Adicción a la adrenalina

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(Por: Axel)


—¿Has ido de nuevo a ver a Abigail? —Preguntó Franco mientras me quitaba la calculadora para comprobar que quince más doce realmente fuera veintisiete. Habíamos llegado a ese momento en la tarea de matemáticas en el que dudas de todo.

—No te voy a invitar de nuevo —refunfuñé—. Se supone que eres mi amigo.

—Ella me asusta, no estaba intentando nada —reclamó Franco—. Y aunque lo hubiera hecho, tú no deberías estar quejándote.

—Lo peor es que ella intentó bromear contigo, creo que se dio cuenta de que reaccionaría, es demasiado inteligente para su propio bien.

—¿Estás celoso?

En mi experiencia, lo mejor que hacer con una frase así, es considerarla. Nunca se debe descartar que alguien pueda llegar a ganarte en tu propio juego.

—No de esa forma, no es que me guste ni nada, apenas la conozco —respondí finalmente—. Y me sigue gritando, pero creo que tenías razón, es una buena chica. Supongo que intentaba protegerla de ti.

Franco tuvo la decencia de no ofenderse.

—¿Estás empezando a sentir lástima por la chica que te ha chantajeado?

—No es lástima, es como...no lo sé, algo. Me agrada y quiero que esté bien, nada más.

—¿Te estás encariñando? —Sugirió Franco.

—Es extraño, supongo que sí, pero no saldría con ella. No es mi tipo para nada.

—Sabes que la palabra "cariño", no significa que le tengas ganas, ¿verdad?

De algún modo, la palabra parecía adecuada e incorrecta al mismo tiempo. Tenerle cariño a una chica usualmente me llevaba directo a que termináramos saliendo.

—¿Alguna vez te has encariñado con una chica sin querer agarrártela? —Pregunté a modo de prueba.

—Mi hermana —dijo Franco encogiéndose de hombros—, es una pesada pero sigo viéndola como era cuando jugaba con sus barbies, ¿te acuerdas?

Por supuesto que recordaba a la pequeña Kelly con su primer diente caído e intentando que su barbie vigilara la aparición del hada de los dientes.

—Vale, podríamos decir que le tengo cariño a tu hermana y la protegería de tipos como nosotros, y que es algo parecido.

—Si empiezas a coquetearle a Abi, te voy a alejar de mi hermana —sentenció Franco—. Aunque sospecho que te cortará las pelotas si la sigues fastidiando.

—Nah, es divertida. Cada vez que le hablo me mira como si fuera una cobra venenosa que se va a echar sobre ella. Y si me hace gracia algo de lo que dice, parece que la hubiera ofendido.

Estaba acostumbrado a que las chicas se sintieran nerviosas, tímidas, extrovertidas, locas, lo que fuera...pero nadie huía de mí. Incluso aquellas que me presentaban un reto, lo hacían con una sonrisa coqueta, sabedoras de que querían lo mismo que yo. Nadie era abiertamente hostil y la novedad me hacía seguir volviendo a la biblioteca.

—Es gracioso hablar con alguien que está alerta. Es como un videojuego donde me pueden disparar en cualquier segundo.

En realidad, era la oportunidad de hablar con una chica que me estaba escuchando y que jamás repetiría cada cinco minutos: "Oh, Axel, eres tan divertido", pero no le iba a decir eso a Franco.

—¿Un videojuego? —Repitió mi mejor amigo.

—Siempre está en guardia, y cada vez que le digo algo gracioso, amenaza con tirarme un libro a la cabeza.

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