CAPÍTULO 48 -TOCANDO LAS PUERTAS DEL CIELO

517 54 35
                                    

Me costó horrores soltar a Jeff. Estaba muy cómoda con él y también tenía miedo a que se volviese a marchar de mi lado. Extrañaba estar con él, pasar las tardes muertas hablando sobre nuestras mil y una fantasías y alocadas ideas o tocar la guitarra juntos. Desde que le perdí la pista hacer cualquiera de las anteriores acciones suponía una dosis extra de recuerdos, de memorias sobre mi amado amigo al que deseaba con todo mi corazón. ¿Por qué me era tan complicado quitarme a alguien de la cabeza? ¿Por qué los mismos pensamientos me invadían una y otra vez? Sin darme cuenta abracé a Jeff con más fuerza y él habló. 

—Tranquila Mandy, no me iré, nunca más.

—¿Lo dices en serio?

—Nunca te mentiría, y menos cuando me miras así —acarició mi barbilla al mismo tiempo que me miraba con ternura haciendo que me sonrojase.

Jeff acercó más su cara hasta que nos besamos. Fue un beso agónico, un beso que deseaba con toda mi fuerza. Desde aquella vez en la playa no le besaba y ya lo necesitaba, le necesitaba conmigo. Para mí el poder sentir otra vez sus tiernos labios sobre los míos resultaba el mayor de los regalos que se me podían hacer. Deseaba a Jeffrey, deseaba cada parte de su perfecta anatomía, le deseaba a él. Aunque estaba en una nube una cuestión se apoderó de mis pensamientos.

—¿Y Ángela?

—Ya no es mi Ángela, ahora es Ángela McCoy, está casada —contestó con pesadez.

Tras ver su mueca triste me fijé en su rostro y brazos. Sus ojeras estaban muy marcadas, más de lo normal, como si no hubiese dormido en días. Además, atisbé grandes picotazos en sus níveos brazos. Hacía años que estaban ahí pero no tan grandes, tan rojos, tan dolorosos. Sabía lo que había pasado Jeff y no podía dejar de culparme a mí misma por no haber estado junto a él cuando caía cuesta abajo y sin frenos, en sus peores momentos. Tenía que haber estado con él, cuidándole, queriéndole y no jugando a los mánagers como estuve. Tal vez ya sea tarde pero cuidaría de él.

Jeff, al notar cómo le miré los brazos se los tapó, como si así pudiera borrar la imagen que pululaba en mi mente.

—Jeff, no temas, he visto cosas peores y créeme, no me vas a horrorizar. Te voy a cuidar.

—Gracias, Mandy. ¿Podemos entrar a la casa? No me agrada hablar en un sitio público, más que nada por si viene prensa. Aunque Axl, Slash y Duff son los faranduleros a mí también me acosan —contestó riendo.

—Claro —asentí para después recoger la guitarra y la silla.

Entramos a la casa y fuimos a la sala de estar donde nos sentamos a charlar mientras tomábamos un refresco. Aunque ahora era una superestrella no dejaba de ser el muchacho tranquilo y dulce de siempre. Él miraba la sala sonriente, seguro que con una pizca de nostalgia pues cuando éramos pequeños venía muchas tardes junto a Billy a merendar y después a tocar en el garaje. Tía Molly siempre nos ha ayudado, incluso nos cedía su garaje cuando no teníamos donde tocar. Sin duda ella era, es y seguirá siendo nuestra hada madrina.

—Aún recuerdo la tardes que pasábamos aquí, los tres, cuando nuestra única preocupación era pasarlo bien y pasar de curso —comentó Jeff feliz.

—Aquellos momentos eran geniales pero ya no los podemos volver a vivir, todo ha cambiado demasiado.

—Lo sé Mandy, lo sé. Aunque he venido al único lugar en el que puedo estar seguro incluso este pueblo ha cambiado mucho. Bueno, cuéntame, que desde que te he pillado no he parado de hablar, ¿cuándo has venido y por qué?

—Hace unas semanas, dejé todo en San Diego porque Tremor se disolvió y necesitaba un cambio urgente.

—Entonces dejaste al niñato allí, ¿no?

It's So Izzy |Guns N' Roses|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora