Él sabía que su cuerpo estaba lleno de golpes y moretones por la reciente pelea con Dante, pero por alguna razón el dolor no lo debilitaba tanto como debería ser. En su mente tenía como objetivo salvar a Scott y nada más, ignoraba los golpes y por ende también el atroz dolor. Se concentró sólo en asesinar, así que antes de que Theo volviera a arremeter contra él, éste se puso de pie de un salto y sin pensarlo dos veces lo golpeó fuertemente en el labio provocándole que bastante sangre comenzara a salir.

A Theo no le agradó en lo absoluto que Adam hiciera eso, y dándose cuenta de su herida del hombro fue donde golpeó con fuerza. El chico no pudo ignorar el golpe y gruñó adolorido mientras se sujetaba el hombro. Fueron sólo unos segundos en que se distrajo, suficiente para que Theo volviera a golpearlo, aunque ésta vez asestándole una patada en el estómago.

Adam cayó en sus cuatro extremidades sintiendo a sus pulmones abandonarlo cuando trató de inhalar. No podía respirar, el aire le faltaba y Theo no se apiadó a pesar de eso, sino que nuevamente arremetió con una patada, pero ésta vez en el rostro haciéndolo voltearse. Sintió cómo el aire llenaba sus pulmones nuevamente hasta que el golpe de Theo no lo dejó disfrutar demasiado. Comenzó a toser y a escupir sangre, sentía ya su cuerpo desfallecerse y la oportunidad de rescatar a Scott se alejaba cada vez más.

Theo lo alzó por la camisa acercándolo a él al mismo tiempo que lo miraba con superioridad y odio.

—Preferiste una muerte lenta y dolorosa —dicho eso impactó su puño en la mejilla del chico tirándolo nuevamente al suelo.

Moriré, maldita sea. Moriré.

Adam ya no tenía las fuerzas suficientes para levantarse, sentía el cuerpo tan débil y magullado que ponerse de pie era una tarea casi imposible. Esperó nuevamente los golpes de Theo, que junto a ellos los acompañaba también la muerte.

Le falló a Reachell, y eso era lo que más odiaba de su situación. ¿Se enojaría si supiera que no pudo salvar a Scott a pesar de sus inútiles esfuerzos? ¿Lo odiaría? De todas maneras, ¿le importaba que ella lo odiara? Le había dicho que preferiría tener su odio antes que su amor, pero por más que quiso creer en sus propias palabras, sabía que no era así.

Después de todo, tal vez, Adam tenía que pagar por todo lo que hizo. Por haber dejado ciega a su hermana a pesar de que no fue su intención, por haberle ocasionado a Reachell pérdida de memoria y por haber asesinado a Leyla. Él era un monstruo, una bestia, un demonio. ¿Y qué pasa con la gente que es como él? A los monstruos los matan, a las bestias los doman y a los demonios los condenan. Ése era su destino, su precio a pagar por ser alguien cruel y despiadado.

¿Tan fácil te rindes?, una voz rasposa y burlona invadió su cabeza y Adam sintió estremecerse. Odiaba la idea de que lo último que escucharía fuera aquella voz que desde la infancia lo había perturbado.

—No molestes, lárgate —dijo débilmente.

Después de todo, nunca asesinaste a Reachell, sino que estás muriendo por su culpa. Te dije que la mataras.

—Está bien... Está bien...

¡¿Está bien?! ¡¿Acaso no te importa que dejes a Liv sola por su culpa?! ¡Eres débil! ¡¿Dejarás que ese imbécil te gane?! ¡No pienso morir contigo, levántate!

—Tengo... tengo que pagar...

Tus errores los pagas en el infierno, no aquí donde todavía puedes hacer lo que te plazca. Vamos, Adam. Asesina, mutila, tortura. Has lo que tanto te excita hacer, lo que la gente como tú hace y lo que la gente como él se merece.

Adam no alcanzó a responder cuando Theo lo golpeó en el rostro. La sangre cubría su cuerpo, empapado como si hubiera tomado un baño de ella.

Perdón, Reachell, perdón.

—¿Esquizofrénico? No me sorprende —espetó Theo golpeándolo en la mejilla.

Sentía su vista nublarse cada vez más, el corazón palpitar más lento, su cuerpo más débil y la culpa más grande.

Lo peor de morir no era exactamente morir, sino que lo hiciera con el alma lleno de culpa, de frustración por no haber cumplido con algo que haría feliz a Reachell.

Se dejó llevar por el último golpe de Theo, cerró sus ojos recibiendo a la muerte sin oponerse.

En la oscuridad que lo envolvía unos intensos ojos verdes aparecieron ante él. Sólo que ésta vez no eran los de Leyla. No eran los ojos que amó en algún tiempo, y por primera vez, no se sintió culpablepor ello. Ya no era Leyla, ni su cabello rojizo, ni su sonrisa perfecta o las hermosas pecas de su espalda.

Era Reachell, eran los ojos de ella. Son del mismo color verde, igual de grandes e igual de hermosos, pero entre ellas había una diferencia: no transmitían lo mismo.

En muchas ocasiones los ojos grises o negros eran signos de misterio. Pero esto no aplicaba en Reachell que eran verdes como los árboles en plena primavera, porque el misterio y la incertidumbre era evidente en ellos. No dejaba claro qué quería o con qué soñaba, o lo que pensaba.

En un principio eso molestó a Adam. Era consciente que ella era mejor que él y que su misterio lo irritaba a tal punto que era desesperante. Pero ya no era así. Ahora eso le gustaba de una manera en que quería observarla todo el tiempo que fuese necesario. Todo el tiempo que pudiera.

Es tarde.

Recordó a la chica en sus brazos, en el deseo de tenerla así por más tiempo. Anheló escuchar gritarle "idiota" cada vez que se molestaba con él, porque tenía contada las veces en que lo había llamado por su propio nombre.

Y en sus últimos suspiros y pensamientos, se dio cuenta entonces que quería a Reachell y todo de ella. Que Sus ojos sólo lo vieran a él, que de sus labios sólo saliera su nombre, que su mano sólo lo tocara él y, lo que era casi imposible, que sus sentimientos le pertenecieran.



Pensaba actualizar mañana, pero Dios me dijo que no fuera tan qlera. 

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora