Internet en el infierno

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(Por: Axel)

No sé si soy más suicida de lo que creo, pero me había pasado la mitad del viaje intentando encontrar algún destello asesino en los ojos de Abi, sin resultado. Ella parecía inmersa en cualquier otro debate interno.

La peor parte era que ni siquiera se dignaba a mirarme. Traté de llamar su atención, pero no servía de nada. Cuando intenté detenerla para que pudiéramos hablar antes de entrar al restaurante, se sacudió mi mano como si la hubiera contaminado.

Estaba en problemas. Grandes, terribles problemas. Aunque Abi me mirara como si deseara mi muerte cada vez que nos encontráramos, nunca la había visto realmente furiosa. Lo peor era que me dolía molestarla, porque era la única chica que me había dado una oportunidad para ser yo mismo.

Franco iba a matarme, también. Mis dedos dudaban sobre escribirle en WhatsApp, pero quería ver si podía solucionarlo primero. Mis esperanzas no eran muy altas, ya que incluso cuando dejó de ocultarse detrás del menú, no habló conmigo.

—¿Axel? —La voz de mi padre me hizo reaccionar, y al mismo tiempo, consiguió que Abi me mirara. Traté de decirle en una sola mirada lo mucho que lo sentía, pero ella solo desvió la vista hacia papá y me di cuenta que él esperaba una respuesta. ¿Qué diablos había preguntado?

Para mi buena suerte, un par de gritos en una mesa cercana lo distrajeron.

—Fue un golazo...¿creen que logren voltear el partido?

Abi volvía a mirarme, y me di cuenta que no sabía qué más podría decirle que "Lo siento".

—¿Hola? —Volvió a decir papá.

Mi mirada volvió al televisor. La Fiorentina contra Milán. Me obligué a pensar una respuesta hasta que Gina dijo:

—Oh, el partido. Pues...ni idea. Voy un minuto a los servicios, ¿me acompañas, Abi?

—Sí, claro.

Gina y ella se fueron a los baños y papá y yo nos quedamos mirando mientras se alejaban.

—Mujeres —murmuró papá—, ¿entonces pedimos la pizza?

—Sí, es la mejor opción —respondí aliviado de que hubiera repetido la pregunta.

Papá llamó a la camarera y ordenó, mientras yo juntaba las cuatro cartas para devolverlas. Cuando Abi y Gina regresaron unos minutos después, ambas parecían mucho más animadas.

La pizza no demoró mucho, pero a pesar de ser uno de mis grandes amores, tenía el estómago hecho un nudo y apenas logré acabar dos rebanadas.

Abi parecía más interesada en el partido de fútbol que en comer su pizza y me sorprendió ver que incluso Gina estaba mirándolo.

—¿Soy yo o los de azul están jugando mal? —Preguntó Abi cuando un jugador del Fiorentina se perdió un gol. Estaba a punto de corregirla cuando Gina se me adelantó:

—No es azul, es violeta. De hecho, en Italia los conocen como "viola" por el color del uniforme. En realidad podrías decir simplemente que el Milan está jugando mejor, por algo tiene más títulos y es el tercer equipo con más trofeos oficiales después del Madrid y el Barcelona.

Le eché una mirada a Gina, que no parecía creerse que acabara de decir eso en voz alta. Sus pestañas largas y expertamente resaltadas le daban la apariencia de una actriz de cine mudo, lo cual incrementaba su aspecto de cervatillo asustado.

—Nah, su defensa está por los suelos, definitivamente están jugando mal —dijo papá cortando otro pedazo de pizza—, pero sí es verdad que el uniforme es violeta, Abigail.

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