5. El niño en el pozo

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Trece años atrás, martes 25 de junio de 1871.

Una jovencísima Giorgiana Charpentier abría los ojos ante un día más en su monótona vida. Casi se cumplía un año desde su escapada hacía el mundo, pero ahora que estaba de vuelta en casa, solo podía sentirse atrapada, retenida no solo por sus padres, sino por los estándares que la sociedad burguesa le pedía al ser hija de gente acomodada.

—¡Gigi! —una joven Katherine entraba en la habitación de su hermana mayor y prácticamente brincaba a la cama.

—¡Kathy, quítate de encima, me aplastas! —le repetía Giorgiana entre risas.

—Mis papás irán a una velada esta noche y me han dicho que no puedo ir, ¡De nuevo!

—No te pierdes de nada Kathy, en realidad, te envidio por no tener que ir —le tocó la mejilla—. Además, ya llegará tu tiempo.

—Me parece que ha de ser algo muy hermoso.

—A veces.

Giorgiana sintió una profunda tristeza al darse cuenta que, desde esa temprana edad, su hermanita estaba comprometida. No podía imaginarse lo mucho que le dolería casarse con un extraño; siendo ella tan revoltosa, no podía pedir un peor destino para ella que tener una boda arreglada.

—Bueno, como sea, dice mamá que te levantes de la cama. Porque si no lo haces vendrá ella a sacarte.

—Dile que ya voy.

—¿Yo? Oh, no, gracias. Yo me voy a montar, aún tengo que pasar por algo de ropa de William.

—¿Volverás a vestirte como hombre? —la mayor negó—. Sabes que mamá te matará.

—Eso es solo si se entera. Además, suele estar más enfocada en ti, tú le causas más problemas que yo.

—Solo porque no sabe lo que haces cuando no te ve.

—Bueno, ¿Culpa de quién es por dejarse ver?

Giorgiana vio a su hermana menor salir de su recámara y se puso en pie para comenzar su día, le gustaban las mañanas, era el momento en el que tendría que decidir su atuendo del día, siempre le había gustado lo referente a la moda, era meticulosa con el asunto puesto que era su manera de expresarse con el mundo. No podía ser de otra forma, las mujeres eran juzgadas con base a su apariencia y si ese era el caso, Giorgiana quería que todos vieran la extravagancia que vivía en ella.

—Gigi, dice madre que te apures si quieres ir a ver telas.

—¡Dije que ya voy! —Giorgiana intentó terminarse de vestir lo más rápido posible.

Aunque terminó pasando otra media hora para que lograra bajar las alfombradas escaleras de su casa. Seguro todos ya estarían en el comedor, desayunando.

—Llegas tarde, Giorgiana —regañó su madre apenas la vio entrar.

—Lo siento, no me di cuenta de la hora.

—Siéntate y come tu comida —le indicó—. Recuerda que tenemos una velada esta noche.

—Hablando de eso, ¿Será posible que no asista?

—Tú madre ha confirmado tu presencia hija —dijo Edmund Charpentier—. Sería de mala educación que no asistieras.

—Pueden decir que me he sentido mal de último momento.

—No diremos mentiras por un capricho, Giorgiana —dijo su madre—. Espero que no nos decepciones. El baile es a las ocho.

La joven bajó la cabeza. Sus padres jamás le perdonarían su revoltoso proceder, el abandonar a la familia no era cosa de nada. Estuvo mal y lo sabía. Pero ya había pasado un año y pareciese que ella nunca volvería a ser la hija que alguna vez tuvieron.

Una dama indomable (Saga Los Bermont 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora