Una gota de honestidad

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—¿Pero por qué Abi no te delató al instante? A menos que...a menos que ella pudiera chantajearte por eso. Abi siempre ha querido hacerte pagar por todo lo que nos hiciste.

—Alessandra, realmente estás delirando en este momento. ¿Por qué no hablamos mañana cuando te calmes? —Decidí que lo mejor era negarlo todo y fingir que ella estaba loca.

—¿Por eso es que no sales con nadie? ¿Abi te obligó a dejar tu pasatiempo favorito? —Su cara se arrugó en una mueca de completo desprecio hacia mí y luego sonrió—. Esa chica es un genio.

—Alessandra, sé que estás molesta por lo que pasó entre nosotros y lo siento mucho por todo, pero tienes que calmarte y volver en otro momento. Si te paras a pensarlo, no tiene sentido nada de lo que dices.

—¿Ah sí? ¿Por qué no?

—Pues...

Demoré demasiado en encontrar una respuesta y Alessandra soltó un bufido.

—Debe ser realmente malo si Axel Cruz no puede encontrar una respuesta rápida —se burló—. No puedo creer que haya salido contigo.

Odié el tono con el que dijo mi nombre, como si fuera la definición de "horrible".

—Nadie te obligó —repliqué molesto—, tú sabías exactamente quién era yo. Y nunca te prometí nada.

Era la pura verdad, jamás hacía promesas que no pudiera cumplir. A diferencia de otros idiotas de la escuela, nunca le había dicho a una chica que la amaba ni nada parecido.

—No estoy discutiendo esto ahora mismo. Vine para hacer que te alejes de Abi.

—Es mi amiga. No intento nada con ella.

—No te creo nada, Axel Cruz, ni una maldita palabra. Nadie que haya salido contigo puede creerte. No hay una gota de honestidad en todo tu cuerpo.

—¡Es la verdad!

—¿Ah sí? ¿Y por qué la besaste hoy?

¿Abi se lo había contado? Mi cara de shock debió ser lo suficientemente reveladora.

—¿Lo ves? Eres un mentiroso. Abi no te quiere volver a ver, pero te conozco, Axel. Vas a perseguirla como siempre haces, decirle todas las frases correctas, y ser tan insistente.

Ella siguió hablando sobre cómo confiaba en que Abi resistiría, pero que quería asegurarse. No capté gran parte de eso. ¿Abi le había dicho que no quería volver a verme?

Que le hubiera arruinado su primer beso debió ser realmente malo para que ella fuera con Ale. La culpa hizo que todo mi cuerpo se sintiera como si quisiera vomitar. ¿Por qué no le había contado también lo del libro?

—...Y espero que Abi lo entienda —finalizó Ale con otra de sus miradas de desprecio. Le salían tan bien que tuve un pensamiento aislado sobre que debería patentarlas.

—Mira, Alessandra, si Abi me odia por eso, lo único que se me ocurre es intentar que me perdone. No vas a conseguir nada gritándome.

Después de su elaborado discurso, la furia había sido drenada de su sistema; sin embargo, su expresión de fría calma consiguió lo que no habían logrado sus palabras: asustarme.

—Bien, perfecto. Quiero ver si opinas lo mismo cuando el diario de Delossi acabe contigo.

Mi cerebro intentó procesar la frase. ¿Qué tenía que ver el diario...?

Tuve que dejar el pensamiento a la mitad cuando ella salió corriendo de mi habitación. Intenté seguirla pero fue demasiado tarde: ya estaba al final de las escaleras y se estaba metiendo en la sala. La escuché mientras hacía mi propia carrera escaleras abajo.

—Tú, como te llames, mantente alejada de los Cruz, solo te van a traer problemas. Disculpa no saber tu nombre, pero cuando yo salía con Axel, el señor Cruz estaba con otra.

Alessandra salió pisando con furia, abrió la puerta y se fue sin cerrarla.

¿Qué diablos le acababa de pasar? Aunque seas una chica loca, no puedes hacer eso. ¿Estar furiosa y gritarle a otros adolescentes? Ganarás famas, pero sobrevivirás. ¿Gritarle a adultos que no conoces? Eso sencillamente no se hace.

Papá y Gina me devolvieron una sola mirada de confusión.

—Creo que está un poco borracha —intenté disculparla—, no sé por qué vino aquí hoy...

—¿Esa era Alessandra? —Dijo una voz desde la puerta.

Franco estaba en la entrada, luciendo...¿molesto?

—Hola Franco.

—Acabo de ver salir a Alessandra —me informó—. Parecía furiosa, ni siquiera me miró cuando pasó junto a mí, ¿qué le hiciste?

—¿De verdad? ¿Ahora yo tengo la culpa de todo?

Él alzó una ceja, de una forma tan perfecta que entendí sin necesidad de palabras: "Hey, tú eres el que me llamó porque arruinaste las cosas con Abi".

—Sí, bien, vale. Vamos arriba. Papá, Gina, lo siento, no sé qué le pasó a Alessandra, por favor olviden lo que dijo.

Sin embargo, igual que con Abi, sabía que no iba a ser tan fácil.

PROHIBIDO tener citasWhere stories live. Discover now