Una Obstinada Justificación

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Con la edad desaparecen las utopías, esas extravagantes ideas de victorias inauditas, de sublimes enfrentamientos contra sombras demoledoras, que obligan los impulsos necesarios para intentar tareas titánicas. Alguna vez pensé que mi nombre estaría asociados a grandes conquistas y estuve cerca de lograr una victoria importante, pero un detalle menor, una palabra ajena, un gesto equívoco, espantó los triunfos y los llevó a espinosas fronteras inalcanzables.

Mi sueño de éxito, de logro seguro, se convirtió en una cadena de derrotas. El peso del fracaso es el complemento inexacto que acompaña mis pasos, esas piruetas inseguras dejan una huella difusa en la superficie, finalmente un día sin historia se borrarán junto con mis huesos en estos suburbios marginales, en este subterráneo donde decido refugiarme, en donde me escondo de la misericordia, esa actitud gratuita que intenta disculpar mi falta de voluntad, mis continuos errores y no le deja ni un solo recuerdo útil a mi vida, vida que llevo con actitud recalcitrante, actitud que utilizo como escudo y me precede, es una pose pasajera, una conducta estudiada, que represento bajo los signos de este guión que escribo y actualizo a diario. Actúo en estos círculos oscuros a donde vine a parar en busca de olvido, olvido que me permitirá seguir vivo en una sociedad amparada en mentiras consecutivas.

Intento mirar mis actos en el turbio cristal de los recuerdos, mis imágenes en el espejo convexo del tiempo han sido deformadas por esa distancia improbable, pero persisto, en un intento desesperado por encontrar una señal que me indique en que momento crucé la línea y transformé el futuro en un presente de desgracias.

Hago este ejercicio de revisión obligado por las circunstancias, debo saber, necesito saber si mi destino estaba marcado de antemano, o lo forjé en el fuego de mi ignorancia, en las brasas incandescentes de mi soberbia.

Desde los bigotes manchados de nicotina, con la voz ronca del fumador compulsivo, mi padre se anticipó y su ejemplo es el faro de alerta que ilumina el camino andado con pasos inseguros, en donde él lo perdió todo menos el juicio.

Desde el afecto repartido entre mis hermanos y con un conocimiento intuitivo, mi madre nos alertó y dijo:

Cada uno de nuestros actos, por mínimo que sea, levanta poderosas fuerzas ocultas, y se desatan vendavales de consecuencias impredecibles, no nos vamos de este mundo sin pagar nuestras deudas, deben cuidar su conducta.

Impulsado quizás por este legado, por esta herencia, me coloco invariablemente al lado del más débil, de quien no tiene ninguna oportunidad, del indefenso. Jamás me verán apoyando al oportunista, defiendo los actos justos, sin medir ventajas ni consecuencias.

Un giro distinto se hace dueño de esta geografía que limita con el sur y el Caribe, las botas asfixian mucho más que los gases, no hay seguridades, la ley es un instrumento flexible y castiga con rigor a inocentes, en las calles la siembra de odio se cultiva con pólvora y cenizas.

Mantengo mis convicciones y hago filas con los débiles. Un estudiante es arrastrado y golpeado salvajemente, levanto la Constitución y recito de memoria un párrafo de los Derechos Humanos. Tomados por sorpresa se detienen, el muchacho escapa y yo grito ¡Justicia! ¡Libertad! y corro hasta perderme.

Ese momento es captado por celulares y se repite incesantemente, se viraliza la imagen que se rebela y rompe con el imperio del miedo, muchos copian la actitud.

Esa noche allanan mi casa y se la entregan a un patriota cooperante, soy otro perseguido.

En un acto sin testigos quemo mi carnet de identidad, dejo de ser ciudadano y me convierto en una sombra que resiste.

ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora