Capítulo XXII.

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((hola, te extrañé. perdón por la tardanza, espero te guste))


Capítulo veintidós: Amelia – Conoce a Abel

Los camareros iban y venían. Llevaban en sus manos copas vacías que posteriormente serían llenadas con la mejor champaña que mamá pudo haber conseguido. Algunos apenas terminaban de acomodar los moños negros en el cuello de sus camisas.

Vi a Nate observando con atención —y admiración— todo el espectáculo.

—Me siento como en un circo. Es impresionante, nunca me imaginé...

—Lo sé —me reí. Recargué la cabeza en su hombro, o mejor dicho, a unos centímetros de su hombro porque mi estatura me lo impidió—. Yo no podría encontrar toda la paciencia para hacer algo así.

Escuché a Nate suspirar y luego se aclaró la garganta. Apretó un poco mi mano y supe que él tenía algo que decirme. Algo que no podía guardarse durante más tiempo.

—¿Qué sucede? Habla.

—Es que... En la noche, mientras dormías, yo hablé con Quentin. No quería decírtelo, creo que mientras menos sepas de esto puedo mantenerte más segura. Odiaría que esto te afectara —habló demasiado rápido, justo como solía hacerlo cuando estaba nervioso. Y las ocasiones en las que los nervios lo invadían eran muy, muy escasas.

—No entiendo de qué estás hablando —pero podía imaginármelo. Las cosas entre mi familia no estaban nada bien, y con la presencia de George el ambiente estaba tenso.

—Ven aquí.

Me llevó hasta el otro lado del jardín, en donde había menos movimiento de personas. Una fuente apenas comenzaba a hacer brotar el agua. Uno de los encargados de la iluminación se encargaba de adornar con un montón de luces parecidas a las de Navidad. Tenía el cabello largo hasta los hombros y un rostro tan perfecto que por poco me desconcentré de lo que estaba pasando.

—Me estás asustando —admití. Tuve que controlar mi labio tembloroso.

—Es tu hermano —cerró los ojos con fuerza y sus manos se convirtieron en dos blancos puños—. Es George. Me tendió una trampa y hoy es la noche perfecta para arruinar mi reputación.

—Supuse que algo tenía que ver con él —mi corazón latía con fuerza—. ¿Qué fue lo que dijo Quentin?

—Él no sabe mucho, sólo dijo que te dolería. Que nos dolería.

—Qué reconfortante —bufé. Estaba comenzando a angustiarme.

—Se imaginó que querríamos huir después de todo el espectáculo, así que preparó un auto y toda una caravana de seguridad para que no nos sigan. El chico de por allá sólo está esperando instrucciones...

Entonces, como si nos hubiera escuchado a pesar de la distancia, volteó a verme. Sonrió un poco y le devolví el gesto con un poco de incomodidad. Era tan atractivo y me esforzaba por mantener los ojos puestos solamente en mi novio. ¡Tenía que controlarme, maldición!

—Quentin sabía todo y no me lo dijo... A mí, ¡a mí! Soy su hermana y tú... Apenas te conoce, ¿cómo es que...?

—Por eso, porque sabía que reaccionarías así. Relájate, por favor, por mí —colocó sus manos pesadas en mis antebrazos y los acarició lentamente—. Ey, veme a los ojos, ¿quieres? Eso, así. Ven acá... —después me estrechó con fuerza. Todo me tenía aturdida.

De amores y senadoresWhere stories live. Discover now