiana casi tuvo la impertinencia de rodar los ojos al reconocer a las dos Quilet. La madre y la hija.

-Oh, su excelencia, veo que se despierta con la gracia de siempre.

-Lady Quilet- Asher tomó la mano a la mujer y le dio un beso cordial -Me alegra verlas a ambas aquí- Madeimoselle Quilet, mi hermana Olivia espera para sus lecciones.

-Oh, muchas gracias milord por dejar que comparta clases con su hermana- miró a la mujer joven que estaba parada junto al presidente de Francia. -Es importante que una mujer reciba algo de educación.

Era una clara declaración de guerra, que Giorgiana no estaba dispuesta a aceptar públicamente. Era una tontería quedar mal delante de su presa, y en ese instante su mira estaba solo en el presidente. Por lo cual, decidió evitar toda confrontación con la chiquilla.

-Me ha dicho su mayordomo que mandó plantar especialmente un tipo de flores, ¿Qué son? - dijo Giorgiana, ignorando monumentalmente la mirada sorprendida que la joven dirigió a su madre.

Y es que, normalmente, Giorgiana hubiese aceptado la invitación a pelear y en ese momento estarían en una batalla de palabras. Pero ahora, la joven Charpentier había convivido lo suficiente con problemas mayores a una chiquilla que intentaba amenazarla y darle guerra. No era nada en comparación con lo que Giorgiana enfrentó en su pasado.

-Camelias- respondió con tranquilidad el hombre, a pesar de que era consciente de la pelea que las Quilet querían desarrollar. -Una flor extremadamente extraña y hermosa.

Giorgiana sintió que su quijada se desencajó. ¿Camelias?, Camelias. Justo la flor que ella amaba, de hecho, era su marca personal y todo el mundo lo sabía, bueno, lo sabían ahora, porque anteriormente, nadie tenía el conocimiento que esas flores en específico, eran sus predilectas.

Una dama indomable (Saga Los Bermont 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora