Mi más grande sueño se volvió realidad, conocí a Alan Rickman pero hay un problema, a pesar de la creencia popular él no es para nada amable, al menos no conmigo, ni siquiera me dirige la palabra. Haré lo imposible con tal que me hable.
-Amor lo siento tanto, apareciste de la nada y todo estaba tan oscuro, yo...yo...-Perdóname.
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-No tienes por que disculparte-Negaba con la cabeza al tiempo que se sujetaba la nariz- Ya dejó de sangrar.-
-Pero si le dejaste el ojo morado al pobre y creo que le esta saliendo otra joroba en la nariz.- Emma entró apresurada con un botiquín en las manos.
Alan la fulminó con la mirada.
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-Soy una tonta.- Me llevé las manos a la cara en un intento fallido por no volver a llorar.
-Ya, ya, con andar moqueando no solucionaremos nada. Alan mantén presión en el tabique y ten la cabeza hacia atrás, y a ti pequeña luchadora, te serviré una enorme rebanada de pastel
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-¿Es de chocolate doble?-
-Solo lo mejor para la cumpleañera.- Dijo Alan cerrando los ojos.
-¿Alan?-
-Déjalo cariño, los analgésicos están haciendo efecto.- Se dirigió a la cocina.
Me acomodé a su lado en el sillón, un ligero ronquido comenzó a salir de su boca y la culpa me embargó de nuevo, Alan nunca roncaba y ahora por mi culpa había arruinado su manera perfecta respiración.
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-Lo siento tanto mi vida, te amo.- Tomé su mano.
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