Capítulo XXIII

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Sam:

El taxi me deja frente al edificio residencial y no puedo evitar sentir un poco de culpa al detallarlo mejor; no es el mejor edificio de todos, ni el más nuevo, al contrario, la pintura tiene un poco me moho y esta desgastada, parece no contar con mucha seguridad y eso, sobre todo me inquieta.

Matías me ha dado el número de habitación y me adentro a este, subo las escaleras hasta que llego a la habitación 405, tomo una respiración profunda y cierro los ojos con fuerza antes de tocar. Cassie no es fácil, incluso, puede ser peor que yo. Toco varias veces y espero fijando la vista en la puerta, minutos después es abierta por la rubia mocosa.

— ¿Qué haces...? —Parece sorprendida de verme, incluso parece nerviosa, pero no vine a eso; necesito hablar con ella.

—Necesito que hablemos, Cass. Odio estar así contigo. Sabes que eres mi mejor amiga. —Nunca pensé rogar de esta manera.

—No digas eso cuando preferiste vivir con esa niña que apenas y conoces hace un año y algo. —Está enojada, mucho. Sé que le ha afectado bastante el verme defender a Ludmilla, pero eso no quiere decir que la aprecie más a ella. —. No —Sentencia casi con sus cachetes inflados y cruzándose de brazos —. No quiero hablar ni contigo ni con Marcos ahora.

—Nunca dije que prefería a Ludmilla, no dije nada. —Digo con voz calmada —. No quiero que sigas aquí, no parece un lugar seguro. Por favor, Cass.

—No utilices el diminutivo de mi nombre para convencerme. —Casi quise reír por sus palabras, ella me conoce lo suficiente para saber cuándo es el momento indicado para utilizar ese diminutivo.

—No lo hago, solo... vamos por un helado, puede ser de Nutella si lo prefieres. —Entorna los ojos hacia mí y recarga todo el peso de su cuerpo en su pierna derecha mientras se cruza de brazos.

—Me conoces bastante, y te odio por eso. —Rueda los ojos —. Iré por mi bolso, espérame aquí.

— ¿Ahora no puedo entrar a tu habitación? ¿Es que acaso estas con alguien? —No término de hablar cuando la puerta es cerrada en mi cara, bueno, no puedo quejarme, al menos va a ir conmigo por ese helado.

Unos minutos después sale de la habitación con su bandolero y un abrigo. Caminamos hasta una heladería cercana y tomamos una de las mesas vacías. Un chico nos deja un menú de helados y empezamos a ojearlo sin decirnos palabra alguna.

—No sé por qué vamos a tomar helados con tanto frio que hace. —Y es cierto, estamos a principio de octubre y ya el frio se siente un poco más fuerte.

—No empieces —Es lo que responde y la miro con el ceño fruncido. Observándola sin que ella pueda notarlo me doy cuenta que ya no es una niña, Cassie ha crecido y aunque no se lo diga se está convirtiendo en una chica muy linda.

— ¿Ya perdiste tu virginidad? —Cassie me mira por encima del menú con los ojos en blanco y su rostro levemente enrojecido.

— ¿Pero qué estás diciendo?

—No lo sé, te ves... ¿Adulta? —Cuestiono con los labios fruncidos.

— ¿Me estas llamando vieja? —Su rostro es un poema. El mesero llega y toma nuestra orden, yo me decido por un helado doble de fresa y Cassie toma un helado triple con Nutella y chispas de chocolate. Casi ruedo los ojos, no se a donde se va todo lo que ingiere.

El chico trae nuestras órdenes y me sorprendo al ver el helado de Cassie, es mucho más grande de lo que pensé y la Nutella está por todos lados. Ella sonríe y toma la cuchara para llevarse a la boca su dulce favorito. Mientras comemos las primeras tres cucharadas ninguna de las dos dice nada, pero la paciencia no es una de mis virtudes así que me voy al grano.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora