Capítulo 45

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Desabroché el cinturón de seguridad lentamente. Sinceramente llegar a casa en este preciso momento no era una idea que me emocionara, pero era mejor afrentar todo de una vez por todas.

―¿Qué vas a hacer? ―preguntó Castiel volteando su cuerpo hacia mí para mirarme.

Negué con la cabeza porque no tenía ni la más mínima idea.

―Si quieres puedes irte. Te puedo llamar al rato, no te preocupes.

Él me miró por unos segundos en silencio y luego apagó el motor del auto sacando las llaves.

―No, estaré aquí ¿Bien? Entrar contigo no creo que sea una buena idea para ti pero…estaré aquí.

Le sonreí con alivio, pensar que estaría aquí por si las cosas iban mal me tranquilizaba. Le di una ultima mirada asintiendo y bajé del auto.

Caminé hasta la puerta de entrada y rebusqué las llaves en mis bolsillos, antes de que pudiera encontrarlas la puerta se abrió dejando ver a mamá. Di un suspiro y un paso atrás. Se hizo a un lado para dejarme entrar y cerró la puerta tras de mí.

Me senté en el brazo del sofá mirando todo con cautela. Papá estaba echandole agua caliente a su taza mientras acomodaba sus lentes y mamá estaba parada justo frente a la chimenea en silencio, mirandome.

La manera en que me había ido hace unos días no había sido la mejor pero no sabía si ellos estaban molestos conmigo o estaban arrepentidos por toda la situación.

―Tu madre me dijo que fuiste de viaje… ―dijo papá dandole un sorbo su taza de té.

―Sí… ―respondí insegura.

Había tantas cosas en mi mente que todo parecía casi irreal, era como un sueño, era como estar viendo toda esta escena en tercera persona. La chica sentada en el brazo del sofá no se sentía como yo, yo solo miraba desde lejos.

―¿Así estuviste viviendo tu vida todo este tiempo? Ni siquiera una llamada. Incluso tratamos de hablar con tu prometido y ni él sabia dodnde estabas Sucrette.

Esa era mamá, y por el tono en su voz podía decir con certeza que estaba molesta, muy molesta.

―¿Cuál es el problema? ―espeté arrugando la frente, mirandolos a ambos.

―Baja el tono Sucrette…

―No. No…No, aún estoy esperando una explicación ¿Saben?

Ambos se miraron, por un segundo creí que me dirian algo, que por fin me explicarían o se disculparían por no estar aquí pero lo único que recibí como respuesta fue un encogimiento de hombros.
Y en ese momento traté de recordar viejos tiempos, cuando estaban aquí, cuando me lo daban todo y se preocupaban por mí, pero no encontré esos recuerdos en ningún lado. Todo lo que me venía a la mente eran imágenes de cuando estaba enferma en cama y era tía Agatha quien me cuidaba, o de todas aquellas noches en las que salían de fiesta o a reuniones y me dejaban sola en casa, y de todas las veces que olvidaban recojerme del colegio y tenía que ir caminando hasta casa.

Y ahora mismo todo se sentía tan frío, casi como estar en frente de dos desconocidos. Su sangre corría por mis venas y compartiamos el mismo apellido pero todo eso se sentía como nada, sin valor alguno.

―Nos quedamos durante tanto tiempo por el bien de la familia, Sucrette. Sí, al principio fuimos solo de vacaciones pero sabes que surgieron negocios que no podiamos rechazar.

Habló papá y me quedé callada. ¿Negocios que no podía rechazar? Era un estupidez. Negué con la cabeza mirando al piso, cansada.

―Pero ahora hemos vuelto para estar aquí contigo, lamentamos lo que pasó pero hicimos lo que teniamos que hacer. Lo sentimos realmente.

Corazón de melón: La sombra del pasado [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora