El tipo de chico que me conviene

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(Por: Abi)


"Nada me puede arruinar esta semana", fue lo primero que pensé cuando llegué a la escuela. "Todo va a salir perfecto".

Empezar la semana con tu enemigo justo bajo tus pies hace que incluso un lunes parezca hermoso. El único lado malo es que no puedes esconder tu sonrisa y la gente casi nunca va feliz por la vida en una escuela secundaria. En casa había sido fácil ocultarlo porque mis padres difícilmente se fijan en nada, pero...

—¿Por qué estás sonriendo?

La mirada de Vivian se estrechó peligrosamente sobre mí.

—Porque siento que va a ser un buen día.

Ella alzó una ceja escéptica.

—No confío en la gente que está tan feliz un lunes —afirmó Mayra—. Necesitamos la verdad, Abi.

Fingí cerrarme la boca con un cierre y las esquivé hasta la siguiente clase, donde Ale me esperaba.

—Buenos días, Abi —saludó sin apartar la vista de la parte de atrás del salón.

—¿Qué ha pasado? —Pregunté con curiosidad.

—Pues lo de siempre, Axel Cruz.

Casi se me cayó la mochila de la sorpresa.

—¿Ha hecho algo? ¿Este fin de semana?

Mi voz sonó tan amenazadora que Ale soltó una risita.

—Nunca vas a perdonarlo, ¿verdad? —No esperó mi respuesta—. Pero no te preocupes, es alguien que merece ser odiado.

—¿Qué pasó? —Insistí.

—No puedes ir y matarlo por esto, Abi —advirtió ella—. Emily lo invitó a una fiesta y Axel le dijo que no.

—¿Y está llorando por eso? —Pregunté con incredulidad.

—Axel nunca ha rechazado la invitación a una fiesta —afirmó Ale—, así que ella se pregunta qué hizo mal, o si alguien le contó mentiras para que la odiara. Está considerando ofrecerle algo a cambio de que vaya.

—¿Algo a cambio?

—Algo muy terrible para tus inocentes oídos —concluyó Ale.

Ew.

—¿En serio? ¿Haría eso para conseguir que vaya a una fiesta?

—No hay nada más importante en su vida en estos momentos —Ale se encogió de hombros.

—Es solo un chico, pero para ellas es como si fuera un trofeo que todos desean arrebatarle a los demás —intenté razonar.

—Puede ser, pero es un trofeo que besa como los dioses.

Hice como si fuera a vomitar y Ale lanzó una carcajada.

El día pasó sin muchas novedades hasta que llegué a la biblioteca después de clases.

—Tenemos dos montañas: libros de consulta y libros devueltos —dijo Flavia cuando llegué—. ¿Tiramos una moneda?

Me tocó la de libros devueltos y traté de ordenarlos por código dentro del carrito, así no tenía que volver dos veces al mismo estante.

Acababa de empezar con los libros de Economía, cuando Flavia soltó un gritito emocionado. Me volví a tiempo para ver que abrazaba a Axel como si no lo hubiera visto en años.

—...Y mamá no me dejó venir porque empezó a sangrarme la nariz después de tanto estornudo —le estaba diciendo.

Axel le desordenó un poco el cabello.

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