Teclas para los dedos, melodías para el alma

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Hacer la maleta, planear el vuelo, pedirle el jet a mi papá, reservar el hotel, pensar qué haría cuando estuviera allí... Esa es exactamente la lista de cosas que había planeado hacer cuando llegase al lugar, si Amy no hubiese pescado y destrozado la carta con la ayuda de sus perfectas uñas de modelo.

Se la veía furiosa, como cuando en las caricaturas se muestran llamas en los ojos del personaje. Recuerdo que, a pesar de sus explícitas intenciones de golpearme, o, como mínimo, de regañarme, se limitó a simplemente decir "Eli, toleraré que pienses locuras, no que las hagas." Y al haber dicho eso, pegó un grito que juraría se escuchó hasta Plutón. Le dio una bofetada a Kevin, argumentando que no fuera idiota. Pero con Zack, fue distinto. No lo agredió físicamente, mas plantarle un discurso de diez minutos sobre lo irresponsable que actuó al incentivar un viaje así, me pareció peor que una patada en las costillas. La violencia fue verbal. Es que estaba indignada, no, ¡colérica! Le dijo que se comportara como un buen mejor amigo, y no como un desesperado por amor, capaz de infinidad de atrocidades por conquistar el corazón de su amada.

Lo admito, quizá yo esté poetizando un poco sus palabras que fueron más bien:

—A veces quisiera que pensaras usando el cerebro en vez del pene.

Zack se molestó. Kevin se partió de la risa. Sasha alzó la voz para intentar moderar la situación. Bruno siguió a Sasha por detrás. Yo, aún molesta por eso de que me había terminado, decidí ponerme de su lado solo un poquito.

Porque lo quería, lo quería muchísimo. Y no soportaba que Amy le gritara así. Ese sería mi trabajo en las próximas horas.

—¿Por qué te pones así de repente? —la encaré—. Zack no fue más que mi confidente. Ni siquiera estaba enterado de mis intenciones de ir a Pensilvania.

—Eli, mi amor, no tienes por qué pelear mis batallas —dijo Zack entre dientes, sin quitar ni un segundo los ojos de Amy, destellantes de rabia—. No ante tal indigno oponente.

Kevin y Bruno, sin planearlo pero con una sincronización que a cualquiera le habría parecido pensada desde antes, soltaron un "Ohhh", que en un desliz fue silenciado por la filosa mirada de Amy. Al instante, los chicos se miraron con desprecio, como si por un segundo hubiesen olvidado que se odiaran. Ah, hombres.

—¿Me dices indigna por alterarme un poco? —Respondió ella a modo de pregunta—. ¿Qué queda para ti, que apenas si sabes llorar y reír por separado y ante justificados actos?

—¡Amy, cállate! —le gritó Kevin, poniéndose delante a Zack, casi a modo de armadura. Ese fue el momento en que me di cuenta lo mucho que Kev quería a Zack, y eso me hizo quererlos el doble—. ¡Actúas como una puta loca sin razón!

Sasha, tan típico de ella, nos hizo callar con una dulce, pero autoritaria voz.

—Nadie se está yendo a ninguna parte, ¿de acuerdo? A todos nos preocupa la salud de Eli, hermana. Y estoy más que segura, que Zack encabeza esa lista —lo dijo en tono muy serio, casi algo molesta—. Así, ¿por qué mejor no entramos de una vez y disfrutamos de una linda noche sin más sorpresas? Propongo comenzar con Toy Story 3, taparnos con matas, hacer palomitas y llorar y reír juntos, como hacen los amigos del alma.

Cuando decía cosas así, entendía el motivo por el cual Kevin babeaba por ella. Es más, me extrañaba que no existiese una fila de hombres aguardando por ella.

Bruno se le acercó, y le puso un mechón de pelo rubio tras la oreja. Ella, encantada ante el tierno gesto, le dio un golpecito en el hombro.

—No veremos Toy Story —respondió Kevin—. Esa es de Pixar y dijimos que veríamos clásicos de Disney —se sobó las sienes, fingiendo un punzante dolor de cabeza—. Hay veces en las que pienso que vivo entre indígenas.

Paréntesis (Entre comillas, #2)Where stories live. Discover now