Cap 22

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Sakura aún no podía creer lo que escuchaba. Por un momento creyó morirse, pero haciendo acopio de toda su razón, suspiró conteniendo un grito que expresara su dolor y furia. Su cabeza negaba lo que le pedían hacer, lo negaba sin decir palabra, solo lo hizo hasta que pudo hablar sin perder la cordura.

- No ¡No, Yukito, eso no puede ser! No lo voy a permitir. Quiero hablar con él! –

Las primeras horas de la mañana, y debido a las críticas circunstancias era obvio el reinante silencio en la sala. Las mujeres rezaban sin hablar. Los hombres afilaban solemnemente sus espadas.

Nadeshiko había vuelto con Fujitaka, pero él no le había permitido regresar con Sakura. En cambio, habían enviado a Yukito con la misión de informarles lo que se había decidido. Los vikingos se habían retirado nuevamente junto al recinto amurallado, parecían formar parte de los gigantescos muros, solo observando, a la expectativa de nuevas órdenes. Sakura había esperado con Syaoran el resto de la noche. Habían previsto que habría un ataque, un ultimátum, pero no lo que Yukito estaba diciéndoles.

Sakura estaba de pie al lado de Syaoran. Por órdenes de su madre, ahora Sakura vestía ropa de Vikinga, según por palabras de su madre, era mejor que Fujitaka la viese como él la recordaba y no con los harapos que el Sajón le hizo usar. Pues de haberla visto así, Nadeshiko juró que el Sajón y su gente no conocerían la piedad de un Vikingo poseído por la furia. Sakura no podía negar sentirse extraña, no por sentir nuevamente la suavidad de su vestido y la sensación de portar joyas; sino, por la mirada penetrante de Syaoran, quién desde que la vio vestida de esa forma, no le había quitado los ojos de encima. Lo descubrió más de una ocasión observando sus piernas. Le dolía su mirada, ese atisbo de reserva, como si no la conociera.

Agradeció a los cielos cuando Yukito apareció en la entrada. Apenas amaneció, el vikingo llegó desarmado. Tenía el mentón y el labio inferior monstruosamente hinchados, testimonio del mal humor del tío Jun. Había hablado únicamente con Sakura, dejando a cargo de la joven la tarea de interpretar el mensaje para beneficio de Syaoran. Y ella aún no lo había hecho.

- Puedes venir conmigo ahora para verlo – dijo francamente Yukito -. Pero si abandonas esta casa, tu sajón pierde el único recurso que le permite negociar. No creo que desees eso. –

- Entonces, dile que venga aquí. –

Yukito meneó la cabeza.

- No vendrá. No confía en los sajones. –

- ¡Tú viniste! –

- Sí. – Sonrió. – Pero confió en tu capacidad para evitar que tu hombre me degollé. En cambio, tu padre no ha visto el poder que tú ejerces sobre él. –

Sakura respondió en voz colérica: - Quizás eso sea cierto en las cosas poco importantes, ¡pero no cuando se trata de algo que afecta la seguridad de toda su gente! –

Yukito no se mostró impresionado. Si hubiesen querido matarlo, ya lo habrían hecho. Pero el sajón permanecía de pie allí mismo, el rostro impasible. Ni siquiera mostraba curiosidad por saber de qué hablaban, ocasionalmente desviaba la miraba a Sakura.

- Tienes que hablar con el Sajón, Sakura. Esto es inevitable. Habla con él ahora, por favor. De lo contrario tendré que hacerlo yo y lo más seguro es que no me entienda bien. –

- ¡Yukito, por favor! Esto no puede ser. ¡Para mí no habrá un triunfador! –

- No creo que se haya considerado ese aspecto. Dieciséis de los nuestros fueron convertidos en esclavos, y obligados a trabajar para estos sajones. No todos reclaman venganza por eso. Unos pocos incluso preferirían vivir aquí, si pudieran hacerlo como hombres libres. Pero aunque no lo comprendas, los que no buscan la venganza ahora tienen aquí hermanos y padres que sí la reclaman, y eso te incluye a ti también, Sakura. Tienes que entender eso quieras o no. –

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