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La campanita de la puerta de entrada tintineó irrumpiendo el silencio del lugar y volteando la mirada de los comensales y los empleados hacia ella

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La campanita de la puerta de entrada tintineó irrumpiendo el silencio del lugar y volteando la mirada de los comensales y los empleados hacia ella.
Los ojos marrones de la dueña se arrugaron de felicidad al ver a la nueva integrante del personal y juntó ambas manos contra su pecho soltando un pequeño suspiro. El uniforme le sentaba de maravilla, resaltando sus ligeras curvas de su menudo cuerpo. Lo que menos aparentaba era ser la bestia que atemorizaba la ciudad cada luna llena.

Habían pasado tres días desde su transformación y se estuvo refugiando en el bosque hasta que su instinto animal por fin haya cesado. Había recobrado la cordura humana y regresado a su hogar antes de que cayera el atardecer del día anterior. No cobró ninguna otra vida humana luego de haber matado a aquel hombre. No le fue necesario. Pudo abastecerse de carne de ciervos y conejos hasta que la luna llena pasase.
Por fin podía observar de nuevo los serenos ojos de Travis y comenzar a vivir su rutina diaria lejos de su espeluznante naturaleza. 

—Buenos días a todos —declaró a todo pulmón y con una radiante sonrisa en el rostro.

Travis no logró contener la felicidad y avanzó hasta ella para estrechar manos y conducirla por el pasillo hacia la zona de trabajo. Tenían mucho por hacer aquel día, luego de que ella se hubiese desaparecido misteriosamente.

—¿Dónde te habías metido? Faltas en tu primer día y te presentas de manera tan abrupta. Tienes suerte de que le caes bien a la dueña —aclaró Travis mientras sacaba dos cuchillos y trozos de carne para cortarlos en pequeñas partes. Le tendió un cuchillo Leena y siguió con su labor.

—Tenía unos asuntos pendientes —dijo temiendo de que le preguntara por más detalle.

—¿Asuntos? ¿Tan importantes eran? —él se mostraba muy consternado.

—Tiene que ver con mi familia —Leena cortó su voz para que sonara más melodramática y Travis le creyera—. Realmente quisiera que lo dejes así. Ahora no quisiera hablar de aquello.

Travis hizo una mueca en desagrado.
—Bien pero hablaremos de esto luego. Pondrás en riesgo si sigues de esa manera.

Leena devolvió la vista al trabajo que realizaba con sus manos y de un veloz movimiento de muñeca, arrancó con la hoja del cuchillo un nervio grueso del músculo. La sangre le manchaba la punta de sus dedos.
—No deberías preocuparte por mí.

Travis no contestó, solo refunfuñó y dejó de lado el trozo de carne ya cortado para proseguir con un pollo parcialmente desplumado.
—Solo quiero ayudarte. Así me han educado en mi familia. A dar todo de mí por los demás, a siempre preocuparme por el estado de los otros. Esa es mi naturaleza.

Los ojos de Leena brillaron con fuego. Sintió su sangre hervir de nuevo como si la luna se alzara frente a ella. El cuchillo silbó en el aire al quitarlo de la carne salpicando algo de sangre a su delantal crema. Dos mechones de su cabello recogido en una rosca y arreglado con una redecilla le hacían cosquillas en la nariz.
Para tranquilizarse respiró profundamente y eso disminuyó su ritmo cardíaco y su estrés, calmando así al licántropo.
Era la segunda vez que el monstruo intentaba tomar el control y lanzarse sobre el muchacho a arrancarle la voz de un mordisco.

Teratos: Luna Roja (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora