Capítulo 35

2.3K 270 8
                                    


Esa fue mi peor noche.

Supongo que sería divertido el intentar contar cuantas veces había dicho eso. Esa sería una clara muestra de que las cosas siempre pueden empeorar. 

La fiesta de bienvenida para Álex terminó alrededor de las dos de la mañana, cuando poco a poco las personas comenzaron a irse a sus hogares. Me preguntaba como podían haber tantas personas felices en aquel lugar que ignoraban todas las tragedias de las demás vidas o familias, por muy cerca que estén unos con otros, ¿Cuántas veces había sido yo quien desconocía el sufrimiento ajeno? 

Yo llevaba algunas horas recluida en el cuarto de Álex, esperando que él llegara. Necesitaba decirle esa misma noche lo que Leo me había contado antes de salir de la manada, sabía que tal vez al día siguiente no tendría suficiente valor para volver a pronunciarlo. Mi familia se había ido a su hogar a penas supieron la noticia, con lágrimas en los ojos y el shock plantado en todo su rostro. A todos les costaba asimilar lo que había pasado. Y claro, mamá había querido que regresara con ellos, pero yo ya no sentía ese lugar como mi hogar, o tal vez no quería que lo fuese.

Alexander llegó una media hora después de acabada la fiesta. Para ese momento, sabía que mi apariencia no era muy buena, me veía como cualquier persona que llevaba horas llorando y torturándose. Mis ojos estaban rojos e hinchados, mi cabello desordenados y me dolía la garganta por haber intentado gritar en silencio.

No quería sumirme en una charla liviana antes de tener que soltar lo que nadie quería oír. Necesitaba sacarlo todo lo más rápido posible, sin pausas, sin interrupciones, no quería endulzar la verdad y de cualquier forma no veía cómo sería posible con lo cruda que esta era. Era simple: Diego moriría por mi culpa. 

Así que lo dije. No esperé a que él me invitara a hablar, simplemente una vez cerró la puerta conté la misma historia que con mi familia, solo que con algunos detalles más que Álex debía conocer. Él se mantuvo en silencio mientras yo hablaba ya sin lágrimas por derramar. Habían momentos que me sentía fuera de mi propio cuerpo mientras hablaba, como si fuese solo un cuerpo sin alma, y quien hablaba era solo el cuerpo. 

-- ¿No hay nada que podamos hacer? -- Álex preguntó, una vez terminé.

-- No.

Esa noche casi no dormí. Cada vez que cerraba mis ojos, mi mente e imaginación se encargaban de proporcionarme una tortura diferente. Estaba conspirando contra mi misma. Las pesadillas cada vez se hacían peores, una tras otras me llevaban a un nivel mayor de desesperación. La primera estaba contextualizada todavía en la manada de los tíos de Álex, en el momento que cenaríamos todos juntos y mi había un trozo de mi postre envenenado en cada platillo. El veneno solo fue efectivo para Álex y yo lo observaba retorcerse de dolor en el suelo del salón junto a los otros alphas, que miraban casi con complacencia entre ellos. Una vez me desperté en medio de la oscuridad y me tranquilicé, intenté dormir de nuevo. En la segunda pesadilla seguíamos en la manada, no habíamos conseguido escapar después de intentar asesinar a los alphas. Nos habían capturado y llevado a una de las cárceles,  en la cual nos habían separado. Estaba sola en una habitación, solo con una ventana frente a mí, a la que decidí asomarme casi como por un llamado divino. Y allí, justo frente a mis ojos, se estaba desarrollando un nuevo infierno: había una fila infinita de personas de rodillas con la cabeza baja, junto a ellos los tíos de Álex daban vueltas con un hacha, como decidiendo quien sería la primera víctima. Todos los rostros allí eran de mis conocidos, cercanos, amigos y familia. No quería verlos morir. Desperté después de ver como los decapitaban, mucho más alterada que la vez anterior. Todos los decapitados habían sido mis conocidos, menos la última: era una niña de unos 7 años. Solo una vez despierta comprendí que se trataba de yo misma. 

Behind the glassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora