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CAPÍTULO DOS

— Mi nombre es Sasuke Uchiha. Odio muchas cosas y no me gusta casi nada en particular. Lo que tengo no es un sueño, porque yo voy a hacerlo realidad. Voy a restablecer mi clan y a destruir a alguien en específico. 

Las palabras brotaron de sus labios con tanta naturalidad y determinación, que creí que podría lograrlo.

Yo sabía a qué se refería. Conocía incluso más, y me gustaba pensar que yo era parte de ese casi. Me gustaba pensar que yo le importaba tanto como él me importaba a mí. Tanto como le importaba vengar su clan y asesinar a Itachi Uchiha, su hermano mayor.

Conocí a Itachi cuando yo era muy pequeña. Él era todo para Sasuke, mi mejor amigo. Además de eso, trabajaba bajo las ordenes directas de mi padre y eso implicó escoltarnos a mi hermano y mí e incluso, servir de canguro. En ese entonces, yo tenía la certeza de que para él, Sasuke era todo. Itachi Uchiha acabó con su clan y a pesar de lo que eso implicó, incluyendo el sufrimiento de Sasuke, innumerables veces cuestioné mi percepción sobre él. Después de todo, dejó a su hermano menor con vida. Dejó a Sasuke con vida.

Me imaginé recriminando sus actos, así como me imaginé agradeciéndole.

Y, sé que está mal que yo apoyara a Sasuke en su venganza. Pero, ¿quién era yo para decirle que no lo hiciera? Estaba en todo su derecho. Era su clan. Su gente. Su sangre y su hermano. Yo solo era su amiga y había prometido estar a su lado.

Cumplí mi promesa hasta cuando él me pidió que me alejara. Porque incluso con su actitud poco amigable, él me ayudó. Me ayudó más que cualquiera.

Me lastimó cientos de veces con la verdad, mientras que los demás me adulaban y veneraban falsamente por ser hija del Hokage. Llenó mis ojos de lágrimas y me hizo levantarme sin darme una mano. Él me hizo independiente. Irónicamente, sigo dependiendo de él. Porque me conoce mejor que nadie. Porque para él no soy la hija sobrevalorada de Minato Namikaze. Para él, soy yo y simplemente yo.

Estoy segura de que, Sasuke Uchiha tuvo una mayor influencia en mi vida, de lo que yo tuve en la suya.

Gracias, Sasuke. Por confiar en mí y no dar por sentado que por ser hija del Hokage, debías actuar como todos los demás. Gracias por ser diferente a las otras personas. Gracias por llevarme a mi límite y hacerme conocer mi verdadero potencial. Y sobre todo, gracias por romper todos mis esquemas de lo que creía que era la vida y el amor.

Me hubiera gustado decirte eso y más cuando me citaste cerca del bosque la noche de mi cumpleaños, pero nada salió como yo lo esperaba. De hecho, nunca me imaginé que eso sucedería.

La brisa nocturna era fría, lo suficiente como para que aún siendo temprano, no hubiera casi nadie rondando por el pueblo. No se escuchaba casi nada, salvo el sisear del viento y el constante batir de las ramas de los árboles.

— No fuiste a casa —fue lo primero que dije en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca como para escucharnos—. Naruto también te esperaba —porque sí, mi hermano mellizo lo odiaba pero por alguna extraña razón, lograban entenderse una que otra vez—. Había pastel y... —entonces noté que él llevaba una mochila puesta. No dije nada al respecto. No le di importancia.

— Estuve ocupado hasta éste momento —Sasuke nunca fue de excusas, así que le creí de inmediato.

— ¿Cómo estás? —pregunté, sintiendo un nudo en mi estomago. Había algo de temor en mi voz y por alguna razón desconocida, temía por la respuesta. Sentía algo extraño.

— En realidad, solo te cité aquí para entregarte una cosa —metió la mano en su bolsillo y de éste sacó un collar de cuero con un colgante—. Es tu cumpleaños.

— Lo recordaste —musité yo, esbozando una sonrisa sonrojada. Me sentí feliz, tan feliz que no pude evitar emocionarme. Mi hermano estaba en casa presumiendo su obsequio de cumpleaños, pero sentía que yo había recibido el mejor.

— Date la vuelta —me ordenó con su clásico y monocorde todo de voz y en cuanto le obedecí, él se acercó a mí y me colocó el collar. En ese momento pude reconocer el dije, se trataba del símbolo del clan Uchiha. Un pequeño y lindo abanico tradicional. 

Y, con ese detalle, él me hizo entender sin decir una palabra, que me aceptaba como parte de su vida. De su familia.

— ¡Sasuke! —cargada de emoción, me di la vuelta y le rodeé con mis brazos—. Muchas gracias. Pero... —fruncí el ceño mientras me alejaba—. ¿Por qué no fuiste a casa?

— Porque me voy —soltó sin una pizca de gracia en su voz—. Abandonaré la aldea.

Fue esa noche cuando llorando, corrí a casa y mientras mi padre me consolaba, entendí que yo le amaba más de lo que podía comprender.

Fue esa noche cuando llorando, corrí a casa y mientras mi padre me consolaba, entendí que yo le amaba más de lo que podía comprender

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