8 Secretaria Eficiente

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SECRETARIA EFICIENTE

—Foster, a mi oficina. ¡Ahora! —exige mi jefe pasando por mi escritorio en la recepción de su despacho, está enojado y se desquitará conmigo, como siempre.

Debería lanzarle el abrecartas a la cabeza, pero es una cabeza bonita, de lo contrario no fantasearía con él entre mis piernas. Con desgana y preparándome mentalmente para una reprimenda que no merezco, abandono mi escritorio y recorro el corto camino hasta su oficina, la puerta está entreabierta y doy dos pasos dentro.

Está tecleando de forma agresiva en su ordenador, el repiqueteo de mis zapatos de tacón alertan mi presencia pero no levanta la vista de la pantalla. Espero un par de minutos allí de pie para que me diga lo que sea, cuando no dice nada carraspeo para atraer su atención pero pasa de mí.

Lo maldigo mentalmente una docena de veces antes de resoplar y eliminar la distancia que nos separa, me inclino sobre el escritorio y apoyo mis codos en la superficie de madera oscura después de cerrar la tapa del computador. Pone una expresión de desconcierto y abre la boca para reprenderme pero no emite sonido, sus ojos nunca llegaron a alzarse lo suficiente para encararme sino que se quedaron a la altura de mis senos.

Hoy he venido con una camisa blanca, la cual tiene desabrochados los dos primeros botones haciendo que mis nenas llamen la atención, en la parte inferior llevo una falda negra de tubo hasta por encima de las rodillas y unos zapatos de tacón fino de seis centímetros.

Sonrío satisfecha por su reacción y más cuando sin previo aviso tira de mi escote hacia abajo para que mis senos se bamboleen rozando la fría superficie. Me observa un segundo antes de alejarse y recostarse en su sillón de cuero con los brazos cruzados.

—Te quiero de rodillas —ordena, contengo un bufido y me levanto como si no tuviera los pechos al aire y rodeo el buró, empuja hacia atrás la silla para hacerme espacio y dejo que mis piernas cedan para colocar las rodillas en el frío suelo de cerámica. Con eficacia desabrocho su cinturón, retiro el botón del ojal y tiro de la cremallera, separo la tela y bajo su ropa interior. Ignoro su miembro y voy desabotonando su camisa blanca revelando poco a poco su sensualmente marcado torso.

Lleno de besos húmedos su pecho y juego con sus pezones pasando la lengua alrededor de ellos y mordisqueando suavemente. Beso su cuello y hago amago de besar su boca, pero la evito para provocarlo, quiero que lo desee pues no siempre tiene que ser como él quiere.

Hago un camino de regreso a su miembro erecto y sin perder tiempo lo engullo hasta donde puedo, el sonido de aprobación que sale de su boca me hace sentir eufórica, adoro tenerlo a mi merced. Uno podría pensar que estar en esta posición ante un hombre y hacerle sexo oral es declararse inferior, pero es todo lo contrario, aquí debajo controlo todo su placer, elijo qué hacer y cuándo parar.

Lubrico bien el tronco con saliva para hacer más fácil el deslizar mis labios sobre él, rozo toda su longitud con los dientes al subir y aprieto los labios al bajar, exactamente como le gusta a mi jefe. Jugueteo con mi lengua sobre la punta de su polla antes de volver a meterla toda dentro de mi boca. Subo y bajo sobre su vara, deleitándome con su sabor y excitándome con los sonidos de su respiración forzada, no dejo de observar sus expresiones faciales, cada vez que muerde su labio inferior y luego deja escapar el aire entre los dientes, cuando sus ojos ruedan, sus labios se separan para tomar aire y luego gime.

Yo tengo el poder. Justo aquí, justo ahora.

Minutos después, enreda una mano en mi pelo y me hace ponerme de pie, me atrae hacia él para besarme con ganas. Ahora sus manos están apretando la carne de mis pechos, tirando del sujetador hacia abajo y apretando los pezones con sus dedos, jadeo en su boca y me alejo necesitando respirar.

No me da tregua, acaricia mis senos son sus labios húmedos, chupando las suaves curvas haciendo que mi centro se vuelva un charco de placer. Quiero más, así que sujeto su cabeza contra mis pechos, con la mano toco su pene, de arriba abajo apretándolo. Luego, se aparta y con sus musculosos brazos me levanta para sentarme en la superficie del escritorio, no sé en qué momento despejó el espacio para que no estuviera su laptop u otros artefactos en medio.

