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—¡Adam! —gritó la pequeña Liv desde su habitación.

El chico saltó inmediatamente del sofá cerrando el libro de Stephen King que estaba leyendo y se dirigió precipitadamente a su habitación con el corazón acelerado. Livvy era una niña que rara vez gritaba, sólo lo hacía de ser algo realmente importante. Y cuando era importante, casi nunca era bueno.

Abrió la puerta sintiendo la angustia por todo el cuerpo y deseando que ella estuviera bien. Desde que lo llamó Scott ya no estaba seguro de nada, por lo que siempre estaba alerta.

Una vez adentro un gran alivio le inundó el cuerpo cuando la vio sentada en su cama con un pequeño cisne negro de cristal entre sus manos.

Todo está bien, Adam. Liv está bien. Relájate.

—¿Liv? ¿Qué sucede? —Preguntó mientras se sentaba a su lado— ¿Estás bien?

—Bill —respondió con una sonrisa y jugando entre sus manos el cisne—. Me regaló un cisne de cristal, dice que es negro. ¿Es cierto?

Adam suspiró y tardó unos segundos en responder. Livvy desde pequeña llamaba "Bill" a su amigo imaginario, hablaba mucho de él diciendo que le regalaba cosas mostrándole cada una a su hermano. Él estaba seguro que tal vez los regalos ya los tenía, pero ella de pronto los encontraba después de estar mucho tiempo perdidos.

—Sí, y es bonito —respondió. Lo que era cierto— ¿Te dijo algo Bill? ¿Dónde está?

—Tuvo que irse, tenía cosas por hacer. Además no le agradas, siempre lo dice. También dijo que me visitaría más seguido para traerme regalos.

—Él tampoco me agrada —respondió Adam—. No sé por qué te gustan tantos los cisnes.

—Me gustan las aves. Además, son hermosos. O por lo menos así los imagino por todo esos videos que he escuchado. Dicen que ellos escogen una pareja para toda la vida. Es bonito, ¿verdad? Bill dijo que desde que me vio me escogió a mí. Que yo soy su cisne, y creo que él es el mío.

—Sí... Es bonito —dijo pensando en Leyla, sintiéndose de pronto vacío.

—Quiero ser un cisne, Adam.

El chico estuvo a punto de decirle que eso era imposible, pero no podía hacer eso. Romperle sus sueños a Livvy era algo que no podía hacer, aunque también odiaba la sensación de darle falsas ilusiones.

—Lo serás —fue todo lo que dijo antes de levantarse.

—¿A dónde vas?

—Iré a... a ver a alguien —respondió— No me tardo, ¿está bien? No salgas de aquí y no le abres a nadie. Pones seguro.

—¿Y cómo vas a entrar?

Adam le sonrió de lado observando el rostro inocente de su hermana. Eran tan diferentes, sin embargo ambos poseían una belleza inconfundible.

—Magia.

Su hermana adoraba todo lo relacionado con la magia por lo que ella soltó una pequeña risa, y al chico le hacía feliz el hecho de que pudiera mantener viva es parte de ella; que su alma siguiera siendo tan inocente sin saber la maldad que habitaba en el mundo... Sin saber que su propio hermano era la maldad en carne y hueso. Y tal vez Livvy era lo único en su vida que lo hacía olvidar por un pequeño momento que él había asesinado al mayor amor de su vida... Que tal vez, no era tan malo. Sólo tal vez.


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Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora