—Ella no está mal, en absoluto —me sincero, pero la vacilación en mi voz le indica que es un tema bastante delicado, así que lo deja pasar. Solo por ahora, claro—. Y Adam tampoco, en realidad, me cayó bastante bien.

—¿Quién es Adam? —Zoe frunce el ceño.

—Uno de los nietos de la señora Hyland. Creo que tiene tu edad, tal vez podrías jugar con él.

—No creo que sea buena idea —interrumpe Bill con ojos desconfiados—. Si es pariente de los Hyland no es digno de fiar, en absoluto.

—Es solo un niño —defiendo al joven Rickmount.

—Esos son los peores —indica mi padre apuntándome con su tenedor cubierto de salsa—. Hyland a esa edad era una pequeña y maloliente sabandija que se sacaba los mocos y los pegaba a mis paredes. —La aversión y rencor se filtran a través su voz—. Así que aléjate de él, Zoe.

La niña desliza sus grandes y brillantes ojos desde mi padre hasta mí, luce realmente intrigada.

—No tengo que hacerle caso a Billy, ¿verdad, Kansas? —pregunta poniéndose de pie y tomando la jaula de su mascota que aún lucha por alcanzar el fideo.

—No —digo mientras enfoco mis ojos en Shepard—. Nadie puede decirte con quién puedes salir o juntarte, Zoe. Así que, si quieres, ve a buscar a Adam.

Ella sale disparada hacia la puerta principal y yo me pongo de pie sin quitar mis ojos del hombre cuya camiseta está cubierta por manchas de salsa.

—¿Esa fue una indirecta? —Enarca ambas cejas.

—Sí, papá —respondo—. Lo fue.

Tal vez no vaya a mencionar lo que ocurre entre Beasley y yo —o lo que ocurrió, mejor dicho—, pero eso no quita el hecho de que mi padre debe aceptar que puedo salir con quien quiera, incluso si se rompe su regla de oro y si se trata del número veintisiete. Si yo no puedo decidir sobre su relación con Anneley, él no puede decidir respecto a las mías. Y es hora de que se vaya acostumbrando a la idea, porque a pesar de que pueda evitarlo por ahora, sé que en algún momento la verdad saldrá a la luz, ya sea por boca de Malcom o de alguien más.

Y cuando el momento llegue todo se irá a la mierda.

***

—Tiene buenas notas, es responsable, autosuficiente, recatada y el tipo de chica que se pondría a cocinar galletas con mi abuela —explica Hyland recargándose sobre la cerca que separa la casa de Mary de la mía—. Y yo soy un ermitaño que juega videojuegos hasta las cuatro de la mañana, se baña solo dos veces a la semana y aún no sabe qué hacer con su vida. ¿Cómo se supone que una chica como ella se fijará en alguien como yo? No sé qué hacer.

—Podrías empezar bañándote más seguido —apunto observando la forma en que Adam reprocha a Zoe por darle de comer dulces a su hámster. Él le dice algo de la probabilidad de vida de Ratatouille si lo sigue alimentando incorrectamente. Zoe, por otro lado, lo ignora mientras sigue dándole de comer al animal y tararea una canción de alguna película de Disney—. Escúchame, Gabe —llamo su atención apartando la vista del porche de mi casa donde están los niños—. Los estereotipos se mezclan, es así de sencillo. Así que vas a ir y le vas a pedir una cita, porque a pesar de que digas que es imposible que siquiera se fije en ti, tal vez lo haga. Sin embargo, no lo sabrás si no lavas tu apestoso trasero y hablas con ella. Ten algo de confianza, hombre.

—Eres más directa que una bala, ¿dónde se supone que está tu sutileza?

—Kansas no sabe lo que es la sutileza —dice una voz desde el porche.

Cada fibra de mi cuerpo se tensa al oír a Beasley, y ni hablar de lo que me ocurre cuando mis ojos encuentran los suyos.

Se ha deshecho de la toalla y ahora tiene unos sweatpants grises colgando de sus caderas; combinan con la gorra de béisbol que tiene puesta. Nunca antes la había visto, y por lo vieja que aparenta ser deduzco que era lo que podía palpar en el paquete que Gideon envió.

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