Capítulo 22: El pilar de toda relación es el apoyo mutuo

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—Coma no es un universo como creímos, Grace —continúo explicándole Patrick—. Es un mundo, y lo que llamábamos Mundos no son más que... países, por así decirlo.

Grace pareció comprender la reciente información adquirida a la perfección, ¿existía algo que esa chica no entendiese? Tanta inteligencia no podía ser legal.

—¿Ves por qué no quería despertar? ¡Estás descubriendo cosas geniales, maldición! —protestó molesta—. No tienes idea lo doloroso que es para un científico esta situación.

Patrick bufó de mal genio.

—Ha de ser espantoso regresar a casa y estar a salvo.

—No uses la carta de víctima conmigo, Patrick. Puedo despertarme de forma voluntaria y dejarte solo en mi subconsciente. Mira, tú jugaste a ser héroe, tienes que enfrentar las consecuencias ahora.

—Ya lo sé, ¿me vas a ayudar o no? —preguntó molesto—. Ya que no me dejas entrar en...

—No —lo cortó Grace violentamente—. Es inseguro para ti. Yo entraré en los sueños de Lisa, tú quédate ahí y escribe las notas.

—Cómo si pudiera ir a alguna otra parte...

—Tu sarcasmo agota.

—Mi sarcasmo encanta.

Grace lo ignoró.

—¿Tengo que hablarle de su hermano? —Él asintió—. Está bien, pero sólo porque ya has hecho demasiadas cosas estúpidas y me rehúso a que continúes arriesgándote como un tonto enamorado.

—Soy un tonto enamorado —se defendió Patrick mordiéndose el labio—. ¿Crees que le habría dado mi Estrella si nada más me gustase? La amo tanto que me asusta. Me aterra lo que siento por ella, porque me veo forzado a ser alguien que no soy. Me obligo a mejorar.

Patrick no soportaba los cambios bruscos. O las emociones fuertes.

Amar a Elizabeth combinaba ambas cosas.

Amar a Elizabeth resultada un desafío extenuante, pues, como persona introvertida que era, interactuar le quitaba las energías mucho más rápido que a la mayoría de la gente. Elizabeth nunca comprendió eso, y Patrick no tuvo más opción que dejarse llevar por sus aventuras. Quería demostrarle que era digno de ella, aun cuando su propia mente le insistía con abandonar tal imposible tarea.

Quiso ser mejor por ella, y le frustraba no conseguirlo. ¿Pero qué más se puede esperar de alguien cuya autoestima prácticamente se halla perdida en alguno de los nueve círculos de Dante?

Miró a Grace con rostro abatido. Ella le sobó el hombro a modo de consuelo.

—No mejores para complacer a alguien más. Mejora para gustarte a ti. Sé tu versión favorita de ti mismo, porque la única persona que se quedará contigo hasta el final, serás tú. Y no querrás odiar por siempre a ese compañero de vida que te saluda día a día frente al espejo, ¿o sí? Suena agotador.

Patrick se apartó bruscamente de ella.

—Cuando sigas tus propios consejos, vuelve a sermonearme —le dijo malhumorado.

—Sigo sin entender cómo es que tuviste dos novias —admitió Grace cruzándose de brazos—. Eres un odioso.

—Quizás, cuando te enamores dejes de lado tu cómoda lógica para perderte en el laberinto de los corazones propensos a romperse. Yo lo hice una vez, y descubrí que no hay marcha atrás después de eso.

Su amiga le sonrió de inmediato.

—Ah, por eso tuviste dos novias. —Patrick ladeó la cabeza, confundido—. Eres todo un romanticón oculto bajo un disfraz apatía —le explicó dándole unas palmaditas—. Y no hay nada que las chicas amen más, que ser capaces de encontrar el núcleo de un chico que a simple vista parece no tenerlo. Las hace sentir especiales.

Paréntesis (Entre comillas, #2)Where stories live. Discover now