— No te atrevas, Naruto —dijo Sasuke, con su voz amenazante.

— ¡Sasuke! —chillé yo por la sorpresa—. ¿Cómo es que...? —no completé la pregunta, pues él se adelantó a responderme.

— Percibí el chakra de Naruto cuando te marchabas, así que te seguí solo por si acaso —me explicó, sin bajar la guardia—. No pensaba intervenir, pero al ver que éste imbécil se lanzaba contra ti, no pude evitarlo.

— ¿Por qué haces esto, Sasuke? —murmuró Naruto, sin poder creer que su mejor amigo estuviera frente de él. Ignoraba por completo el objeto punzante en su cuello—. ¿Cómo es que estás con ella? ¿Por qué no regresas a la aldea? Te he seguido el rastro por años, intentando protegerte de Orochimaru e incluso de ti mismo... ¡Y esa basura siempre supo de ti! —gritó, poniéndose de pie una vez más, con la intención de dañarme. Él necesitaba dañarme. Podía verlo en sus ojos. Necesitaba hacerme sentir al menos un poco de ese dolor que estaba sintiendo él en ese momento. Lo que él no se imaginaba era que, yo lo estaba sintiendo.

— ¡No voy a permitirlo! —ésta vez, una gran corriente de chakra transformado en modo rayo, obligó a Naruto a detenerse. El estruendo retumbó en toda la casa, destruyendo el suelo de la habitación y quebrando los vidrios de la ventana—. ¡No voy a permitir que toques a la mujer que amo! —sus ojos ardían en un rubí tan aterrador como intimidante. Estaba furioso. Incluso yo sentía miedo de él.

Si bien era cierto que los Uchiha llevaban una fuerte carga de odio desde sus antepasados, también era cierto que tenían el poder de amar. Eran capaces de sentir el amor más grande, puro y apasionado que cualquiera. Lo suficiente como para conventirse el odio más poderoso y destructor.

Esa noche muchas cosas podían salir mal. Alguien podía morir... por mi culpa y no podía aceptarlo. No quería ver a mi hermano muerto. No quería ver a Sasuke muerto. Solo deseaba que todo fuera una pesadilla y que al despertar, todo estuviera bien. Que Sasuke jamás se hubiera ido de la aldea y que, fuéramos felices.

Pero, la realidad era otra y una muy dolorosa.

— ¿¡Qué demonios está...!? —mi padre entró a la habitación creyendo que se trataba de una discusión más entre mi hermano y yo. Generalmente peleábamos por cualquier tontería, pero ahora era diferente—. ¿Sasuke? —casi cayó de espalda al ver al pelinegro. Y yo, casi moría de un infarto. La presión en mi pecho y mi cabeza aumentaban. Solo pensaba en huir como una maldita cobarde y no regresar jamás.

Por instinto y de forma protectora, sin ocuparse de enfundar su arma Sasuke me rodeó con su brazo, pegándome a él. Yo estaba apunto de colapsar. No por la reacción que podría tener mi padre. Temía por la actitud tan agresiva de mi hermano. Yo no sería capaz de pelear contra él y sabía que Sasuke era capaz de matarlo. Lo menos que deseaba era ver a dos amigos enfrentados por mí culpa.

— ¿Quieres que te diga que sucede, papá? —vociferó Naruto, mirándome con desprecio—. Tu hija perfecta resultó ser una asquerosa traidora. ¿Recuerdas el montón de veces que me acompañó a buscar a Sasuke? Ella supo de su paradero todo el tiempo. ¡Todo el maldito tiempo!

— ¿Eso es cierto, hija? —cuestionó mi padre, observándome—. ¿Rompiste las reglas? —no alzó el tono de su voz, no se alteró—. Eran misiones oficiales —me recordó, tensando su mandíbula—. Lo sabes.

— Es cierto, papá —respondí sin alejarme de Sasuke—. Lo supe todo el tiempo. Rompí las reglas de la aldea para protegerlo. Sasuke me pidió hablar con ustedes, pero yo... —me aferré más a él, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas—. Me negué.

— No permitiré que le hagan daño —intervino Sasuke una vez que terminé de hablar—. Amo a su hija. La he amado toda mi vida. Ella es todo lo que tengo. A diferencia de todos ustedes, ella me entiende. Ésta maldita aldea no tiene ni la más remota idea de lo que siento. Creen saberlo, pero no es así.

— Nadie lastimará a Nori, Sasuke —respondió mi padre, tal y como si intentara tranquilizarlo. Como si negociara con un delincuente que tiene de rehén a un inocente. A pesar de mostrarse tranquilo, podía notar su ansiedad.

Perdóname, padre.

—La última vez que lograron localizarte —continuó papá—. Tú intentaste hacerlos entrar en razón aplicándoles un Genjutsu que casi despierta al Kyūbi. Les hiciste ver que mi hija era asesinada por ti. ¿Por qué simplemente no atacarlos?

— ¿Es que no lo entiendes, Minato? —resopló Sasuke—. La única razón por la que no me he aliado a Orochimaru para destruir Konoha, la única razón por la que no he asesinado a Naruto es por ella. Nada más. Ésta aldea y éstas personas no me importan. No son más que estorbos en mi meta.

— Hablas de asesinar a tu hermano.

Sasuke asintió.

— Creo que ha llegado el momento de contarte la verdad, Sasuke —papá caminó hacia mi hermano y acto seguido, mi madre entró a la habitación.

Sin al menos mirarme y con un rostro cargado de seriedad, mi mamá tomó del brazo a Naruto y lo sacó de mi cuarto.

Mientras tanto, Sasuke seguía en guardia y yo también.

— Posiblemente éste arriesgando mi puesto como Hokage y mi vida, así como la vida de los aldeanos. Sin embargo, ya no puedo ocultarlo más —papá fue al grano en cuanto nos encontramos solos—. Yo lo sabía. Todo éste tiempo lo supe. Conocía de su relación. Así como conocía del plan para desaparecer al clan Uchiha.

Mi padre lo sabía.

Lo supo todo el tiempo.

Ahora, ¿quién era el verdadero traidor?

Ahora, ¿quién era el verdadero traidor?

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