Una cita desastroza / Extra #2/3

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—No es necesario, puedo esperar aquí. En serio.

—¿Qué clase de chico sería si dejara a una chica como tú fuera de mi casa? —dijo sonriente y tomándola de la muñeca para jalarla dentro de su enorme casa, donde varios guardias y hombres de traje los observaron desconcertados.

Al entrar, le fue inevitable no asombrarse con la lujosa mansión que al instante le robó el aliento. Nunca había visto algo tan elegante, pulcro y hermoso. Era como ver veinte veces más grande su casa, incluso tenía un olor dulce, algo que le daba un aire bastante pasivo y confortable.

—¿Scott? —una voz fría lo llamó a su espalda.

Scott se giró y sonrió burlonamente al ver a su madre con aquel semblante frívolo, con los mismos rasgos finos que él.

—Madre, que bien te vez hoy. Cada día más vieja y acabada. Por cierto, ¿dónde está Robert?

Vanessa pareció a punto de asesinarlo con la mirada. En sus ojos era evidente el desprecio y el dolor que sentía hacia su hijo. Si el no fuera tan insensible y hablara de una vez lo que le pasó, tal vez ella no lo tratara como un fenómeno. Pero Scott había elegido ser su enemigo en lugar de su hijo.

—¿Y esa chica? —señaló con despreció a Adalia, quien estaba a lado de Scott— No me digas que has conseguido novia.

—Di-disculpe, señora Bernard. Pero Scott no es mi n-novio, nosotros...

—Sí, somos novios —interrumpió el chico mirando desafiante a su madre—. ¿Algún problema con eso?

Adalia sentía palidecer cada segundo que pasaba, pues nunca imaginó que Scott tuviera una madre tan... Diferente a la que había imaginado. Parecía que odiara a su hijo, y era aún más sorprendente que a él no parecía importarle. El ambiente de pronto se volvió tenso y pesado, muy diferente a lo que había sentido cuando recién entró.

¿Qué debería hacer? ¿Quedarse callada? ¿Irse? Nunca había estado en una situación similar ni mucho menos. Pero siempre había una primera vez.

—¿Quiénes son tus padres? —preguntó Vanessa a Adalia ignorando por completo a Scott— ¿A qué se dedican?

—I-Ivana y Albert Evans —respondió con la voz temblorosa tratando de no titubear—. Mi m-madre trabaja en su empresa y mi padre es doctor.

—Ah, nadie importante, entonces —dijo con indiferencia—. ¿Es esto lo mejor que conseguiste, Scott? —se dirigió a su hijo que sujetaba tranquilizadoramente la mano de Adalia. Era como decirle que estaría bien, que estaba con él, así que estaría bien.

—Por lo menos mi decisión fue mejor que la que tomó mi padre al casarse contigo —respondió sonriendo—. Adalia, no le hagas mucho caso. Le fascina humillar a las personas porque sólo así se siente mejor. Es como una niña.

Por Dios, en qué familia me he metido, pensó sin saber qué responder ante el comentario del chico que tenía a su lado.

Adalia estaba desesperada por irse de una vez, lo que menos quería era causar molestias e infortunios a los padres de Scott. Y sí, era una cobarde por querer irse de ahí, pero Vanessa no parecía una mujer capaz de tolerar a alguien a quien desagradaba totalmente.

Admitía que en la forma despreciativa en la que se refirió a sus padres la golpeó inesperadamente, pero tampoco podría ponerse a pelear con la madre de Scott como si se tratara de una más. Si cometía aquella estupidez, probablemente su madre estaría en graves problemas por su culpa.

—¡Tú a mí no me falt...!

—¿Qué sucede?

Un hombre alto y semejante a Scott, aunque un poco mayor, entró en la sala interrumpiendo los gritos de su esposa. Miró a todos hasta detener su mirada en la chica de ojos diferentes.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora