Capítulo 11: Enferma de preocupaciones.

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Me asusté. Eclipse ladraba como si su vida dependiera de ello.

-Eclipse…¡¡Por Dios, silencio!!!

Él se acercó a mí, jadeando, ladeo la cabeza, esa era una cosa muy suya. Miré el reloj, un segundo después sonó la alarma… “So your friends been telling me…” la apagué. Le sonreí, ese perro tenía un reloj en su cerebro, de eso no había duda. Me levanté con cuidado y caminé hasta la ventana, me desperecé, y como si leyeran los deseos más profundos de mi cerebro, en aquella ventana que contemplé hace pocos días, apareció la espalda del chico junto a mi ventana. De seguro en persona seria más que sexy, de eso estaba muy segura, algunas personas nacieron para ser, y otras para no ser.

Y estaba segura, que él era una de esas personas que marcaban tu vida solo con verlas, el malo con una virtud, si, de seguro era el chico malo del libro.

Desapareció de mi vista al esquivar la luz, eso era extraño, mi corazón comenzó a latir como estúpido, ¿Qué?, oh vamos corazón, no latas así, no es como si fuéramos a conocerlo, y tu aun tienes esta enorme grieta que no cicatriza. El clima había caído en picada, y era más o menos la mitad de marzo, hacía mucho frio (aunque no creo que debería hacerlo) como para salir con solo unos shorts y medias.

Caminé al closet y saqué mis mejores jeans, una camiseta que decía: “¿Arañas?, sigan a las arañas, porque no dijo sigan a las mariposas” en una extraña letra cursiva. Mi abrigo negro favorito ya estaba en la cama, mientras me instalaba en mis botas de combate, por último busqué mi bufanda… ¿Dónde estaba mi bufanda amarilla?, era mi favorita. Oh si, la dejé en el auto de papá la última vez que salimos, rayos. Tomé mi siguiente bufanda favorita, una que tenía amarillo y rojo, oh si, muy reconocible, si alguien sabe lo que me gusta.

Ya lista entré al ascensor, el estar allí hiso que me pusiera más roja que un tomate, vergüenza, que bueno que no había nadie a mi alrededor… ¿buenos o malos recuerdos?, oh bien, definitivamente buenísimos recuerdos, pero ¿Cómo reaccionaría Zeev ante ese suceso?, obviamente sé que lo disfrutó, pero disfrutar y estar cómodo con algo, son dos cosas diferentes. Eso lo sé. Era cómodo estar con Jean, pero no lo disfrutaba. Esa era la pura verdad.

Salí del ascensor. Pero disfrutaba mirar a Drew aunque no fuera para nada cómodo.

-Buenos días señorita Kavanagh.-saludó el chico de la recepción.

-buen día.

Cuando salí del edificio, el frio viento pego contra mi rostro, bufé, me posé cerca de la calle, lista para llamar un taxi, definitivo, hoy buscaría mi auto nuevo.  Mi Yaris Sedan negro. Al fin un auto amarillo se detuvo, y me subí en este lista para llegar a mi trabajo.

Caminé con una paciencia única por los pasillos de “Lloyd Writers, inc.”, puesto que no había nadie a quien mirar en el elevador, no tenía por qué llegar. Entré al elevador y me recosté de una esquina de este con mi bolsa adelante. Cerré los ojos y suspiré. Mi primer viaje en elevador… sin esperarlo, pensarlo, o siquiera mirarlo.

Lena me miró fijamente, después de leer una de mi última columna, frunció el ceño. Luego releyó, para volver a mirarme como si quisiera encajar lo que decía en aquel papel con mi vida.

-Cloe… ¿no estas siendo correspondida?

-creo que lo deje muy claro en el papel.

-sí, pero… ¿Cómo lo soportas? Digo, debe ser tan horrible y doloroso.

-lo es,-le sonreí.-pero no quiero que me mires así con lastima, estoy bien.

-no, no lo estás. ¿Es por Zeev?

Anónimamente Yo. ©Where stories live. Discover now