El Elegido

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Severus no podía creer lo que había escuchado, su rostro cetrino adquirió un tono aún más pálido ante la respuesta del director. Ni siquiera pudo disimular su sorpresa y malestar como le hubiese gustado, se quedó de piedra ahí clavado frente a la única mesa del gran comedor, con los ojos de todos los comensales puestos en él.

Se fue a pasar las vacaciones a su casa aclaró Dumbledore atento a su reacción—. Dijo que le apetecía estar sola para meditar. Ya sabes, ella es un poco...

¿Ermitaña? aventuró McGonagall sirviéndose un poco de té.

Sí, algo así respondió el director, viendo como Severus parecía de pronto aliviado. Lupin también lo advirtió.

El profesor de Pociones ocupó su lugar en la mesa junto a Dumbledore. Realmente estaba aliviado de escuchar aquellas palabras porque, aunque de alguna forma se esperaba que Cordelia se marchara del castillo luego de que él la agraviara, terminó desechando la idea al ver que pasados los días ella continuaba allí. Sin embargo, al oír las palabras del director, pensó que tal vez había terminado hartando a la mujer con su insistencia en hablar con ella sobre el importante asunto de su piedra Dork. Ella no deseaba tenerlo cerca y él no podía culparla por eso pero, aunque no quisiera imponerle su presencia, se sentía incómodo ante el hecho de no haberle revelado nada todavía, no obstante una extraña sensación dentro de él le había advertido hasta ese momento que debía darle tiempo.

Al concluir el desayuno, Snape apenas había probado su café y le había dado un par de mordidas a su croissant, posteriormente se disculpó y se levantó de la mesa antes que los demás.

¡Espérame, Severus! dijo Dumbledore levantándose también de su asiento—. Necesito charlar un par de cosas contigo ¿me acompañas a mi despacho?

El profesor asintió pues igualmente él quería conversar con el director, había algo importante que tenía qué decirle.

Al llegar al despacho, Dumbledore le señaló la silla frente a su escritorio y Snape la tomó por diplomacia pero a decir verdad era que estaba demasiado ansioso como para permanecer tranquilo en un solo sitio.

Severus comenzó Dumbledore—, me ha sido inevitable darme cuenta de cierto interés que tienes en Cordelia.

Eso es una soberana tontería, Albus respondió Snape con una sonrisa irónica—. No sé en qué te basas para decir eso.

La noche de su cumpleaños ¡Ya sé! exclamó levantando la palma de la mano derecha al ver que Snape se levantaba de su asiento con intención de interrumpirlo—, tú solo querías explicaciones para su comportamiento y terminaste excediéndote.

De verdad necesito volver a hablarte acerca de lo acontecido esa noche insistió Snape.

Sí, me quedé con la impresión de que te guardaste algo... Te conozco demasiado bien, Severus. Mira, tal vez, al igual que ella, te quedaste impresionado con tu parecido a su fallecido esposo o con el hecho de que desciendes de él y al mismo tiempo de su ex prometido, pero llegará un momento en que ambos, tanto tú como ella, deberán aprender a vivir con eso... Existe una razón para todo en esta vida, hijo.

¡Albus!... hay algo que en su momento no creí conveniente revelarte... tal vez porque yo mismo trataba de acostumbrarme a la idea de lo que se supone que debo hacer.

¿De qué se trata?

Sin más preámbulo, Severus le contó a Dumbledore con lujo de detalle todo lo que había visto en la mente de Cordelia al principio de la legeremancia, como de niña había recibido la extraña visita y regalo de una ninfa del bosque. Era evidente que su piedra Dork ya le había sido conferida y no sólo eso, ya se encontraba lista y madura para su utilización en el brebaje que le devolvería la humanidad a Cordelia.

El Misterio del ÁguilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora