Capítulo XXV.

1.2K 92 2
                                    

Capítulo veinticinco: Nathaniel – La botella de whisky y un corazón roto

Calum estiró el brazo para darme mi segundo vaso de whisky. Lo bebí todo de un trago y lo dejé sobre la mesita de centro.

Mi padre tenía un pequeño apartamento en Nueva York y ahí estábamos desde hacía unos treinta minutos esperando a que él llegara.

—¿Qué querrá decirme? ¿Me va a desheredar y a exiliar en Noruega? —Le pregunté a Calum con el corazón latiéndome tan rápido que mi cabeza dolía. Estaba furioso, sobre todo porque no lograba recordar nada de esa absurda noche en la que decidí confiar en George.

—Ojalá lo supiera —él también terminó rápidamente con su licor y tomó la botella para rellenar su vaso—. Lamento que estés pasando por esto. Es una estupidez.

—De verdad que lo es.

—¿De verdad estás dispuesto a pasar por cosas así sólo por ella? —Bufó tan patéticamente que por un momento quise golpearlo.

—¿Qué quieres decir usando ese tono de voz? —Me eché hacia atrás en el sillón y lo observé enojado—. Tú también querías hacer mil y un milagros para tenerla junto a ti. No tuviste tanta suerte.

Cal retiró la mirada hacia algún punto desconocido de la pared. Asintió en silencio después de no haber encontrado ningún argumento en mi contra y empezó a caminar a lo largo de la diminuta estancia.

—Nunca la tengo —añadió en voz baja.

—Detesto esta absurda rivalidad entre nosotros. Antes de Amelia... eras como mi segundo hermano.

—Creí que seguía siéndolo.

—Lo eres, pero ahora tenemos una relación parecida a la de George con Amy.

—Por favor, por favor, dime que yo soy Amy.

Siempre tenía una manera de amenizar cualquier situación. Terminó de guardar su mano libre en el bolsillo de su pantalón cuando escuché el tintineo de unas llaves.

Poco después, mi padre se adentró al apartamento. Usaba jeans, zapatos deportivos y camiseta. Incluso llevaba una barba crecida de un par de días. Los Van Hollen tendíamos a tener demasiado vello facial.

—Papá —farfullé en cuanto lo vi. A pesar de que estaba ansioso por lo que iba a reclamarme, me levanté para abrazarlo.

—Nate —agregó en tono firme, pero aún así me estrechó con fuerza—. Le tuve que pedir a tu madre un poco de paciencia prestada para que puedas explicarme qué fue lo que pasó esta noche en el evento de los Vortex.

—Créeme... Si yo tuviera una maldita idea de todo ese melodrama —caminé unos pasos hacia atrás para mirarlo a los ojos. Detrás de mi padre, había un Calum expectante—. ¿En dónde está mamá?

—En un minuto sube. Le dije que necesito tiempo contigo... a solas —se giró un poco para encarar a mi amigo. Cal levantó las cejas con sorpresa y terminó por asentir automáticamente. Dejó el pequeño vaso de cristal en el mueble más cercano y salió por la puerta principal—. Me agrada este chico porque siempre entiende todo a la primera.

—Eso es totalmente falso, padre —me reí, recordando la situación con Amelia y su insistencia—. Como sea... sí que necesitamos hablar. ¿Whisky?

Me dio una mirada de enojo y frunció el ceño al ver la botella con menos de la mitad del contenido.

—¿Quién te dio?

—Eh... Perdón.

—Estoy seguro de que Calum fue el que abrió la puerta de mi bar.

Señaló el sofá para que volviera a sentarme. Él tomó asiento en una silla de madera tallada y carraspeó.

De amores y senadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora