―Muy bien, si tú lo dices no tendría por qué dudar de ti ―dije, aunque en realidad creía todo lo contrario. Lily siempre solía negar lo obvio y por más que supiera lo equivocada que estaba, no cedería nunca. Era demasiado orgullosa como para hacerlo.

―Hablamos mañana, rubia.

―Hablamos mañana, morena ―me despedí con una sonrisa antes de colgar y dejar el teléfono sobre la mesita de noche.

Estaba tan enfocada en Lily que no había notado cuando Ian se había recostado a mi lado, con un brazo detrás de su cabeza a modo de almohada y me miraba fijamente con una sonrisa.

¡Rayos! Me había perdido una buena vista de su trasero.

―¿Debería preguntar quién va a perder el corazón? ―inquirió con una ceja alzada, quitando su brazo de detrás de su cabeza para acercar su mano a mi boca y con su dedo pulgar limpiar una mancha de lo que supuse era helado y luego llevarla a su boca para limpiar su dedo.

Mis hormonas se pusieron un poco eufóricas solo con ese gesto y los dinosaurios en mi estómago comenzaron a golpear sus cabezas contra las paredes de mi estómago.

Maldito Ian, caliente hijo de su hermosa y agradable madre.

―¿Ah? No, no, nada importante ―respondí de forma ausente, aun recomponiéndome y mandando a callar la vocecita en mi mente que pedía a gritos menos palabras y más acción.

Él, al ver mi estado de... ¿Cómo llamarlo sin que suene pervertido o vulgar? ¿Ebullición hormonal? Bueno, eso, me tomó de la cintura y me colocó en su regazo.

Perfecto, si su intención era calmarme, déjenme decirles que lo único que consiguió fue que mi mujer interior se desnudara y saltara sobre él como una maldita amazona.

¿Podría yo, robar tu corazón y a cambio darte el mío? ―preguntó con voz suave y baja, quitando un mecho de cabello de mi rostro y pasándolo detrás de mí oreja.

―Creo que ese es un trato justo ―murmuré antes de acercarme para besar sus labios, beso que subió rápidamente de decibeles gracias a mis hormonas y la maravillosa intervención de su lengua en mi boca.

No pude evitar removerme en mi lugar, recibiendo un ronco gemido por parte de Ian que envió un agradable cosquilleo en mi bajo vientre. Moví mis manos hasta su nuca y tire suavemente para atraerlo más cerca de mí, tratando de deshacerme de la necesidad de él, de fundirme junto a él.

Lamentablemente el cuerpo humano no puede resistir más de cuatro minutos sin oxígeno, por lo que tuve que separarme de él para poder obtenerlo.

Nuestras respiraciones estaban agitadas y se oían por toda la habitación.

Ian juntó nuestras frentes y su cálido y mentolado aliento chocó contra mi rostro.

―No sé qué demonios estás haciéndome, Cindy, pero me gusta y no quiero que dejes de hacerlo ―murmuró con voz ronca. Abrí mis ojos para encontramos con los suyos varios tonos más oscuros de lo habitual, mirándome fijamente, penetrando en mi interior.

―Tampoco quiero dejar de hacerlo ―susurré con una sonrisa― solo si prometes que tú tampoco vas a detenerte.

―No tenía intenciones de hacerlo, ni aunque tú me lo pidieras.

―Entonces perfecto.

―Mejor que perfecto ―murmuró él a la vez que dejaba caer mi cabeza en su pecho.

Nos mantuvimos de esa forma hasta que pronto Ian me dejó a un lado para bajar hasta quedar al nivel de mi levemente abultado abdomen y levantar mi camiseta para tocarlo y besarlo.

My Complement. MADLY IN LOVE #1Where stories live. Discover now