8. Imprevistos laborales

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  'Oceans apart day after day and I slowly go insane,
  I hear your voice on the line but it doesn't stop the pain' 
I will be right here waiting for you - Richard Marx

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Después de que Alexander se marchara anoche me pasé buena parte de lo que quedaba de día escuchando la música que me había dejado. No me extraña que esté estudiando en Julliard... aun sin tener el dinero que sé que tiene -porque nadie paga varias horas de un prostituto de lujo durante mas de quince días sin tener dinero- seguro que le habrían dado una beca si hubiese sido alguien de mi nivel social. Es simplemente mágico. Puedes imaginar lo que sentía al componer cada pieza, cada nota que al unirse a todas las demás crea algo realmente fantástico. Algo capaz de transportarte a un lugar completamente distinto, donde tan pronto puedes llorar como reír con locura - eres fantástico, Alexander.

Dedico unas pocas horas a ensayar con una de sus piezas favoritas, apartando el sofá y la mesa para tener todo el espacio posible en el salón. Es extraño, pero su música logra despertar mis ganas de crear, de improvisar. Siempre he sido mas de trucos estáticos, pero Alexander y su música logran inspirarme.

Me voy a dormir cansado pero al mismo tiempo realmente relajado, satisfecho conmigo mismo y mucho mas despreocupado que los últimos meses. Entre los servicios, la falta de dinero que provocaba mas servicios y el autocastigo que me imponía mentalmente por estar dejando de lado mi moral estaba realmente matándome a mi mismo. Pero ahora parece que empieza todo a normalizarse.

Llega el sábado y me animo incluso a hacer mi rutina facial completa, canturreando frente al espejo hasta que oigo mi móvil sonar y me quedo serio de golpe. No es mi móvil, es 'ese' móvil. Me acerco a cogerlo, no reconociendo el número. No es Alec, eso seguro. Suspiro y me lo llevo a la oreja, descolgando. - Warlock al habla, ¿Qué necesitas chato? - La voz al otro lado suena casi siseante y hace que un escalofrío me recorra la espina dorsal. Un cliente. Uno nuevo. Supongo que todo era demasiado bueno para ser verdad. - Esta bien... a las once. - Al menos solo quiere una hora... pero se precisamente que una hora a veces da para mucho... es mas que suficiente. Todavía son las nueve y media. Al menos podré comer a la hora y me quedará la tarde libre.

Dan las once y todavía no ha llegado nadie, lo que en cierto modo me alivia. Si el cliente llega tarde, yo empiezo a contar el tiempo igual... y si no aparece... bueno si, necesito el dinero pero... buff. A veces pienso si la escuela vale realmente la pena. Justo cuando estoy perdiéndome en mis pensamientos mas profundos oigo el timbrazo de llamada y suspiro con pesadez, acercándome a abrir la puerta, viendo al otro lado a un hombre medianamente alto, con los brazos poco musculados pero sin duda trabajados. Tiene el pelo castaño claro, casi rubio y unos ojos marrones que me lanzan una mirada arrogante. Me echo a un lado para dejarle pasar y no tarda en hacerlo, mirándome de forma extraña. No se exactamente como descifrar su mirada. Es como una mezcla de deseo y odio.

Queriendo romper la tensión lo mas rápido posible me acerco a él, pasándole las manos por los hombros. - Dime, chato...¿Qué quieres que hagamos? - Siento sus manos en mis muñecas, sujetándome. Lo miro con las cejas alzadas y me aparto un poco, suspirando interiormente. - Quiero que juguemos un rato, maricón. - Abro mas los ojos. ¿Un homófobo?¿Un gay de los de armario empotrado? Oh no, joder.

Siento mi espalda golpear la cama y agradezco al cielo haberme puesto una ropa cualquiera, pues me ha desgarrado la camisa y dudo que tenga arreglo. Incluso me ha arañado el pecho por el camino, pero no le doy importancia porque no creo que sea nada grave. Me dejo hacer, dejando el control de mi mente al Magnus pasivo que tararea mentalmente e ignora todo lo que le hacen. Yo no quiero seguir sufriendo la humillación de mi orgullo de esta manera. Siento la estocada seca y forzada de este hombre, cerrando los ojos con fuerza por el dolor. Oigo sus insultos y sus palabras malsonantes directamente en mi oído, notando su lengua espesa y rasposa recorrerme de arriba a abajo, asqueándome.

No reacciono hasta que uno de sus golpes me hace soltar un grito. No sería la primera vez que alguno de mis clientes me golpea y no me importa. A muchos de ellos les gustan los cachetes, los golpes ocasionales, las nalgadas... pero esto no es igual. Ha empezado así, si, pero ahora están siendo golpes, golpes reales. 

Intento protegerme con los brazos al percatarme de que el ataque es real, empujándolo con mis piernas para apartarlo de mi, pero es realmente mas fuerte que yo y no logro quitármelo de encima. Los golpes son cada vez mas fuertes, o quizá es simplemente que golpea sobre zonas ya adoloridas. Intento arañarle y las lágrimas resbalan desde mis ojos al tiempo que pongo todas mis fuerzas en librarme de su cuerpo. Logro golpearle con el pie en el estómago y se aparta lo suficiente de mi como para que pueda escapar al cuarto de baño, echando el pestillo. Los golpes no tardan en llegar, haciendo vibrar la puerta y consiguiendo que me encoja mas en el rincón, temblando. -¡Da la cara maricón de mierda!¡Sal aquí ahora mismo! - Me encojo todavía mas sobre mi mismo, abrazándome el pecho con las piernas encogidas.

Los golpes y los gritos siguen sucediéndose no se por cuanto tiempo. Solo se que se siente como una pesadilla de la que nunca puedes despertar. Canturreo por lo bajo mientras me tapo los oídos, esperando a que esto pase, a que alguien lo oiga y lo saque de aquí. A que se canse y se vaya. A que ocurra algo. Acabo dormido con la cabeza contra el borde de la bañera y cuando despierto el sol ha caído y no se oye un solo ruido en el exterior.

Abro la puerta con cuidado, observando a mi alrededor. Todo el cuarto esta destrozado y patas arriba, la puerta del apartamento abierta de par en par y el desorden es el mismo que si hubiese pasado por aquí una manada de elefantes. Pero él no está. Cierro la puerta con rapidez y me dejo resbalar hasta el suelo, apoyando la espalda contra la madera, mordiéndome los nudillos al mismo tiempo que dejo caer todas las lágrimas.

 Intento calmarme al tiempo que sujeto mi móvil en mi mano temblorosa, llevándolo a mi oreja. - ¿Alexander? Te necesito... por favor... - No necesito decir mas. En menos de un mes me conoce como si hubiese estado a mi lado toda la vida. Oigo un urgente 'voy para allá' al otro lado del teléfono y simplemente cuelgo, volviendo a dejar que las lágrimas fluyan a su antojo.

The power of loveWhere stories live. Discover now