Capítulo 7

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Miércoles 3 de agosto de 1876.

Diez años atrás.

Giorgiana despertó ese día con una sonrisa. Su corazón se sentía agradecido con todas las bendiciones que llegaron a su vida de improviso. Y toda aquella felicidad era gracias a un solo hombre: Kurt.

Aquel caballero que estudiaba en la universidad de París se había robado su corazón desde el primer instante, y, con el tiempo de estar juntos, ya no pensaba en nadie más. Era indescriptible lo mucho que le gustaba pasar tiempo con él. Y, aunque le costara admitirlo. Todo se lo debía a la traviesa de su hermana menor.

Después de aquel día en el que se encontraron en los cucuruchos de nieve. Katherine se propuso juntarlos de nuevo. Y lo logró. La condenada pelirroja había puesto como excusa los vestidos que habían escogido ese mismo día del encuentro. Argumentando que deseaba cambiar el color de algunos, Giorgiana se vio forzada a acompañarla nuevamente, y, además de todo, la niña recibiría una recompensa, puesto que Kate era poco afín a las cosas femeninas, y al escuchar su madre aquella petición que no podía ser más que de una dama, decidió darle todo lo que quería. Y lo que Kate quería, era un helado de ese lugar a donde Giorgiana la había llevado la primera vez.

La mayor de los Charpentier no sabía si deseaba estrangular o besar a Kate. Puesto que, gracias a ella, Kurt se había acercado más y ahora disfrutaban continuamente de su mutua compañía. De hecho, tenían una rutina en la que compartían sus saberes, algunos de sus ideales y claro, sus sueños.

Después de un tiempo de verse, Kurt le había revelado que en realidad él no era de París, sino que solo estaba estudiando en el lugar. Sus padres, aunque tenían dinero, no eran ricos, se basaban en lo que el trabajo duro les brindaba y su apellido no tenía valor alguno. Aun así, Giorgiana no conocía a un hombre más seguro y más recto con sus ideales. Quería llegar lejos, y ella estaba segura que lo lograría.

-Gigi- Kate llegó a la recamara, asomando su hermosa carita por la abertura de la puerta -¿Iras hoy a ver a Kurty? - susurró.

-Sshh- imploró Giorgiana -Cállate Kathy. Sí. Estaremos en el jardín de camelias.

-Se mi misión general- asintió la niña varias veces -No te preocupes ¿Vale?

Giorgiana no lo hacía. Su hermanita, aunque era joven, sabía qué hacer para distraer a medio mundo y mantenerlos ocupados solo en ella. Era su mejor ayudanta en esas escapadas que daba con su... bueno. Con Kurt.

La joven mujer tomo algunos libros y los metió en una pequeña maletita. Deseaba que Kurt le explicara algunas cosas. Tenía que tener cuidado con eso, si su madre o padre se daban cuenta de lo que estaba leyendo, seguramente la castigarían por un año entero. No se lo podía permitir. Sobre todo, porque no quería distanciarse de Kurt.

La joven suspiro y cogió el maletín, caminando tranquilamente hacia el jardín que ya era uno de los escondites de la pareja. Giorgiana miró una vez hacia atrás, cerciorarse que ninguna mirada curiosa estuviera viendo su partida y corrió hacia el jardín donde seguramente Kurt ya se encontraba esperándola.

Pero cuando llegó, no había rastros de él por ningún lado. La joven paseo sus ojos entre los arbustos, pero Kurt no daba señales de aparecer. Tal vez se le hizo tarde, o quizá algo paso.

-¡Hola! - la tomo por la espalda, abrazándose a su cintura.

Giorgiana expiró un gritó y frunció el ceño.

-¡Me has asustado! - se molestó la joven.

-Ese era el punto, preciosa- asintió el hombre mientras se recostaba en el césped.

Una dama indomable (Saga Los Bermont 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora