Capítulo 23

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Tres meses después

―¡Iré a la tienda! ¿Quieres algo? ―grité hacia la puerta cerrada del baño.

―¡No, gracias! ―oí en respuesta.

Viktor se había tomado unos días libres y me estaba haciendo compañía, era agradable tenerlo aquí, convivir con él se me hacia tan fácil y familiar. Dejó un poco de su ropa en mis cajones y su cepillo de dientes en mi baño, la verdad es que sería más cómodo estar en su apartamento, era mucho más grande y bonito pero yo quería pasar tiempo en casa y él estuvo de acuerdo con eso.

Caminé hasta la tienda pues quedaba cerca, atravesando el parque y tomando un poco de aire fresco que no me venía nada de mal, era un día soleado y agradable y todo se sentía bien, habían ya pasado tres meses de todo el asunto de la universidad, mis padres y Castiel y a pesar  de que fue muy difícil al comienzo ya me estaba empezando a acostumbrar. No fue el fin del mundo...seguía aquí, seguía bien.

También había conseguido dos empleos de medio tiempo, uno en la cafetería y otro en la tienda de pizzas que quedaba al otro lado del parque, era agotador pero aún así me quedaba tiempo libre, y dinero, tenía el suficiente dinero para poder mantener una vida decente.

Mamá no había vuelto a llamar.

Tía Agatha venía de vez en cuando y me traía comida y ese tipo de cosas, era una gran ayuda, era mucho más una madre de lo que era la mía. Tía Agatha sabia de Viktor, le gustaba, se llevaban bien, en unas de sus visitas se lo encontró en casa y tuve que contarle todo.

Entré a la tienda inundada de esos pensamientos, me hice una coleta porque la caminata me había dejado acalorada y pinté una sonrisa en mi cara. Saqué un carro y caminé por los pasillos arrastrandolo, mirando los productor que habían en los estantes. Puse algunos alimentos en el carro, dulces, jugos y también frutas, a Viktor le gustaba la fruta, a mí no tanto.

―¿Qué es esto? ―Me detengo en un pasillo y saco un tarro del estante para leer la etiqueta con cuidado, leo en voz baja, concentrada en la etiqueta cuando un destello rojo aparece fugazmente en algún lugar de la tienda.

Aún con el tarro en la mano levanto mi vista con cuidado y giro la cabeza casi con miedo, hasta que...

Castiel, su nombre resuena en mi cabeza como un doloroso eco abriéndose paso entre pensamientos y sentimientos. Abriendo cicatrices.

Me quedé mirándolo, estaba frente a un cajón con discos rebuscando en ellos, y yo solo no podía apartar la mirada porque una parte de mi estaba convencida de que esto era solo un sueño, que no era Castiel aquel chico con la cabeza agachada mirando esos cds, no era posible ¿Qué haría él aquí?

Respiré profundamente, "Calma, Sucrette" pensé. Sentí un desesperante hormigueo desde la punta de mis dedos y dejé el tarro sobre el estante, apreté un puño y volví a respirar ¿Era mi imaginación? Él seguía sin alzar su mirada.

Dejé el carro ahí y di un paso atrás,  él acomoda un mechón de cabello tras su oreja y mi corazón se inquieta, tengo que salir de aquí ahora mismo.

Me hago paso entre la gente y salgo de los pasillos hasta llegar nuevamente a la entrada de la tienda. Dándole la espalda a los abarrotes y a Castiel. Me pierdo por un segundo en mis emociones para luego dar un paso afuera, no puedo volver a esto.

Doy otro paso pero luego me detengo, no puedo volver sin las compras a casa, seria raro y tendría que explicarle a Viktor, seria incómodo.  Doy un suspiro mirando al cielo, de pronto el sol que me parecía tan agradable hace unos minutos comienza a molestarme, hace calor y las manos me sudan.

Vamos, es solo un encuentro casual, no estaba preparada para esto pero ¿Qué es lo peor que podría pasar? Me doy media vuelta y vuelvo a entrar a la tienda, recorro el largo pasillo mirando al suelo y voy en busca de mi carro de supermercado, cuando lo encuentro lo tomo y alzo la mirada, Castiel ya no está allí ¿Todo había sido mi imaginación?

Escucho a alguien aclararse la garganta tras de mí y me volteo rápidamente.

―¡Ahh! ―doy un grito ahogado, sorprendida al verlo allí, Castiel.

―Dios...―suspira él―. ¿Ahora te asusta verme?

Me quedo en silencio ¿Por qué suena tan casual? ¿Acaso no ve que me está tomando todo de mí mantenerme calmada? Pinto una falsa sonrisa en mi cara, fingir siempre parece una mejor opción cuando se trata de él.

―¡Pues me has asustado! ¿Castiel? ―lo miro unos segundos pretendiendo que no entiendo nada. Bueno, realmente no entiendo nada―. ¿Qué...qué estás haciendo aquí?

―Lo mismo podría preguntar yo ―chasquea la lengua, sus ojos parecían estar burlándose de mí y una sonrisa se asomaba en su cara.

―Vivo aquí, dah ―respondí arqueando una ceja.

―¿Aquí en la tienda? ―Ríe.

Como si tuviera algo de gracioso lo que acaba de decir, sonreí devuelta. 

―Muy gracioso, ja.

Genial, ahora nos envolveríamos  en una casual conversación fingiendo que nunca nos habíamos hecho daño.

―Pensé que estabas en la universidad... ―dice él.

―Pensé que estabas en...¿Una banda? Te imaginaba de gira o algo...ah...verdad que serás papá ―di un chasquido con la lengua. Está bien, mejor iba a callarme.

Se quedó en silencio, estaba incómodo, lo conocía lo suficiente para saberlo.

―¿Estas pretendiendo ser graciosa?

―No hagas preguntas estúpidas ―Diablos ¿Por qué se sentía tan natural?

―Vale... ―miró su reloj y alzó una ceja―. Si estás viviendo aquí supongo que nos veremos seguido.

―¿Qué quieres decir?

―Volví a mi antigua casa.

Joder, lo que me faltaba. No iba a preguntar más, no quería saber.

―Ah pues yo también ―dije con una sonrisa―. Y ya tengo que volver a casa...deben estar esperándome ―dije lo último susurrando.

―Lo que sea, nos vemos.

―Nos vemos ―Nos quedamos ambos de pie mirándonos.

Me moría por saber como iba su vida, pero no preguntaría.

Dio un paso atrás y se volteó caminando hacia una caja. Yo hice lo mismo pero para la dirección contraria, pagué todo lo que había comprado y tomé un taxi de vuelta a mi casa, de vuelta a mi vida. Antes de que pudiera tocar la puerta o sacar las llaves salió Viktor.

Viktor tomó las bolsas que estaba cargando y pagó el taxi.

―¿Estuvieron bien las compras? ―preguntó entrando y dejando las bolsas sobre la encimera, gotas de agua caían de sus cabellos.

―Uy, tan emocionante como siempre ―respondí con una sonrisa tirandome sobre el sofa. Él se sentó junto a mí.

―¿Por qué estás tan sonrojada?

―¿Qué? Umm, hace mucho calor afuera... ―dije un poco nerviosa. ¿Por qué estaba mintiendo? Debería ser capaz de ser honesta, sobretodo con él, conmigo.

No dijo nada más, yo tampoco. Solo se inclinó sobre mí y tomó mi rostro con sus manos dándome un beso, el cual correspondí, nos quedamos así un rato, pareció una eternidad, sobre el sofá besandonos, y yo tratando de borrar los destellos rojos de mi cabeza.

Corazón de melón: La sombra del pasado [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora