Capítulo 4: Antes.

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Ha pasado una semana desde que Castiel se fue, las cosas en el instituto parecen tranquilas pero yo no me siento así en lo absoluto. He quedado como la mala frente a todos, personas que consideraba mis amigos me han dado la espalda por creerle a esa chica y lo peor de todo es que sin él aquí me siento realmente sola.

He intentado odiarlo, y a ratos lo consigo, pero cada que cierro los ojos aparece él con su cabellera roja y su sonrisa irónica. Y cada vez que eso pasa vuelvo a caer en este sentimiento oscuro que me rodea y me atrapa. Me ahoga. 

Camino por los pasillos del instituto mirando al suelo, la gente ya no murmura cuando me ve pasar pero sé que aun me miran, algunos incluso con odio. Sin Lysandro y Rosalya me siento realmente expuesta, son de los pocos que se mantuvieron a mi lado.

Nathaniel también me cree, él sabe por experiencia personal como es Debrah pero simplemente trata de evitar todo el asunto sin darle mayor importancia, la ida de Castiel no le afecta de ninguna manera de todas formas. Siento una mano sobre mi hombro y me volteo a ver, es Rosalya, me agarra del brazo y me arrastra a un aula vacía.

―Te ves horrible ―suelta bruscamente, no sé como sentirme por su comentario aunque sé que no lo hace con mala intención.

―No sé que hacer Rosa ―respondo frustrada―. ¿Haz visto como todos pasan de mí? Me duele ¿Sabes?

Pero eso no era lo que me importaba, lo que los demás pensaran de mí me tenía sin cuidado. Lo que realmente me dolía era la ausencia de él, porque pasaba todo el día preguntándome como iba a seguir después de esto, cómo podría volver a confiar. Porque no me podía sacar sus malditos besos de mis labios y su nombre de mi mente. 

―Son unos idiotas ―se cruza de brazos rodando los ojos―. Eran tus amigos, no puedo creer que hagan esto.

En ese momento la puerta del aula se abrió bruscamente y vi a todos los chicos entrar rápidamente murmurando cosas sin sentido hasta que se percataron de nuestra presencia.

―Oh, están aquí ―masculló Peggy mirándome con desprecio, los demás guardaban silencio mientras nos observaban.

Era difícil imaginar que hace un tiempo eran mis amigos, Alexy y Armin no han tomado partido por ningún lado pero se mantienen al margen, de todas formas siento que también los he perdido a ellos, las cosas cambiaron y creo que ya no me pueden ver de la misma manera porque toda aquella situación me hizo quedar como una chica loca, celosa, malvada, cruel y hasta desequilibrada.

Rosalya me toma del brazo y me arrastra a los puestos de atrás mientras el resto de los chicos se acomodan sin mirarme. Al parecer tienen algún tipo de reunión, lo que sea, algo de lo que no soy parte.

―¿No deberíamos irnos? ―le susurro a Rosalya comenzando a sentirme nerviosa.

―Claro que no. Nos quedamos ―responde ella sin mirarme.

Peggy nos mira desde el frente con el ceño fruncido y comienza a hablar sobre unos conejos en el aula de ciencias, me pierdo la mitad de todo lo que dice porque estoy concentrándome en ignorar las miradas del resto de las chicas.

Violeta, Peggy, Iris, Melody y Kim pasan completamente de mí, Debrah se encargo de lavarles la cabeza y contarles mentiras sobre mí hasta el ultimo segundo en el que estuvo en este instituto, razón por la que no me extraña que ahora las chicas ni siquiera me dirigan la palabra.

Cuando terminan su reunión me doy cuenta que no me he enterado ni de la mitad de lo que han dicho aunque puedo verlos bastante agobiados, Rosalya me explica que se trata sobre unos conejos en el aula de ciencias y que aparentemente quieren que los disequemos o algo por el estilo, por lo cual toda la clase ha votado por liberarlos.

Peggy se encargo de hacer los equipos para que se encargaran de sacar a los conejos y liberarlos en el parque, como era de esperarse ni siquiera nos consideró.

Rosalya y yo optamos por sentarnos en una banca del patio, viendo a los demás correr de allá para acá.

―Al cabo que ni quería ensuciarme ―dice Rosalya sonriéndome.

Sigo hablando con Rosalya por unos minutos, no veo ni a Kentin ni a Lysandro así que al terminar las clases me voy directamente a mi casa, caminando con la mirada al suelo.

Cuando llego a mi casa veo un auto estacionado afuera, lo que me parece raro porque generalmente no hay nadie más que mi tía y yo. Cuando veo al chico bajar del asiento de copiloto me cuesta un poco entender toda la situación y mi mente queda en blanco.








Corazón de melón: La sombra del pasado [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora