5 Hazme Volar

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HAZME VOLAR

El sonido del timbre me saca de mis pensamientos deprimentes. Levanto mi culo perezoso del sofá y me dirijo a la puerta, abro sin mirar y me hago a un lado para que pase, cierro con pestillo y me doy la vuelta para observarlo.

Frente a mí, con su metro ochenta de puro músculo, me devora con esos ojos verde esmeralda. El pelo castaño oscuro de corte militar le da un aspecto duro, tiene los rasgos fuertes y bien marcados, la nariz ancha y algo plana, labios carnosos y un cuerpo de infarto.

El ex-marine, Tyler Bennet, es la fantasía hecha realidad de cualquier mujer, o al menos la mía. Paso la lengua por entre mis labios sintiendo mi sexo humedecerse de solo imaginar lo que tiene pensado hacerme, sonríe sabiendo lo que me provoca y se adentra en mi hogar, ya familiarizado con él.

Lo sigo a la cocina donde saca una cerveza de la nevera y me tiende una, niego porque ya he tomado suficiente alcohol por esta noche. Se encoge de hombros y bebe sin dirigirme la palabra, observándome en silencio, poniéndome los nervios de punta.

Estoy ansiosa, quiero que me haga correrme una y otra vez. Se ríe bajo, consciente de mi desesperación, lo estrangularía pero, ¿quién me dará grandiosos orgasmos luego? Decido dar el primer paso.

Me acerco y le quito la botella de la mano, alza una ceja sin borrar esa sonrisa torcida de su rostro. Está buenísimo, el hombre me tiene loca y me pone como nadie. Apoyándome en las puntas de mis pies descalzos, llevo mi boca a la suya y dejo un beso casto sobre sus labios. Él reacciona apretando mi trasero con sus grandes manos y me alza para que envuelva las piernas en su cadera.

Como si no pesara nada me deja sobre la mesa que está en el centro de mi pequeña cocina y ahí es cuando empieza el juego. Mete la lengua en mi boca y recorre cada rincón, chupa mis labios y los muerde suavemente, sus manos viajan al norte por mi cintura y aprieta mis pechos, amasando por encima de la bata semitransparente de color azul marino, debajo de la cual no llevo absolutamente nada.

Pellizca los pezones con sus dedos índice y pulgar, jadeo en su boca y dejo mis manos viajar desde su cuello a sus hombros, acariciando sus brazos gruesos y pegándolo más a mí.

—Te necesito. Entra en mí y hazme volar. —Prácticamente le suplico, él se ríe y se aleja un poco. Sus ojos están oscurecidos y prometen muchas cosas.

—Ponte de rodillas y chúpamela. —Más que una orden es una petición. Sonrío y lo empujo para hacerme espacio entre él y la mesa. Me dejo caer y con prisa desabrocho sus vaqueros azules, él por su parte se quita la camiseta blanca sin manga y la lanza por ahí.

Saco su miembro de los confines de sus calzoncillos blancos y golosa me lo llevo a la boca hasta la mitad. Sin dejar de mirarlo comienzo el sube y baja sobre su tronco, cubro mis dientes con mis labios y aprieto tanto como puedo, sé que le gusta así. Dejo que la saliva se escurra por toda su longitud sabiendo que mientras más mojado está, mejor se desliza. Adoro el sabor ligeramente salado, la textura dura pero aterciopelada, me encanta su polla y se lo demuestro.

No tarda en enredar una mano en mi pelo y controlar los movimientos, entra y sale despacio, me observa todo el tiempo, lo escucho gemir y apretar su agarre cuando intento tragar con él dentro. Me deja degustarlo por unos minutos, luego me aparta y me levanta.

Dejándome otra vez sobre la mesa, se coloca entre mis piernas bien abiertas y me besa. Enreda su lengua con la mía, chupo sus labios y muerdo fuerte. Rasga la bata de satén y me deja desnuda ante él.

—Era nueva —reprendo, él besa mi cuello y se dirige a mis senos.

—No me importa, te compraré otra. —Tira de un pezón con sus dedos y al otro lo tortura con su lengua, alterna entre uno y otro, mordisqueando y chupando, lamiendo y succionando.

Me toca entre las piernas con la mano, descubre lo mojada que estoy e introduce dos dedos, mi sexo se aferra a ellos y jadeo. Hace con ellos un movimiento de "ven aquí" repetidas veces, empiezan a temblarme las piernas, mi clítoris ruega por atención así que me toco allí. Mientras él mete y saca sus dedos, hago círculos alrededor del brote hinchado.

Con la mano libre sujeto la parte trasera de su cabeza para que no deje de chupar mis senos. Gimo sin poder evitarlo, expresando alto cuán bien me hace sentir.

Las olas se acumulan, anunciando un tsunami incontrolable. Susurro su nombre una y otra vez, le digo que me voy a correr y acelera el ritmo, frenéticamente froto mi clítoris y en seguida grito mi orgasmo. Sus caricias se vuelven lentas, esperando que me calme un poco, escucho cómo arrastra una silla y se sienta frente a mí, me carga con cuidado y habiendo retirado sus pantalones me deja caer suavemente sobre él.

El grosor de su polla me estira, jadeo al sentir cómo me llena, cómo entra hasta la base y se queda allí. Hago que mis músculos internos se aprieten y se aflojen varias veces y cuando estoy más recuperada de mi orgasmo me deslizo arriba y abajo sobre su pene.

Me toca donde sea que alcanzan sus manos, me besa los senos, el cuello y la boca. Se desespera y me mueve a su antojo, rápido y duro, en busca del clímax, cuando está cerca se detiene y me deja moverme. Despacio, subo y bajo, mordisqueo su oreja, le muerdo los labios, jadeo en su boca. Acelero y me dedico a llevarnos al punto culminante.

Sus gemidos me excitan y la forma que su polla palpita dentro de mí es exquisita. Con movimientos rápidos y algo torpes, comiéndonos la boca y gritando nuestros nombres, ambos nos corremos temblando contra el otro.

Cubiertos de sudor, y el olor a sexo llenando el espacio, poco a poco recobramos el aliento.

—Prepárate para el siguiente asalto —dice, poniéndose de pie con nuestros sexos aún unidos, semiduro y con ganas de más, al igual que yo, nos lleva a la sala y me tumba de lado en el sofá, se coloca detrás de mí apoyándose en el espaldar y me embiste lento, una, dos, ocho, once veces y aviva los encuentros de mi coño y su miembro. Mantiene mi pierna izquierda levantada para llegar más dentro y tenerme suplicando por más. Empujo hacia atrás contra él y perdemos el control, penetra mi ser de forma bestial.

Exclamamos sonidos incoherentes, gemimos y disfrutamos del encuentro, cada pulgada de mi piel está sensible, me estremezco con cada roce, el sonido de carne contra carne hace eco en mis oídos. Libera mi pierna para estimular el cúmulo de nervios que pide liberarse, el placer me inunda fuerte, cierro las piernas por instinto cuando me desbordo y llego al orgasmo. Él nos mueve, dejándome bocabajo con él encima, empuja un par veces más y se vacía.

Me abraza, poniéndonos de lado otra vez, besa mi frente y lo imagino sonriendo.

—¿Has volado alto, nena?

—Más allá del cielo, nene.

Estamos satisfechos, por ahora.

Taboo WishesWhere stories live. Discover now