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Plano muy simple y cutre de la habitación de Samantha.

Se me hacía imposible memorizar algo más de historia.
Miré el reloj: casi las nueve de la noche.
Llevaba tanto tiempo estudiando que ni había tenido en cuenta el tiempo, tampoco había ido a interrumpirme nadie y menos Derek.
No había tenido señales de vida suyas desde la madrugada, cuando salió por la ventana.
Una parte mía supuso lo peor, quizá que lo habían detenido o tal vez que decidió dejar de molestarme y comenzar una vida nueva.
Cosa que dudaba.

Suspiré y mi columna crujió con sonoridad, produciendo un pequeño placer en mis huesos, tenía la espalda cargada.

Por la noche podía apreciarse desde mi ventana las luces de la ciudad; lo suficientemente lejana como para apreciar muchos de los rascacielos, hasta que una mano irrumpió mi observación.

A través del vidrio miré a Derek, con su nariz repleta de pecas enrojecida y sus ojos bicolores que llegaban a paralizar.
Él, esperando a que abriera la ventana, se frotaba las manos contra una sudadera que vestía.
Había que ser tonta como para no darse cuenta de que se había cambiado de ropa, pero, ¿cómo? Podría haber ido a una tienda. Sin embargo, podía sospechar y confirmar que no traía dinero, o al menos no el suficiente.

La duda me recorrió el cuerpo entero, sumándola a las otras miles que tenía pero que apartaba de mi mente hasta acabar en el subconsciente.
Abrí la ventana y la brisa nocturna entró erizándome el vello del brazo, las noticias hablaban sobre un anticiclón helado, echaría de menos la lluvia.

Cuando entró me fijé que en el bolsillo del chándal había algo rectangular, aunque aparté rápido la mirada y la centré en sus ojos.

-¿Dónde estuviste? -Alzó una ceja.

-Preocupada por mí, qué mona-Respondió sarcástico y rodando los ojos.

Fruncí los labios y recogí los libros hasta guardarlos en la mochila, sin prestar atención a sus comentarios.
Derek también parecía cansado, así que extendió una manta sobre la alfombra y crujió su espalda.
Me daba algo de lástima, pero seguía siendo un desconocido.
Tenía que estar loca como para meterlo en mi cama.

Aunque, mi cabeza al imaginarse a un chico como él arropado con sábanas rosadas me producía cierta diversión.

El pelinegro sacó una tarjeta y la dejó sobre el escritorio. Yo, pesar de fingir que no había prestado atención a ese gesto, había despertado mi curiosidad.

Me acosté en la cama, arropándome un poco para disimular mis intenciones y esperando a que Derek también se tumbara en la alfombra y se durmiera.

Las cuatro de la mañana, con apenas luz y yo despierta y sonriente.
Me moví sobre el colchón silenciosamente, sintiéndome como un ninja.
Derek estaba completamente dormido, su rostro era iluminado más o menos por la poca luz de la luna que entraba por la ventana, eso bastaba para que pusiera en marcha mi misión.

Tragué saliva y me senté sobre la cama, con cuidado de no rozar ninguna parte de su cuerpo.
Aún con la adrenalina en la sangre, mi pie se desplazó hacia la zona del escritorio, haciendo una especie de puente con las piernas y con el que Derek se situaba en medio.
Suspiré e ignoré los latidos acelerados de mi corazón, mis dedos rozaron la tarjeta y traté de leerla de forma clara.

Era un documento de identidad, por fin iba a saber algo sobre él.
Derek Miller, un joven de veintiún años. Y para añadir: perseguido por la policía.

Una mano agarró mi brazo, tirando de mí hacia abajo y provocando que soltase el carné sobre el escritorio.

Su mirada bicolor tenía una mezcla de sorna, sueño y diversión; seguramente por la posición en la que nos encontrábamos y la hora que era.
Estaba a horcajadas sobre él y muy cerca de su rostro.
Su olor corporal era sumamente agradable y cuando sus labios se extendieron en una sonrisa llena de sorna llegaron a rozar los míos, cada latido retumbaba en mis oídos por el miedo, ya había olvidado su nombre y apellido.
Olvidé incluso que su mano acariciaba mi espalda, con sus dedos pareciendo disfrutar el tacto.

-Qué traviesa -Comentó-Intentando saber de mí, ¿eh?

Sonreí inocente para evitar el sonrojo, no estaba acostumbrad a tanta cercanía
-No sé de qué me hablas.

Su otra mano recogió un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja.
-Este mundillo no es para ti, ¿tengo que repetírtelo?
-Susurró.

¿Había subido la temperatura?

Una sonrisa lobuna asomó su rostro. siendo solamente iluminado por la poca luz que entraba por la ventana.
Tragué saliva con lentitud y pareció observar con detenimiento mi garganta; se mantuvo unos segundos así hasta que clavó su mirada en la mía.

Una mirada sublime, de pupilas dilatadas con bosque y mar enfrentados en una lucha contra mis iris grises.
Me levanté del suelo tratando de ignorar aquel extraño momento, el ambiente se notaba pesado y Derek no había dicho nada sobre ello.
El silencio era el líder en aquella habitación oscura.
El pelinegro carraspeó con sonoridad y se arropó, en cambio mi espalda pedía a gritos que sus manos volvieran a tocarla.

Era una jodida idiotez, ¿había olvidado quién era él? Un criminal, quizá un asesino, tal vez un violador.

¿Y por qué su mirada no decía nada de eso? ¿Por qué me parecía que transmitía una de las almas más inocentes?
No sabía qué andaba mal en mi cabeza, solo quería olvidar aquel momento e irme a dormir, luego ya por la mañana me convencería de que había sido un mal sueño.



Mamá aparcó el coche cerca del gran árbol y bajó del vehículo seguida de Logan y de mí.
Aun con la mochila a cuestas abrí la puerta principal y subí las escaleras sin molestarme en ir a comer.
Cuando desperté Derek ya no estaba y había dado por hecho que no llegaría hasta la noche, como hizo el día anterior.
En el instituto no había pasado nada interesante: ni Trent ni Kendall se acercaron a hablar en el patio como la otra vez, solo nos mandaban miradas de vez en cuando e incluso a veces se unía Aaron.
Esa era una de las cosas que me ponía nerviosa, no podía evitar pensar que hablaban de Margo y de mí, seguramente de mala manera, así de paranoica era.

Subí las escaleras y abrí la puerta de mi cuarto con rapidez, cercionándome de que no estaba el pelinegro al acecho, y cuando cerré la puerta con seguro, dejé la mochila en el suelo.
A pesar de no haber ocurrido nada interesante sí que había sido un día agotador.

Al voltearme, una alta figura me sorprendió.

Derek Miller.

-¿Por qué miraste mi carné?
-Murmuró.

-Curiosidad.

Cerró los ojos por varios segundos, su semblante era serio, ¿acaso había olvidado lo de ayer?

-No quiero que te acerques, ¿Está bien?

-¿Por qué? -Rebatí, quería una razón, la verdadera.
Total, ya sabía lo que decía su carné y no había sacado nada en claro, ¿qué había de malo?

-Porque eres demasiado inocente, mírate: nunca has salido de tu burbuja, ese carné es solo el comienzo de lo que podría introducirte en el otro mundo.

Fruncí los labios y corté la conversación.
Era estúpido, él era estúpido.

-Vale, lo que tú digas.

Llámame Derek [ANULADA] Where stories live. Discover now