Estaba furiosa, más que eso, estaba que echaba fuego por la boca y achicharraba a su desagradable cuerpo.

Ian al verme en ese estado, dejó de lado su molestia para acercarse a mí y tomar mis manos.

―Sé que estas molesta y que en estos momentos sientes deseos de matarla, pero por favor, cálmate. Recuerda que todo lo que tú sientes lo siente el bebé y alterarte puede hacerles daño ―pidió con ojos preocupados, acercando mi mano a su boca para dejar un beso en mi palma― No quiero que eso ocurra y mucho menos por mi culpa.

―No es tu culpa ―suspiré, contando hasta mil en mi mente para hacer caso a Ian― Es de esa maldita cerdizorra despechada.

―¿Cerdizorra? ―preguntó confundido, escondiendo una pequeña sonrisa.

―¿Pero tú has oído como chilla esa mujer? ¡Es como un maldito cerdo! Pero al menos los cerdos bebé son bonitos y adorables, esa mujer es el ser más desagradable, prepotente e insufrible de este mundo. Es como maléfica, pero al menos ella al final se volvió buena, Miranda no haría algo bueno por alguien más ni por toda la fama del mundo. Y lo de zorra... ¿Realmente necesitas que te lo explique? ―pregunté con una ceja alzada y una sonrisa.

Ian soltó una estruendosa carcajada y me atrajo a su cuerpo en un abrazo.

―Eres muy graciosa ―comentó con el rostro enterrado en mi cuello una vez dejó de reír― No hay otra mujer como tú en el mundo, eso puedo asegurarlo. Nadie que en momentos como estos, donde quiero matar a alguien, pudiera hacerme reír.

―Y gracias a Dios que no la hay, porque eso sería el fin del mundo.

―Pero si lo piensas bien, si nuestra hija es una niña, podría ser como tú ―murmuró acariciando mi cuello con su nariz, haciéndome cosquillas y provocando que me removiera para salirme de su agarre, pero como es obvio, lo único que conseguí fue que lo hiciera con más ganas― No me parece que eso fuera el fin del mundo, al contrario. Creo que eso sería maravilloso.

―Pero también podría ser como tú ―le recordé con una sonrisa, dejando de lado mis intentos por soltarme al ver que era imposible.

―¿Aburrido como yo, dices?

―No. Tan guapo y encantador como tú.

Ian detuvo sus incesantes y molestas caricias a mi cuello y retrocedió para mirarme con una sonrisa en el rostro.

―¿Crees que soy guapo y encantador?

―Creo que eres caliente como el infierno, pero no quedaría bien que dijera eso de mi hija ―dije guiñándole un ojo y acariciando su nuca con mi mano.

Ian volvió a reír y se acercó a mí para tomar mi boca y darme un beso que me dejo atontada por unos segundos cuando se alejó.

Al mismo tiempo que yo me recomponía, la puerta principal se cerró estruendosamente, provocando que diera un brinco en mi lugar y luego quitara el cuerpo de Ian del mío para ponerme rápidamente una camiseta y un pantalón, tratando de ocultar cualquier evidencia de lo ocurrido la noche anterior. Una vez que estuve lista, fui en la búsqueda de mi hermano.

Lo encontré a unos pasos de mi habitación, con el ceño fruncido, inmensas bolsas oscuras bajo sus preciosos ojos y una mueca en los labios. En sus manos había una revista que se me hacía muy familiar.

―¿Podrías explicarme por qué mi hermana está en la portada de una revista de chismes y en ella están diciendo que eres una caza fortunas? ―preguntó aceleradamente, con la mandíbula tensa y los ojos llameando en furia― Ah, y por supuesto, ¿porque en nuestro edifico hay una convención de periodista?

My Complement. MADLY IN LOVE #1Where stories live. Discover now