「W E O N L Y B I T E W H E N W E ' R E H U N G R Y」

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  Tan pronto entró a la mansión (porque ya se había redimido a llamar mansión a lo que Bill llamaba casa) pudo notar la gran diferencia entre la vida de los Cipher y la suya. 

  Todos los muebles estaban hechos de madera fina y exportada, había grandes candelabros hechos de diamante colgados del techo, iluminando con focos ahorradores y los suelos estaban tapizados por mármol blanco. 

  En la entrada no había más que dos gigantes escaleras de caracol con barandales de oro macizo y un largo pasillo frente a ambas, extendiéndose más allá del campo de visión de Dipper. Frente a las escaleras había una chica, portaba un largo vestido blanco y el pelo castaño lo traía recogido en un moño detrás de la cabeza. No hacía mucho más que estar parada, observando casi religiosamente algún punto en la pared frente a ella como si ese fuera su trabajo, Dipper se arriesgó a darle una sonrisa que ella regresó a medias.

—Eh, hola—saludó, intentando no sonar nervioso, ¿quién era esta mujer?

—Hola, señor Pines—respondió ella en un tono monótono, sin pestañear—. Bienvenido, ¿hay algo que desee que realice por usted?

  Su expresión se mantenía neutra y no se movió ni un centímetro al mencionar su apellido, cosa que hizo que el castaño quisiera salir corriendo.

—Eh, no, yo solo estaba... err, tengo los tenis de Bill y...

—Hey, dama—llamó una voz por el lado izquierdo del pasillo, y Dipper giró la cabeza para encontrarse con un castaño azotando la puerta de su cuarto y caminando por el pasillo como si tuviera el mundo en las manos. 

  Con la cantidad de dinero que tenían, probablemente lo hacía.

—Si, ¿señor Howell?—preguntó la dama, girando la cabeza perfectamente en noventa grados sin mover el cuerpo en lo absoluto, Dipper empezaba a cuestionarse qué tan humana era.

 El chico, aparentemente apellidado Howell, sonrió a medias y estiró un paquete de envió hacia la chica, dejando que el brillante sello de FedEx sobresaliera por entre largos dedos de pianista y uñas pintadas de negro.

—Asegúrate que esto quede para envío instantáneo antes de que la oficina postal cierre hoy, ¿si? Lo necesito en Manchester antes de mañana—continuó el chico, sonriendo, sin importarle el hecho de que la oficina de correos cerraba en media hora y su mansión quedaba a hora y media de la misma.

—Yo me encargaré de designar a alguien para esto, ¿al señor Lester, supongo?—respondió la chica, tomando el paquete sin batir un ojo.

—Ah, sí, hay cosas ahí de suma importancia—el castaño suspiró, encogiéndose de hombros. Giró sobre sus talones solo para detenerse a media vuelta, escudriñando a Dipper con la mirada—. ¿Y él quién es?

—La nueva mascota del señor Cipher, me parece—contestó la dama, tecleando algunas cosas en su celular—. Me han dicho que no es importante.

—Bueno, si el elegido finalmente consiguió una mascota y dejó de jugar por ahí papá estará decepcionado—ojos marrones lo miraron entrecerrados—. Van a ponerte a prueba, niño.

  Howell se fue caminando por el pasillo como si Dipper fuera insignificante, y pronto apareció un chico de tez oscura y cabello azabache para tomar el paquete de las manos de la dama, se acomodó la corbata y empezó a correr hacia el estacionamiento, dejando repiquetear las llaves que traía en mano.

—El señor Cipher estará en casa pronto, así que le aconsejo cambiarse—dijo la dama, sin mover la vista de lo que estuviese viendo—. Una dama de compañía lo acompañará a su habitación, buena suerte, señor Pines. 

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2017 ⏰

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