2 Sirena

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SIRENA

Advertencia: Este relato trata un tema delicado, si no es de tu agrado continúa a la siguiente parte. Hace referencia a que los protagonistas son familia, esto puede o no ser por lazos sanguíneos, se deja a la imaginación.

Sé que está mal sentirme atraído por esa niña, he luchado contra ello desde hace cinco años, diciéndome que no puedo tenerla. La he visto crecer y convertirse en lo que ahora es, una sirena.

Me seduce y me convenzo de que no lo hace a propósito, es demasiado ingenua.

Tiene un cuerpo curvilíneo, responsable de que mi erección mañanera no baje hasta salir de casa. Su cabellera pelirroja, rostro en forma de corazón, ojos ambarinos y nariz de botón, incluso tiene una sonrisa traviesa, pechos pequeños y anchas caderas, continuando con su enorme trasero, piernas torneadas hasta sus pequeños y delicados pies.

Ese maldito bikini apenas cubre sus atributos, atrae todas las miradas, incluso hasta sus amigas escuálidas la observan con envidia.

¿Qué me poseyó para venir aquí? Su carita de ángel.

Cuando me pidió venir a la playa con ella y unos amigos imaginé un grupo de seis u ocho, no una multitud. Ahora me aguanto porque no la dejaré sola con ellos, me corroen los celos.

Se halla a unos metros de mí, estoy acostado en una tumbona y deleito mis ojos con su figura. Le doy un sorbo a mi cerveza y mis ojos se apartan de ella, buscando alrededor por alguien que llame mi atención, tengo que conseguir un polvo esta noche para llevar a casa, aprovechando que mis padres están de vacaciones.

Una de sus amigas, la morena esbelta que está a su lado, es un blanco fácil, se me ha insinuado un par de veces pero no es mi tipo, entonces mi atención cae en ella de nuevo. Imágenes de nuestros cuerpos entrelazados sobre las sábanas de seda azul marino que cubren mi colchón asaltan mis pensamientos, su piel blanca como la leche sonrosada por mis caricias.

Me pongo de pie y camino hacia ella. Sus amigas me devoran con los ojos y les obsequio mi sonrisa seductora. Paso el brazo derecho por su cintura, la pego a mí, y me sonríe tierna.

Esos labios tienen un lugar en el que estar: envueltos alrededor de mi polla.

—Johanna, me voy a casa —comento, sus labios forman un puchero—. No me siento bien —miento descaradamente haciendo una mueca y frotando mi sien izquierda, su rostro luce preocupado y me siento un imbécil por hacer esto pero hay algo surgiendo en mi mente. Un pecado que estoy dispuesto a cometer si consigo un pedazo de cielo con ella.

—Me voy contigo —dice segura—. No quiero estar lejos si empeora. —Es estudiante de enfermería y debo ir con cuidado si no quiero estropearlo. Ella asiente y nos despedimos de sus amigas.

Vamos a mi Jeep azul mate y nos dirigimos a casa. Conduce con tanta prudencia que me desespera, pero se supone que estoy enfermo y no puedo quejarme. Afortunadamente no nos topamos con ningún oficial, dada nuestra escasa vestimenta playera. Cuando llegamos a casa casi una hora después, finjo un mareo al salir del coche. Debo pensar rápido qué hacer a continuación, querrá tomarme la temperatura y estoy que ardo, pero por ella.

Johanna cierra la puerta detrás de mí y me recuesto en el sofá del salón, a la derecha, frente al televisor. Dejo mis ojos cerrados y controlo mi respiración. No tarda en poner su mano en mi frente, cuello y pecho sin camiseta mientras ella solo tiene unos shorts con la parte superior del bikini.

—No tienes fiebre, ¿te duele algo? Puedo hacerte una sopa...

—Ya me estoy sintiendo mejor —murmuro abriendo los ojos, está inclinada hacia mí, retrocede y se sienta en el borde del sofá. Está mordiendo su labio inferior y tiene el ceño fruncido.

Taboo WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora