Una gota de honestidad

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(Por: Axel)

—Axel, te buscan —la voz de papá anunció desde el primer piso.

—Dile que suba.

Solo cuando escuché que la puerta se cerraba me di cuenta de que papá nunca anunciaba a Franco, él simplemente pasaba como uno más de la familia. ¿Abi estaba de regreso?

Sin embargo, quien apareció de repente en mi habitación no era nadie que esperara.

—¿Ale? ¿Qué pasa?

—Abigail, eso pasa.

Alessandra era casi tan alta como yo y se veía bastante enojada, lo cual despertaba totalmente mis instintos para hacerla sonreír. Era como un reacción impulsiva que había desarrollado al tener una larga lista de chicas con deseos asesinos. Afortunadamente para mí, siempre conseguía que termináramos besándonos. Tenía la impresión de que esta no iba a ser una de esas veces.

—¿Abi? ¿Ella está bien?

—No te hagas el inocente conmigo, Axel.

Ella se tensó cuando sus palabras me arrancaron una sonrisa que traté de borrar en cuanto la sentí sobre mis labios. Esas eran las palabras que ella me había dicho justo antes de que la besara por primera vez.

—Es exactamente lo opuesto a lo que intento, me estoy quedando sin maneras de hacerte ver que me muero por besarte —le había respondido. Y funcionó justo como esperaba.

Su mirada asesina me decía que todavía lo recordaba.

—¿Por qué estás aquí?

—Porque quiero que te alejes de Abi, y no me voy a ir de aquí hasta conseguir que lo prometas.

Le alcé una ceja y le di mi mejor mirada sarcástica.

—¿Disculpa?

—No me voy a ir hasta que me jures que vas a dejar a Abi en paz. Te lo dije una vez, es mi mejor amiga y no la quiero cerca de ti.

—Alessandra, estás siendo ridícula, haznos un favor a los dos y vete a casa.

—Así que una semana atrás me buscas para hablar porque somos amigos y ahora piensas que soy ridícula.

Tuve que tomar varias respiraciones profundas para no ponerme a gritar. Había llegado en un mal momento y no era su culpa que mi estado de ánimo no fuera el mejor.

—Mira, saqué ese libro para ti, ¿verdad? Fue arriesgado y pudo costarme una suspensión, así que estamos a mano.

—Como si pudieran suspenderte por algo así —reclamó Ale.

—Pudieron expulsarme por eso —reclamé, ofendido—. Hay cámaras en la biblioteca, ¿sabías?

Alessandra me miró con escepticismo y supe que no me creía.

—Es en serio, pregúntale a Abi si no me crees.

Y ahí fue cuando todo empezó a desmoronarse, porque el nombre de su amiga hizo que la mente de Alessandra se pusiera a trabajar.

—Si lo que dices es cierto, entonces te habrían visto en las cámaras robando el libro. Abi jamás te hubiera dejado...oh.

Y en su pequeña mirada de chocolate, vi que empezaba a atar cabos.

—Ella se negó a cubrirte, por eso la estabas persiguiendo.

Involuntariamente tragué saliva, y su mirada se estrechó sobre mí.

PROHIBIDO tener citasWhere stories live. Discover now