Me acerqué todavía más a él, su colonia se colaba en mis fosas nasales y sus dedos recorrieron mi espalda.
Todo era perfecto, todo.
Hasta que mi memoria me traicionó y recordé las manos de Derek recorrer mi cuello y mi cabeza me refrescó aquella sensación tan extraña cuando besó mi cuello.

Y me aparté.

No podía dejar que Trent me besase si estaba pensando en otro chico, no era sano.
El castaño frunció el ceño.
—¿Ocurre algo?

Negué.
—Lo siento, tengo que irme.

—¿Tienes pareja? —Me agarró del brazo extrañado.

—No, no es eso —Suspiré— Solo que no quería besarte, me voy a casa.

Era tonta, pero con el cerebro adormecido por el alcohol no se me ocurría una excusa mejor, había dejado su cara hecha un cuadro, ¿Quién podía rechazar a uno de los chicos más guapos y populares del instituto? Nadie, solo yo y era una mentirijilla.
Aunque, ¿qué más le iba a poder contestar? ¿Que justo me había acordado del chico que se esconde en mi cuarto porque lo persigue la policía?
Ridículo y me tomaría por loca.

Esquivé los cuerpos y observé la cocina, con las botellas de alcohol, los vasos, la ardiente sensación del líquido viajando por mi garganta.
Me relamí los labios, fui allí, llené un vaso con cerveza y me lo bebí.
Eso hice con unos tres vasos más, quizá para ahogar mis penas, tal vez porque perdía el sentido común y me encantaba.
El que dijo que la ignorancia trae felicidad tenía razón.
Así me sentía: feliz, en una nube.

—¡Sam! —Dijo una voz arrebatándome el vaso— ¿¡Pero cuánto has bebido!?

Margo me agarró del brazo y salimos al salón, allí estaba él, observándome.
El curioso pelirrojo de mirada penetrante, de pie en medio de la pista, como si fuera una burbuja aparte, como si la música y la gente le diera igual.

Aparté la vista nerviosa y me dejé conducir por Margo hasta fuera de la casa.
Ella tenía el maquillaje corrido y el peinado destrozado, no me hacía falta preguntarle dónde había estado.

Derek POV

Era aburrida esta habitación, solo podía leer y leer montañas de libros.
Y no me apetecía salir con el frío que hacía.
Al menos cuando molestaba a Sam me divertía.
Todavía recordaba su mirada nerviosa cuando besé su cuello y se fue del cuarto con rapidez, me hizo bastante gracia.

Era cruel, no lo iba a negar.

Pero había algo que me ocultaba, había visto la tableta de pastillas del escritorio, sin embargo no encontraba su utilidad, no sabía qué eran ni para qué.
Y Samantha no parecía que tuviese pensado contármelo.
No quería tampoco que fumara dentro de su cuarto, demasiado extraño.

Tampoco podía estar toda mi vida en la habitación de una adolescente, pero, ¿qué iba a hacer? ¿Entregarme a las autoridades? No, eso estaba fuera de mis planes, no iba a pudrirme en la cárcel cuando no me consideraba responsable de ello.

La puerta se abrió y entró ella, con el cabello enmarañado, los tacones de la mano, el vestido un poco más subido de lo normal y las mejillas sonrojadas.
Estaba borracha y jodidamente sexy, pero sobre todo borracha.

Se tambaleó y cerró la puerta tras de ella, dejó los tacones en la esquina con cuidado y se le escapó una sonrisilla.

Recapitulemos, tenía a una adolescente borracha y su familia estaba durmiendo.
Ah, y yo era un intruso, genial.

—Derek —Susurró con rostro cansado y se volteó— Bájame la cremallera.

Fruncí los labios y obedecí, aparté el cabello de su espalda colocándolo sobre su hombro y soltó otra risilla.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora