Mi más grande sueño se volvió realidad, conocí a Alan Rickman pero hay un problema, a pesar de la creencia popular él no es para nada amable, al menos no conmigo, ni siquiera me dirige la palabra. Haré lo imposible con tal que me hable.
Hey, soy yo de nuevo, solo quería ver como se encontraban los bebés, llámame si necesitan algo. Los amo.-
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-¿Nada todavía?-
Negué derrotado al tiempo que encendí un cigarrillo.
-Sigue sin devolverme las llamadas.-Exhalé humo.
-Cielito -se acomodó a mi lado- aun no entiendo por qué no le dijiste la verdad, ¿Por qué dejaste que creyera que tienes una amante.-
-Porque tal vez eso sea lo mejor, así no lidiara con la mierda que dejaré tras de mi.-
-Entonces prefieres que piensa que le pones los cuernos a que sepa la verdad? Eso es algo egoísta de tu parte.-
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-¿Egoísta? ¿Egoísta yo?- Me quemé con la colilla del cigarro.
Asintió
-No sabía que el señor Rickman los tuviera tan pequeños.-
Me solté de su abrazo.
-¿De qué carajo hablas?-
-Que ya me harte de toda esta mierda –se levantó- de ver como se están destruyendo y al mismo tiempo me arrastran a todo esto. Tú la amas, ella te ama, tienen unos preciosos hijos que afortunadamente solo heredaron solo lo mejor de ustedes. No puedo entender como estas dejando ir a tu familia, la mayoría de las personas sueñan toda la vida con lo que tú encontraste y aun así prefieres que ella te odie por algo que ni siquiera es cierto. -tomo su bolso- Escúchame bien Alan Sidney Patrick Rickman, arreglas tus mamadas o le diré la verdad a tu novia.- Azotó la puerta al salir.
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