Se coloca entre mis piernas ampliamente abiertas, la falda arremolinada alrededor de mi cintura. Sin preámbulos acerca su boca a mi coño y me devora con pasión, los movimientos de su lengua son ágiles y sabe cómo utilizar los labios para volverme loca. Un torrente de sensaciones se acumula en mi clítoris, jadeo en voz alta sin importar quién pueda escucharme, sin importar quién pueda vernos a través de la puerta abierta.

Deseo detener el tiempo y sentirme así por siempre, la manera en que toca mi cuerpo como si fuera suyo, me llena de alegría, y placer, claro. Los lengüetazos van y vienen, mi cadera también. Cierra los labios alrededor de mi clítoris y succiona suavemente, gimo su nombre y en nada estoy quejándome, rogándole para que me lleve al orgasmo.

Inserta su lengua en mí y se siente bien pero no se compara con su grande y gruesa polla, de solo imaginarlo dentro de mí aprieto los músculos internos de mi vagina. Añade dos dedos a la mezcla para así centrar su boca en mi botoncito de nervios y los dedos en mi punto G, el cual encuentra rápidamente.

El orgasmo llega con previo aviso, pero eso no quiere decir que no sea fuerte y sacuda mi mundo. Satisfecho, el jefe se pone de pie y me besa, puedo probarme en él.

—Sabes tan bien, joder. Me gusta comerte y probar tus jugos cuando te vienes. —Cuando me habla de esa forma sucia y con tono exigente, no hace más que aumentar mi deseo por él.

—Soy menos de hablar y más actuar —riño atrevida, su rostro cambia, obviamente ofuscado por mi arrebato, no le gusta que manden en él—. Te deseo intensamente, necesito sentirte dentro de mí llenándome con tu polla, quiero escucharme gemir sin poder contenerme... ¡Ah! —grito cuando de una sola embestida interrumpe mis palabras, de forma brusca pero eficiente entra y sale de mí sin darme tiempo a acostumbrarme a él.

Cada centímetro de su pene entrando y saliendo de mi coño empapado y apretado, mientras me mira en cada momento, observando el placer en cada expresión de mi rostro. Salvajes penetraciones sacuden mi mundo, mis pensamientos vuelan lejos y únicamente puedo pensar en su cuerpo y el mío llevándose al éxtasis.

Pierdo la cuenta de sus estocadas, grito de placer pero luego lo maldigo por ralentizar sus movimientos. Sonríe a sabiendas que no me gusta lento, me empujo a mí misma contra él con movimientos torpes pero igual de deliciosos, acaba por rendirse porque necesita correrse tanto o más que yo.

—Vas a correrte cuando te diga, ¿bien?

—Sí, sí —respondo en automático, dando gracias por los giros de su cadera y su nuevo ritmo arrollador.

—Hazlo ahora, ¡vente para mí! —ordena y como en un trance obedezco ante sus exigentes palabras, mi coño se aprieta y mi cuerpo se sacude, él tiembla y se estremece cuando vierte su esencia en mí—. Tan jodidamente bueno, no me canso de ti —admite, sonrío en su cuello y trato de normalizar mi respiración—. Te dejaría montarme pero tengo una reunión en media hora, trae los informes de la cuenta Archer y prepara una diapositiva decente antes de marcharte —añade y sale de mí.

Abrocha su pantalón y me ayuda a estar presentable.

—Probablemente todo el edificio me escuchó gritar, ¿verdad? —Me ignora bajándome del escritorio.

—A trabajar, holgazana. —Contengo un bufido y le obsequio una mirada matadora porque al decir aquello golpeó mi trasero empujándome fuera de su oficina.

—¿Cenarás en casa? —pregunto en última instancia.

—Espérame desnuda, nena. —Me guiña.

Luce diferente a cuando entré a su oficina, tiene esa sonrisa que me llena el corazón, la misma que veo cada día al despertar y que me recuerda la suerte que tuve al haberme casado con el capullo de mi jefe.

Amo infinitamente a ese cabrón mandón.

Taboo WishesWhere stories live. Discover now