Capítulo 38

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Todas las personas que habían venido a luchar ahora solo tenían un deber: mantener a raya a todos los habitantes de la manada mientras se tomaba una decisión. Así que, mientras decenas de personas intentaban mantener la calma al ser vigilados por tal magnitud de fuertes guerreros, a la orilla del bosque nos encontrábamos reunidos para decidir.

Solo éramos siete personas. De la manada de Álex, mi padrastro estaba en el círculo al igual que Diego, quien en realidad parecía solo querer marcharse. Acompañando a Leo se encontraban dos chicas y un chico, que parecían bastante maravillados por haber sido invitados a dar sus opiniones. La distancia que teníamos con el resto de las personas era a penas suficiente para tener un poco de privacidad y a la vez poder vigilar que todo estuviese en orden.

En mi caso, me sentía un poco incómoda al estar allí. Todos habían asumido que era mi lugar junto al de Álex, y por mucho que quisiera alejarme, no veía como. Era demasiado joven para saber lo que podría beneficiar a un grupo tan grande de personas. No tenía la suficiente experiencia para comprender los riesgos de cualquier situación. Y definitivamente no quería cargar con culpa si algo salía mal. Yo no debía estar en ese grupo. 

Alexander tampoco parecía demasiado animado. Podía leerlo como si se tratase de un libro. Lo conocía demasiado bien y su mirada lo delataba completamente: sus ojos estaban apagados, pero no parecía asustado; sus labios estaban firmemente apretados, pero no parecía ansioso. Todo me hacía pensar que su mente lo estaba llevando a conclusiones similares a la mía, y quería escapar tanto como yo. Pero no podía. Apoyé mi cabeza en su hombro, como muestra de que estábamos juntos. No podía hacer nada mas frente a tantos desconocidos. Solo esperaba que él captara lo que quería y no podía decir.

-- Los alphas de esta manada han muerto -- Álex comenzó a hablar, rompiendo con el silencio que se había formado. Hizo una pequeña pausa y una vez ganó completamente la atención de los presentes, continuó -- Y la única persona con sangre beta sobreviviente no está interesada en reponer el legado de esta familia. Y, por lo tanto, se han quedado sin líderes por derecho de sangre. Las reglas dicen que la persona que asesinó a los antiguos alphas deben gobernar, pero nadie aquí sabe quien fue, ¿O si? -- Todos negaron con sus cabezas -- Vale, entonces debemos estar abiertos a la posibilidad de que la persona que disparó las flechas regrese y reclame el puesto.

-- Debió ser un pícaro. La mayoría de los capturados lo eran y pertenecían a un pequeño grupo, aquellos que lograron escapar del primer ataque volvieron por los que fueron capturados y podría jurar que nadie de ellos reclamaría jamás una manada.

Leo siempre decía menos de lo que sabía. Probablemente se había hecho amigo de muchas personas dentro de las manadas que le proporcionaban valiosa información, aunque tampoco dudaba que tuviera sus contactos entre los excluidos en medio del bosque: los pícaros. Era por eso que dudaba que él estuviera diciendo toda la verdad, aunque tampoco parecía estar mintiendo.  Yo creía que él sabía quien había disparado las flechas.

-- Entonces el territorio debe anexarse a una de las dos manadas oficiales que vinieron hasta aquí -- David interrumpió por primera vez en la conversación. Cuando todos los pares de ojos estuvieron sobre él, se sonrojó un poco. Jamás había visto a mi padrastro avergonzado -- Por lo que tengo entendido, es el autor intelectual quien debe tomar el puesto.

Todos los ojos se fijaron en Álex que de pronto parecía estar deseando que la tierra lo tragase vivo. Yo me había sentido de esa forma muchas veces. Él buscó mis ojos, en busca de ayuda. Si había algo que él no quería, era poseer otra manada cuando ni siquiera había deseado tener una. Pero si lo que David decía era correcto, significaba que él debía tomar el puesto, pues todo comenzó por su intención de rescatar a mi hermano, solo. Leo jamás hubiera llegado aquí si Alexander no hubiese comenzado el camino antes.

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